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Después de los confusos resultados de las autonómicas y municipales del 27 de mayo, buenos y malos a la vez para el PSOE, y, sobre todo, porque la bonanza económica empieza a desvanecerse, José Luis Rodríguez Zapatero medita seriamente si debe adelantar las próximas elecciones generales y celebrarlas en otoño de este mismo año.
Zapatero teme el futuro económico y cree que, mientras la economía esté en bonanza, él puede cambiar con un par de golpes de efecto la tendencia de crecimiento de la oposición, reflejada en la victoria del PP el 27 de mayo, lo que le impulsa a anticipar las elecciones generales y celebrarlas en otoño. Pero, en el fondo de su alma duda ya de la eficacia de sus golpes de efecto, algunos de los cuales ya han fracasado, y teme que el adelanto electoral sea su tumba. Mientras tanto, la mayoría de sus colaboradores le aconsejan que apure la legislatura y confie en esa suerte política que, según dicen, nunca ha abandonado al "presi".
La OCDE, sensible a los signos evidentes que señalan el fin de la bonanza económica en España, acaba de fijar en un 2.7 por ciento el crecimiento espñol en 2008, pero el gobierno de España, consciente de que la economía es el factor clave para ganar o perder unas elecciones, ha saltado como un resorte para afirmar que el crecimiento será del 3.3 por ciento.
Zapatero no quiere que los españoles voten cuando la economía entre en declive, se pierdan puestos de trabajo y cada día se note más el peso de la deuda familiar.
La razón parece indicar que si ZP quiere que los españoles voten con la sensación de ser ricos y felices y si también quiere evitar que sus grandes errores y desatinos debiliten su apoyo electoral, no cabe duda de que debe adelantar las elecciones al próximo otoño. Sólo si está desconcertado y si ya cree que su tendencia a la baja es imparable, debe esperar al final de la legislatura para gozar del poder hasta el último momento y esperar hasta el final ese "milagro" que cambia la tendencia pero que, al final, casi nunca llega.
Zapatero teme el futuro económico y cree que, mientras la economía esté en bonanza, él puede cambiar con un par de golpes de efecto la tendencia de crecimiento de la oposición, reflejada en la victoria del PP el 27 de mayo, lo que le impulsa a anticipar las elecciones generales y celebrarlas en otoño. Pero, en el fondo de su alma duda ya de la eficacia de sus golpes de efecto, algunos de los cuales ya han fracasado, y teme que el adelanto electoral sea su tumba. Mientras tanto, la mayoría de sus colaboradores le aconsejan que apure la legislatura y confie en esa suerte política que, según dicen, nunca ha abandonado al "presi".
La OCDE, sensible a los signos evidentes que señalan el fin de la bonanza económica en España, acaba de fijar en un 2.7 por ciento el crecimiento espñol en 2008, pero el gobierno de España, consciente de que la economía es el factor clave para ganar o perder unas elecciones, ha saltado como un resorte para afirmar que el crecimiento será del 3.3 por ciento.
Zapatero no quiere que los españoles voten cuando la economía entre en declive, se pierdan puestos de trabajo y cada día se note más el peso de la deuda familiar.
La razón parece indicar que si ZP quiere que los españoles voten con la sensación de ser ricos y felices y si también quiere evitar que sus grandes errores y desatinos debiliten su apoyo electoral, no cabe duda de que debe adelantar las elecciones al próximo otoño. Sólo si está desconcertado y si ya cree que su tendencia a la baja es imparable, debe esperar al final de la legislatura para gozar del poder hasta el último momento y esperar hasta el final ese "milagro" que cambia la tendencia pero que, al final, casi nunca llega.
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