Nunca lo admitirá, pero ZP, que se vanagloria ante sus amigos de ser un hombre de suerte que nunca ha perdido, ya ha cosechado su primera gran derrota en las recientes elecciones catalanas.
Y ha sido una derrota triple cuyos pilares son la pérdida de cinco escaños de los socialistas catalanes, al lado de los cuales él hizo campaña, personalmente, la reedición del mismo gobierno tripartido, que él mismo dinamitó, y la traición a Convergencia y Unión y a su líder, Artur Mas, con quien había sellado un pacto de apoyo mutuo que se ha convertido en humo.
Cataluña se está conviritiendo en la tumba política de ZP, que, según sus fieles más cercanos, se siente muy frustrado con los asuntos catalanes. Su primer revés fue el Estatuto, una apuesta personal que apoyó hasta la saciedad, en contra de la opinión de muchos de sus asesores y compañeros de partido, y que, finalmente, fue aprobado con el exiguo y vergonzoso apoyo de uno de cada tres catalanes, insuficiente en democracia para una ley de alto rango.
Las catalanas han sido derrotas personales y directas, difícilmente atribuibles a terceros, porque Zapatero ha sido el protagonista de la campaña de los socialistas catalanes, del mismo modo que ha sido el principal artífice del nuevo Estatuto, de la caída del Tripartito y de la esteril victoria de CIU. El hundimiento de su partido en Cataluña y el revés electoral cosechado en áreas urbanas y cinturones industriales donde el socialismo siempre había ganado, es, también, obra de Zapatero.
Cuentan los que tienen acceso al mundo íntimo de ZP que cuando le planteas una pregunta difícil para la que no tiene respuesta o cuando se siente acosado y sin razón en un debate, siempre recurre a lo mismo: "confía en mí, confía en mi suerte porque yo nunca he perdido".
Ahora ya eres un perdedor, ZP, y sospecho que el calvario de las derrotas no ha hecho más que empezar. Creeme que, como español, lo siento, porque tus derrotas, desgraciadamente, serán las derrotas de todos nosotros, incluso de los decentes que hemos visto llegar la catástrofe, desde hace meses, sin poder hacer nada.
Y ha sido una derrota triple cuyos pilares son la pérdida de cinco escaños de los socialistas catalanes, al lado de los cuales él hizo campaña, personalmente, la reedición del mismo gobierno tripartido, que él mismo dinamitó, y la traición a Convergencia y Unión y a su líder, Artur Mas, con quien había sellado un pacto de apoyo mutuo que se ha convertido en humo.
Cataluña se está conviritiendo en la tumba política de ZP, que, según sus fieles más cercanos, se siente muy frustrado con los asuntos catalanes. Su primer revés fue el Estatuto, una apuesta personal que apoyó hasta la saciedad, en contra de la opinión de muchos de sus asesores y compañeros de partido, y que, finalmente, fue aprobado con el exiguo y vergonzoso apoyo de uno de cada tres catalanes, insuficiente en democracia para una ley de alto rango.
Las catalanas han sido derrotas personales y directas, difícilmente atribuibles a terceros, porque Zapatero ha sido el protagonista de la campaña de los socialistas catalanes, del mismo modo que ha sido el principal artífice del nuevo Estatuto, de la caída del Tripartito y de la esteril victoria de CIU. El hundimiento de su partido en Cataluña y el revés electoral cosechado en áreas urbanas y cinturones industriales donde el socialismo siempre había ganado, es, también, obra de Zapatero.
Cuentan los que tienen acceso al mundo íntimo de ZP que cuando le planteas una pregunta difícil para la que no tiene respuesta o cuando se siente acosado y sin razón en un debate, siempre recurre a lo mismo: "confía en mí, confía en mi suerte porque yo nunca he perdido".
Ahora ya eres un perdedor, ZP, y sospecho que el calvario de las derrotas no ha hecho más que empezar. Creeme que, como español, lo siento, porque tus derrotas, desgraciadamente, serán las derrotas de todos nosotros, incluso de los decentes que hemos visto llegar la catástrofe, desde hace meses, sin poder hacer nada.