Botellones y fiestas sin mascarillas, la nueva normalidad de los jóvenes descerebrados españoles
El Estado y las familias, junto con esos jóvenes inmaduros y escasos de valores, son los culpables del desastre. El Estado, en manos de partidos políticos corruptos y plagados de mediocres y ladrones, ha procurado, desde hace décadas, embrutecer a las nuevas generaciones, privarlas de la capacidad de pensar y aborregarlas mediante un inmoral y sucio adoctrinamiento televisivo, al mismo tiempo que llenaba las escuelas, institutos y universidades de comisarios políticos que imponían una formación sin esfuerzo, la perdida de autoridad de los maestros y profesores y un ambiente que toleraba todos los excesos y que aprobaba a los alumnos sin exigirles demasiado. El objetivo bastardo y miserable de los gobiernos españoles ha sido criar borregos fáciles de dominar desde el poder, no a ciudadanos responsables capaces de pensar en libertad y de ser exigentes con el poder.
Las familias, por su parte, han colaborado eficientemente en ese profundo deterioro moral y educativos de las nuevas generaciones, a las que se ha mimado en exceso y no se les ha sabido inculcar y transmitir valores tan sólidos como la responsabilidad, el esfuerzo, la lealtad, el respeto y la libertad democrática, entendida como convivencia en paz y cooperación.
Esos jóvenes son los que llegaban a casa en la madrugada, en silencio, para sus padres no descubrieran que venían borrachos y cargados de drogas. Los padres colaboraban en ese deterioro, llenos de cobardía y sin enfrentarse a sus hijos, permitiendo que millones de jóvenes vivieran la noche y la madrugada en un ambiente libertino y descontrolado, en el que el alcohol, la droga y el sexo fácil tenían demasiado protagonismo.
El resultado de esa gran conspiración de políticos miserables y padres cobardes y permisivos ha sido letal. Generaciones de jóvenes que poseen títulos universitarios y oficios demasiado fáciles de conseguir, teóricamente preparados para competir en la vida, pero realmente llenos de deficiencias y carencias que los convirtieron en un ejercito de ineptos, inútiles y viciosos, preparados sobre todo para ser esclavos.
Muchos de esos jóvenes son expertos en botellones y trifulcas, los que reparten hamburguesas y hacen de camareros por toda Europa, muchos de ellos con títulos universitarios en el bolsillo, los que sueñan con ser funcionarios mejor que emprendedores, los que huyen del trabajo competitivo y los que en estos días están resucitando el coronavirus porque son incapaces de usar mascarillas, de guardar la distancia de seguridad y de cuidar a la sociedad de una pandemia que, por culpa de sus carencias y escaso valor cívico, vuelve a infectar a España, paralizando de nuevo la economía y conduciendo al país hacia la ruina y la muerte en masa.
Las generaciones de padres y abuelos de hoy se sienten orgullosas de haber protagonizado el despegue económico y la modernización de España, dentro de un sistema de libertades y derechos al que llamamos "democracia", pero también tenemos una cuota elevada de culpa por haber consentido y colaborado en la formación de multitudes de jóvenes capados y deficientes para la modernidad, fracasados en potencia, con escasa capacidad para ser libres, social y políticamente irresponsables, adictos a los sunsidios y ayudas del Estado y culpables de votar en las urnas a políticos tiranos y esclavizadores profesionales que nos conducen hacia la ruina y el fracaso como nación.
Francisco Rubiales
Las familias, por su parte, han colaborado eficientemente en ese profundo deterioro moral y educativos de las nuevas generaciones, a las que se ha mimado en exceso y no se les ha sabido inculcar y transmitir valores tan sólidos como la responsabilidad, el esfuerzo, la lealtad, el respeto y la libertad democrática, entendida como convivencia en paz y cooperación.
Esos jóvenes son los que llegaban a casa en la madrugada, en silencio, para sus padres no descubrieran que venían borrachos y cargados de drogas. Los padres colaboraban en ese deterioro, llenos de cobardía y sin enfrentarse a sus hijos, permitiendo que millones de jóvenes vivieran la noche y la madrugada en un ambiente libertino y descontrolado, en el que el alcohol, la droga y el sexo fácil tenían demasiado protagonismo.
El resultado de esa gran conspiración de políticos miserables y padres cobardes y permisivos ha sido letal. Generaciones de jóvenes que poseen títulos universitarios y oficios demasiado fáciles de conseguir, teóricamente preparados para competir en la vida, pero realmente llenos de deficiencias y carencias que los convirtieron en un ejercito de ineptos, inútiles y viciosos, preparados sobre todo para ser esclavos.
Muchos de esos jóvenes son expertos en botellones y trifulcas, los que reparten hamburguesas y hacen de camareros por toda Europa, muchos de ellos con títulos universitarios en el bolsillo, los que sueñan con ser funcionarios mejor que emprendedores, los que huyen del trabajo competitivo y los que en estos días están resucitando el coronavirus porque son incapaces de usar mascarillas, de guardar la distancia de seguridad y de cuidar a la sociedad de una pandemia que, por culpa de sus carencias y escaso valor cívico, vuelve a infectar a España, paralizando de nuevo la economía y conduciendo al país hacia la ruina y la muerte en masa.
Las generaciones de padres y abuelos de hoy se sienten orgullosas de haber protagonizado el despegue económico y la modernización de España, dentro de un sistema de libertades y derechos al que llamamos "democracia", pero también tenemos una cuota elevada de culpa por haber consentido y colaborado en la formación de multitudes de jóvenes capados y deficientes para la modernidad, fracasados en potencia, con escasa capacidad para ser libres, social y políticamente irresponsables, adictos a los sunsidios y ayudas del Estado y culpables de votar en las urnas a políticos tiranos y esclavizadores profesionales que nos conducen hacia la ruina y el fracaso como nación.
Francisco Rubiales
Comentarios: