Excelente idea introducir frases para inducir a la meditación de nuestro esclarecido Presidente, pero un tanto ingenua la pretensión, a tenor del personaje.
Una cosa es hablar de la política y de los políticos… otra es hablar de la política y de los políticos actuales… y otra, muy distinta, es hablar de Rodríguez Zapatero (sólo o en combinación con la aguerrida oposición Marianil).
El singular Presidente parece salido de la viñeta de algún cómic. Fue un cómico genial como Groucho Marx quien mejor definió su forma (la de ZP) de entender la política: “la política es el arte de buscar problemas, encontrarlos, hacer un diagnóstico falso y aplicar después los remedios equivocados.” Tal cual.
O como dijo Woody Allen, “la vocación del político de carrera es hacer de cada solución un problema”. Nada más ajustado a este fatuo que nos malgobierna.
Y esto por el lado tragicómico de la cuestión; porque si uno se lo toma con más seriedad… se diría que lo poco que estudió este hombre no es sino una coartada para cumplir la frase de Diego de Saavedra Fajardo, cuando afirma que “todo el estudio de los políticos se emplea en cubrirle el rostro a la mentira, para que parezca verdad, disimulando el engaño y disfrazando los designios.”
Zapatero es un maestro… del disimulo, del engaño, del disfraz… de la mentira. ¡Sin parangón, oiga!.
Y si el universo político, o la referencia del mismo, fuese ZP, creo que no cabría duda sobre el acierto de Enrique Jardiel Poncela al afirmar que “el que no se atreve a ser inteligente, se hace político.”
Un político como nuestro insigne e ignoto cree con fruición que, como decía el escritor británico Gilbert Keith Chesterton, “democracia significa gobierno por los que no tienen educación, y aristocracia significa gobierno por los mal educados.”. Lo malo (o lo peor), es que nuestro vacuo Presidente cree de verdad, como lo creía Robert Louis Stevenson, que “la política es quizás la única profesión para la que no se considera necesaria ninguna preparación.” ¡Y vaya si lo cree!... ¿cómo sino se explicaría la colección de iletrados, analfabetos funcionales, pésimos gestores, ineptos, inútiles, etc. que viven de la mamandurria política o en alguna que otra sinecura gubernamental?
Vista la trayectoria de nuestro personaje, habrá que concluir que, como escribió Miguel Delibes. “para el que no tiene nada, la política es una tentación comprensible, porque es una manera de vivir con bastante facilidad.”, quizás porque entiende que “la política es el arte de obtener dinero de los ricos y el voto de los pobres con el pretexto de proteger a los unos de los otros.” En esto también es un maestro; lo hace genial nuestro ilustre deslustroso.
En fin… a ver si con tanto gorronear del erario público, acaba por creerse ZP que, como decía Ambroise Bierce, “la política es la conducción de los asuntos públicos para el provecho de los particulares” y acaba por llevar la afirmación de Sir Francis Bacon de que “es muy difícil hacer compatibles la política y la moral” hasta sus últimas consecuencias, según la máxima de Louis McHenry Howe de que “nadie puede adoptar la política como profesión y seguir siendo honrado.”
Quizás esta visión cosmogónica, a lo Leire, del universo zapaterino, explique muchas cosas, de los unos y de los otros…
Y es que lo de este hombre, su concepción (si es que tiene alguna) de la política y de la gestión pública, no deja de ser una incógnita. Quizás para él “la política es un acto de equilibrio entre la gente que quiere entrar y aquellos que no quieren salir”, como afirmaba el clérigo francés Jacques Benigne Bossuet; o quizás piense que el ruso Nikita Jruschov estaba en lo cierto cuando aseveraba: “los políticos son siempre lo mismo. Prometen construir un puente aunque no haya río.”
A lo mejor es que se cumple la fatal sentencia de Bertrand Russell cuando dice que “Los científicos se esfuerzan por hacer posible lo imposible. Los políticos por hacer lo posible imposible.” Pero, a lo peor, es que la fatalidad misma es tener esta calaña por gobernante. No hay más que verle, tan campanudo para las ocasiones solemnes (¿bobo solemne?). Seguramente desconocerá la sentencia de Aldous Huxley que dice: “cuanto más siniestros son los deseos de un político, más pomposa, en general, se vuelve la nobleza
de su lenguaje.” ¿A que sí?
En cualquier caso, y es mi teoría, la culpa ni tan siquiera es de ZP, sino nuestra. Sí, nuestra… de todos y cada uno de nosotros.
Decía Albert Camus que “la tiranía totalitaria no se edifica sobre las virtudes de los totalitarios, sino sobre las faltas de los demócratas.”; y afirmaba George Bernard Shaw que “la democracia es el proceso que garantiza que no seamos gobernados mejor de lo que nos merecemos.” Por tanto, preparémonos para la larga travesía del desierto que supone soportar un dirigente, o varios, o casi todos, que creen en la democracia en los términos en los que nos dejó legado Charles Bukowski, es decir, que “la diferencia entre una democracia y una dictadura consiste en que en la democracia puedes votar antes de obedecer las órdenes.”
