Susan Rose-Ackerman
Susan Rose-Ackerman, una de las más prestigiosas expertas mundiales en “corrupción”, Profesora y codirectora del Centro de Derecho, Economía y Políticas Públicas de la Universidad de Yale, ex consultora del Banco Mundial y autora de decenas de artículos y de libros, ha llegado a la conclusión de que “De acuerdo con los estudios estadísticos, la peor combinación, la que más alienta la corrupción, es la de un sistema político basado en un presidente con amplios poderes y legisladores elegidos por un sistema de representación proporcional”.
No es exactamente nuestro sistema político, pero es muy parecido y funciona bajo idénticos parámetros que el de España, donde la corrupción visible sube cada año, a pesar de que los corruptores y corruptos han aprendido a utilizar métodos “limpios” que difícilmente dejan huellas.
La doctora Ackerman estudió durante tres décadas la corrupción en todas sus variantes y formas: la institucional, la de pequeño calibre, la política, la empresarial, la de los capitalistas y la de los comunistas, y la de los sistemas parlamentarios y presidencialistas.
Es autora de dos libros de éxito: Corrupción, un estudio de economía política, de 1978, y el traducido a trece idiomas, incluido el chino, Corrupción y gobierno: causas, consecuencias y reforma, de 1999-, Rose-Ackerman es una de las mayores y más respetadas investigadoras del fenómeno de la corrupción en el mundo.
Ella advierte: "Hay que tener cuidado al escuchar lo que dicen los ciudadanos, porque ellos señalan sólo aquello con lo que chocan. La gente puede hablar de lo que vive, del policía que le pide unos pesos de coima. Pero está también la corrupción en los niveles altos, como en las privatizaciones y en las concesiones, a los que no llega la mayoría de los ciudadanos".
Especialmente interesante es su opinión sobre los partidos políticos, a los que señala como fuentes de corrupción. Dice que donde hay dos partidos políticos, se puede argumentar que ambos estarán deseosos de denunciar al rival, porque los votos que pierde uno los captura el otro. Pero donde hay cinco partidos, por ejemplo, y dos de ellos forman una coalición, el incentivo para denunciar actos de corrupción por parte de uno de los partidos opositores es menor, porque los beneficios de un gobierno debilitado se repartirían entre todos los partidos.
Sin embargo, Ackerman opina que la competencia política ayuda a disminuir la corrupción porque la oposición intenta descubrir actos de corrupción para usarlos en su campaña contra el partido de los gobernantes. Pero esa idea parte de la base de que los ciudadanos no ven las coimas como algo aceptable. Y a esto se suma una aclaración sobre la financiación de la política, porque si todos los partidos necesitan financiarse de manera ilegal, aquel principio se revierte. También depende de cómo sea la representación electoral. Si los legisladores son elegidos por distritos, los votantes pueden controlarlos de cerca, quizá demasiado de cerca. Pierden de vista el interés general, pero los controlan. La peor combinación, la que más alienta la corrupción, es la de un sistema político basado en un presidente con amplios poderes y legisladores elegidos por un sistema de representación proporcional.
Sobre la mejor receta para acabar con la corrupción, dice: “Debe haber gente en la cúspide que quiera cambiar. Es valioso tener grupos de la sociedad empujando los cambios, pero es necesario tener líderes políticos interesados en enfrentar la corrupción”. Añade Que el papel de los medios de comunicación y de los ciudadanos honestos es importante porque deben presionar de manera constructiva y acosar a los corruptos.
No es exactamente nuestro sistema político, pero es muy parecido y funciona bajo idénticos parámetros que el de España, donde la corrupción visible sube cada año, a pesar de que los corruptores y corruptos han aprendido a utilizar métodos “limpios” que difícilmente dejan huellas.
La doctora Ackerman estudió durante tres décadas la corrupción en todas sus variantes y formas: la institucional, la de pequeño calibre, la política, la empresarial, la de los capitalistas y la de los comunistas, y la de los sistemas parlamentarios y presidencialistas.
Es autora de dos libros de éxito: Corrupción, un estudio de economía política, de 1978, y el traducido a trece idiomas, incluido el chino, Corrupción y gobierno: causas, consecuencias y reforma, de 1999-, Rose-Ackerman es una de las mayores y más respetadas investigadoras del fenómeno de la corrupción en el mundo.
Ella advierte: "Hay que tener cuidado al escuchar lo que dicen los ciudadanos, porque ellos señalan sólo aquello con lo que chocan. La gente puede hablar de lo que vive, del policía que le pide unos pesos de coima. Pero está también la corrupción en los niveles altos, como en las privatizaciones y en las concesiones, a los que no llega la mayoría de los ciudadanos".
Especialmente interesante es su opinión sobre los partidos políticos, a los que señala como fuentes de corrupción. Dice que donde hay dos partidos políticos, se puede argumentar que ambos estarán deseosos de denunciar al rival, porque los votos que pierde uno los captura el otro. Pero donde hay cinco partidos, por ejemplo, y dos de ellos forman una coalición, el incentivo para denunciar actos de corrupción por parte de uno de los partidos opositores es menor, porque los beneficios de un gobierno debilitado se repartirían entre todos los partidos.
Sin embargo, Ackerman opina que la competencia política ayuda a disminuir la corrupción porque la oposición intenta descubrir actos de corrupción para usarlos en su campaña contra el partido de los gobernantes. Pero esa idea parte de la base de que los ciudadanos no ven las coimas como algo aceptable. Y a esto se suma una aclaración sobre la financiación de la política, porque si todos los partidos necesitan financiarse de manera ilegal, aquel principio se revierte. También depende de cómo sea la representación electoral. Si los legisladores son elegidos por distritos, los votantes pueden controlarlos de cerca, quizá demasiado de cerca. Pierden de vista el interés general, pero los controlan. La peor combinación, la que más alienta la corrupción, es la de un sistema político basado en un presidente con amplios poderes y legisladores elegidos por un sistema de representación proporcional.
Sobre la mejor receta para acabar con la corrupción, dice: “Debe haber gente en la cúspide que quiera cambiar. Es valioso tener grupos de la sociedad empujando los cambios, pero es necesario tener líderes políticos interesados en enfrentar la corrupción”. Añade Que el papel de los medios de comunicación y de los ciudadanos honestos es importante porque deben presionar de manera constructiva y acosar a los corruptos.
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