Me llama desde Madrid un viejo amigo periodista, bien situado en la esfera mediática, y me dice que después de haber leído Políticos, los nuevos amos, mi último libro, está "turbado, confuso y aplanado" porque ha llegado a la conclusión de que hemos perdido casi tres décadas de nuestras vidas creyendo que habíamos construido una democracia, cuando lo que hemos creado es "un bodrio donde los partidos ejercen una dictadura legalizada".
Y me pregunta: "¿Entonces, nos toca correr de nuevo ante los grises?"
Le respondo: "No, ahora son azules, pero más peligrosos porque responden a amos más astutos y organizados que los del Franquismo. No estoy seguro de que tengamos de llegar a correr de nuevo delante de una policía represora porque tal vez reacionen nuestros políticos y reconstruyan la democracia que han degenerado. Pero hay que estar preparados por si se empecinan en el error y nos toca correr pronto".
Le explico, finalmente, mi versión: es cierto que construimos, a partir de 1975, algo parecido a una democracia, no perfecta, aunque aceptable, pero cometimos entonces un gran error ciudadano al olvidamos que las libertades y los derechos nunca se consolidan y que hay que defenderlos cada día. Hoy, aquellas conquistas las estamos perdiendo frente a un poder que siempre es arrogante y frente a una casta de poderosos que jamás aceptan la igualdad, a los que les produce placer someter a sus semejantes y contemplar el mundo desde las alturas.
Y me pregunta: "¿Entonces, nos toca correr de nuevo ante los grises?"
Le respondo: "No, ahora son azules, pero más peligrosos porque responden a amos más astutos y organizados que los del Franquismo. No estoy seguro de que tengamos de llegar a correr de nuevo delante de una policía represora porque tal vez reacionen nuestros políticos y reconstruyan la democracia que han degenerado. Pero hay que estar preparados por si se empecinan en el error y nos toca correr pronto".
Le explico, finalmente, mi versión: es cierto que construimos, a partir de 1975, algo parecido a una democracia, no perfecta, aunque aceptable, pero cometimos entonces un gran error ciudadano al olvidamos que las libertades y los derechos nunca se consolidan y que hay que defenderlos cada día. Hoy, aquellas conquistas las estamos perdiendo frente a un poder que siempre es arrogante y frente a una casta de poderosos que jamás aceptan la igualdad, a los que les produce placer someter a sus semejantes y contemplar el mundo desde las alturas.
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