Se habla mucho de democracia; se insiste, con frecuencia, en el grave déficit democrático que se aprecia, en la falta de participación democrática y de transparencia real en la gestión política; pero, tal vez, no se sepa exactamente lo que es. Se ha oído a muchos, que andaban en absoluto silencio en la dictadura o que flirteaban con Franco, declararse “demócratas de toda la vida” y, luego, han mostrado patente lo que ellos entendían por ser demócrata.
Democracia, -etim. de demos, pueblo y de kratos, autoridad- es una forma de organización de los pueblos, cuya característica predominante es que la titularidad del poder reside en la totalidad de sus gentes, haciendo que la toma de decisiones responda a la voluntad colectiva de la nación. Doctrina política favorable a la intervención del pueblo en el gobierno del Estado, define Nuestro Diccionario. Para Platón es el poder de la muchedumbre y para Aristóteles el gobierno de la "mayoría”. En democracia, las resoluciones nacionales han de ser tomadas por el cuerpo social a través de la intervención directa o indirecta que legítima a sus representantes. Supone, pues, un tipo de coexistencia social, en que todo ciudadano goza de libertad y de igualdad ante las leyes. Abraham Lincoln decía que es el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo (Gettysburg, 1863).
La democracia auténtica es un bien primordial que ha de preservar y robustecer la libertad y los derechos humanos y civiles, y suscitar la colaboración, la seguridad, el beneplácito y la concordia. Ha de hacer que el funcionamiento de las instituciones sea suficientemente abierto y transparente, mediante el incremento de su control democrático, para conseguir una subsidiariedad real. Es preciso que la sociedad civil, en todas sus áreas y niveles, se vea implicada en las iniciativas y contribuciones de los políticos y se sienta atraída e ilusionada por el trabajo y esfuerzo gubernamental dirigido honradamente a conseguir el bien común; el ciudadano quiere asistir a un proceso de abajo a arriba, desea que los dirigentes estén en servicio constante y no en ser servidos, que su motivación sean los problemas y preocupaciones del pueblo y que todos los organismos estatales funcionen con rigor y eficiencia, siempre con exquisito respeto a los intereses colectivos; y requiere, en fin, que de modo expedito brille la separación e independencia de los tres poderes del Estado.
No obstante, suele suceder que las mejores ideas en manos de los hombres se vician y envilecen. Y se producen "democracias autoritarias", encubiertas bajo el poder legitimado, que engendra unos diferentes ordenamientos, como la Plutocracia, preponderancia de los ricos y fuentes de riqueza; la Partitocracia, la primacía de los partidos políticos y la Oclocracia, la ignorancia popular sobre los aspectos políticos, económicos y sociales fundamentales o una enérgica acción demagógica; de ahí que la mayoría también puede errar en muchos de los casos.
El presente débito democrático sentido por los ciudadanos es expresión de la lejanía con que actúa la clase política y manifestación de su desencanto, al constatar que ellos no tienen la palabra decisiva sobre el futuro de la Nación y la acción de gobierno. Quizás sea una realidad que el “problema de España”, radique, como dice Laín Entralgo, en «la dramática inhabilidad de los españoles, para hacer de su patria, un país mínimamente satisfecho de su constitución política y social». Aquí sobran ciertas cosas y faltan otras; están de más la ambición, los intereses personales, la inadecuada financiación de campañas y partidos políticos, las CCAA y las diputaciones; y escasea el respeto y la participación, en cuanto se vota se olvidan; se precisa la reforma de la Ley Electoral que elimine injusticias y componendas postelectorales y propicie la gobernación incontestada de la mayoría, del más votado. Es necesario auspiciar la libertad y extirpar la prohibición y desarrollar la confianza, a fin de disminuir la incertidumbre y elaborar la democratización inserta en la voluntad popular como principio constitutivo del orden. La democracia ha sido violada y transformada en mansión por el ocupante; y la «comunidad», domeñada por la propaganda y a veces envilecida y atemorizada, coopera en silencio con un sentido incierto.
C. Mudarra
Democracia, -etim. de demos, pueblo y de kratos, autoridad- es una forma de organización de los pueblos, cuya característica predominante es que la titularidad del poder reside en la totalidad de sus gentes, haciendo que la toma de decisiones responda a la voluntad colectiva de la nación. Doctrina política favorable a la intervención del pueblo en el gobierno del Estado, define Nuestro Diccionario. Para Platón es el poder de la muchedumbre y para Aristóteles el gobierno de la "mayoría”. En democracia, las resoluciones nacionales han de ser tomadas por el cuerpo social a través de la intervención directa o indirecta que legítima a sus representantes. Supone, pues, un tipo de coexistencia social, en que todo ciudadano goza de libertad y de igualdad ante las leyes. Abraham Lincoln decía que es el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo (Gettysburg, 1863).
La democracia auténtica es un bien primordial que ha de preservar y robustecer la libertad y los derechos humanos y civiles, y suscitar la colaboración, la seguridad, el beneplácito y la concordia. Ha de hacer que el funcionamiento de las instituciones sea suficientemente abierto y transparente, mediante el incremento de su control democrático, para conseguir una subsidiariedad real. Es preciso que la sociedad civil, en todas sus áreas y niveles, se vea implicada en las iniciativas y contribuciones de los políticos y se sienta atraída e ilusionada por el trabajo y esfuerzo gubernamental dirigido honradamente a conseguir el bien común; el ciudadano quiere asistir a un proceso de abajo a arriba, desea que los dirigentes estén en servicio constante y no en ser servidos, que su motivación sean los problemas y preocupaciones del pueblo y que todos los organismos estatales funcionen con rigor y eficiencia, siempre con exquisito respeto a los intereses colectivos; y requiere, en fin, que de modo expedito brille la separación e independencia de los tres poderes del Estado.
No obstante, suele suceder que las mejores ideas en manos de los hombres se vician y envilecen. Y se producen "democracias autoritarias", encubiertas bajo el poder legitimado, que engendra unos diferentes ordenamientos, como la Plutocracia, preponderancia de los ricos y fuentes de riqueza; la Partitocracia, la primacía de los partidos políticos y la Oclocracia, la ignorancia popular sobre los aspectos políticos, económicos y sociales fundamentales o una enérgica acción demagógica; de ahí que la mayoría también puede errar en muchos de los casos.
El presente débito democrático sentido por los ciudadanos es expresión de la lejanía con que actúa la clase política y manifestación de su desencanto, al constatar que ellos no tienen la palabra decisiva sobre el futuro de la Nación y la acción de gobierno. Quizás sea una realidad que el “problema de España”, radique, como dice Laín Entralgo, en «la dramática inhabilidad de los españoles, para hacer de su patria, un país mínimamente satisfecho de su constitución política y social». Aquí sobran ciertas cosas y faltan otras; están de más la ambición, los intereses personales, la inadecuada financiación de campañas y partidos políticos, las CCAA y las diputaciones; y escasea el respeto y la participación, en cuanto se vota se olvidan; se precisa la reforma de la Ley Electoral que elimine injusticias y componendas postelectorales y propicie la gobernación incontestada de la mayoría, del más votado. Es necesario auspiciar la libertad y extirpar la prohibición y desarrollar la confianza, a fin de disminuir la incertidumbre y elaborar la democratización inserta en la voluntad popular como principio constitutivo del orden. La democracia ha sido violada y transformada en mansión por el ocupante; y la «comunidad», domeñada por la propaganda y a veces envilecida y atemorizada, coopera en silencio con un sentido incierto.
C. Mudarra
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