¡Pues eso!
Albatros
Una cosa es hablar de la política y de los políticos… otra es hablar de la política y de los políticos actuales… y otra, muy distinta, es hablar de Rodríguez Zapatero (sólo o en combinación con la aguerrida oposición Marianil).
El singular Presidente parece salido de la viñeta de algún cómic. Fue un cómico genial como Groucho Marx quien mejor definió su forma (la de ZP) de entender la política: “la política es el arte de buscar problemas, encontrarlos, hacer un diagnóstico falso y aplicar después los remedios equivocados.” Tal cual.
O como dijo Woody Allen, “la vocación del político de carrera es hacer de cada solución un problema”. Nada más ajustado a este fatuo que nos malgobierna.
Y esto por el lado tragicómico de la cuestión; porque si uno se lo toma con más seriedad… se diría que lo poco que estudió este hombre no es sino una coartada para cumplir la frase de Diego de Saavedra Fajardo, cuando afirma que “todo el estudio de los políticos se emplea en cubrirle el rostro a la mentira, para que parezca verdad, disimulando el engaño y disfrazando los designios.”
Zapatero es un maestro… del disimulo, del engaño, del disfraz… de la mentira. ¡Sin parangón, oiga!.
Y si el universo político, o la referencia del mismo, fuese ZP, creo que no cabría duda sobre el acierto de Enrique Jardiel Poncela al afirmar que “el que no se atreve a ser inteligente, se hace político.”
Un político como nuestro insigne e ignoto cree con fruición que, como decía el escritor británico Gilbert Keith Chesterton, “democracia significa gobierno por los que no tienen educación, y aristocracia significa gobierno por los mal educados.”. Lo malo (o lo peor), es que nuestro vacuo Presidente cree de verdad, como lo creía Robert Louis Stevenson, que “la política es quizás la única profesión para la que no se considera necesaria ninguna preparación.” ¡Y vaya si lo cree!... ¿cómo sino se explicaría la colección de iletrados, analfabetos funcionales, pésimos gestores, ineptos, inútiles, etc. que viven de la mamandurria política o en alguna que otra sinecura gubernamental?
Vista la trayectoria de nuestro personaje, habrá que concluir que, como escribió Miguel Delibes. “para el que no tiene nada, la política es una tentación comprensible, porque es una manera de vivir con bastante facilidad.”, quizás porque entiende que “la política es el arte de obtener dinero de los ricos y el voto de los pobres con el pretexto de proteger a los unos de los otros.” En esto también es un maestro; lo hace genial nuestro ilustre deslustroso.
En fin… a ver si con tanto gorronear del erario público, acaba por creerse ZP que, como decía Ambroise Bierce, “la política es la conducción de los asuntos públicos para el provecho de los particulares” y acaba por llevar la afirmación de Sir Francis Bacon de que “es muy difícil hacer compatibles la política y la moral” hasta sus últimas consecuencias, según la máxima de Louis McHenry Howe de que “nadie puede adoptar la política como profesión y seguir siendo honrado.”
Quizás esta visión cosmogónica, a lo Leire, del universo zapaterino, explique muchas cosas, de los unos y de los otros…
Y es que lo de este hombre, su concepción (si es que tiene alguna) de la política y de la gestión pública, no deja de ser una incógnita. Quizás para él “la política es un acto de equilibrio entre la gente que quiere entrar y aquellos que no quieren salir”, como afirmaba el clérigo francés Jacques Benigne Bossuet; o quizás piense que el ruso Nikita Jruschov estaba en lo cierto cuando aseveraba: “los políticos son siempre lo mismo. Prometen construir un puente aunque no haya río.”
A lo mejor es que se cumple la fatal sentencia de Bertrand Russell cuando dice que “Los científicos se esfuerzan por hacer posible lo imposible. Los políticos por hacer lo posible imposible.” Pero, a lo peor, es que la fatalidad misma es tener esta calaña por gobernante. No hay más que verle, tan campanudo para las ocasiones solemnes (¿bobo solemne?). Seguramente desconocerá la sentencia de Aldous Huxley que dice: “cuanto más siniestros son los deseos de un político, más pomposa, en general, se vuelve la nobleza
de su lenguaje.” ¿A que sí?
En cualquier caso, y es mi teoría, la culpa ni tan siquiera es de ZP, sino nuestra. Sí, nuestra… de todos y cada uno de nosotros.
Decía Albert Camus que “la tiranía totalitaria no se edifica sobre las virtudes de los totalitarios, sino sobre las faltas de los demócratas.”; y afirmaba George Bernard Shaw que “la democracia es el proceso que garantiza que no seamos gobernados mejor de lo que nos merecemos.” Por tanto, preparémonos para la larga travesía del desierto que supone soportar un dirigente, o varios, o casi todos, que creen en la democracia en los términos en los que nos dejó legado Charles Bukowski, es decir, que “la diferencia entre una democracia y una dictadura consiste en que en la democracia puedes votar antes de obedecer las órdenes.”
¡Pues eso!
Albatros
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