Es tan penosa la situación política de Andalucía, sin alternancia ni esperanza, y tan débil la opción que ofrece al electorado el Partido Popular de Andalucía, que su líder, Javier Arenas, anda pidiendo "una oportunidad" por los mítines que su partido celebra en tierras andaluzas, durante la campaña electoral.
Dice Javier Arenas a los electores andaluces: "dadnos una oportunidad para que gobernemos y, si no lo hacemos bien, devolvernos a la oposición". Lo repite en un mitin tras otro, expresando así la frustración política de una Andalucía que, desde la muerte de Franco, no conoce otro gobierno que el socialista, sin que oposición de derechas haya sido capaz, nunca, de ofrecer una alternativa atractiva y fiable al electorado.
Pedir "una oportunidad" es típico de maletillas y toreros frustrados, desde que la pidió y la obtuvo Blas Romero, 'El Platanito', un novillero que llenaba las plazas de toros españolas allá por los años sesenta.
Javier Arenas, con su triste y hasta patética petición de una "oportunidad", plasma con claridad meridiana la situación política de Andalucía, donde, según los expertos, es prácticamente imposible que el PSOE pierda unas elecciones, gracias a su desmesurado poder y a las redes clientelares que ha sabido tejer en una sociedad que, aunque crece y progresa, sigue liderando el paro, el fracaso escolar y otros muchos rasgos negativos en los vagones de cola del tren de España.
La Junta de Andalucía es, con mucho, la primera empresa de Andalucía, el primer empleador y el poder más grande en la región, donde domina de manera implacable no sólo la política sino también la economía, ya sea desde su hipertrofiada Administración o a través de las subvenciones. Prácticamente la mitad del PIB andaluz depende, directa o indiurectamente, de las administraciones públicas, lo que hace de Andalucía la región de toda la Unión Europea donde el peso del Estado es mayor, alcanzando niveles cercanos al que tenían el Kremlin y el PCUS en la antigua Unión Soviética.
Dice Javier Arenas a los electores andaluces: "dadnos una oportunidad para que gobernemos y, si no lo hacemos bien, devolvernos a la oposición". Lo repite en un mitin tras otro, expresando así la frustración política de una Andalucía que, desde la muerte de Franco, no conoce otro gobierno que el socialista, sin que oposición de derechas haya sido capaz, nunca, de ofrecer una alternativa atractiva y fiable al electorado.
Pedir "una oportunidad" es típico de maletillas y toreros frustrados, desde que la pidió y la obtuvo Blas Romero, 'El Platanito', un novillero que llenaba las plazas de toros españolas allá por los años sesenta.
Javier Arenas, con su triste y hasta patética petición de una "oportunidad", plasma con claridad meridiana la situación política de Andalucía, donde, según los expertos, es prácticamente imposible que el PSOE pierda unas elecciones, gracias a su desmesurado poder y a las redes clientelares que ha sabido tejer en una sociedad que, aunque crece y progresa, sigue liderando el paro, el fracaso escolar y otros muchos rasgos negativos en los vagones de cola del tren de España.
La Junta de Andalucía es, con mucho, la primera empresa de Andalucía, el primer empleador y el poder más grande en la región, donde domina de manera implacable no sólo la política sino también la economía, ya sea desde su hipertrofiada Administración o a través de las subvenciones. Prácticamente la mitad del PIB andaluz depende, directa o indiurectamente, de las administraciones públicas, lo que hace de Andalucía la región de toda la Unión Europea donde el peso del Estado es mayor, alcanzando niveles cercanos al que tenían el Kremlin y el PCUS en la antigua Unión Soviética.
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