España sufre un acoso y derribo desde dos flancos vitales conectados entre sí: el avance del Islám y el acoso y derribo del idioma español. El socialismo (algún nombre es necesario para saber de qué hablamos) más bien es un clan que crece y prolifera alrededor de la abeja madre, un negocio basado en vender una ideología, que ya representa más al poder que al pueblo. Ya ni levantan el puño cuando tararean la Internacional (tal vez por temor a la SGAE) ¿Se avergüenzan?
Dos de los “leit motiv” de esta empresa son debilitar el idioma español como vehículo común de comunicación y anular y desacreditar cualquier vestigio del cristianismo, una religión ancestral española que, a pesar de los muchos errores de su jerarquía, les ha ganado siempre la partida.
Este socialismo a la antigua usanza que se vende en España, obsoleto y fracasado, es incapaz de camuflar su leninismo, aunque lo envuelva entre lazos y bombones. A base de decretos, quiere que todo signo cristiano desaparezca. La educación, que conduce a los alumnos al fracaso escolar, es su principal campo de batalla, y esos alumnos, que pasan curso con cuatro suspensos, con el cerebro lavado y siempre dependientes del Estado, a los que se les tolera la indisciplina y hasta el maltrato a profesores, son preparados como adeptos futuros, se les permite decidir en la adolescencia sobre la vida de un feto, un ser humano, aunque les prohibe comprar un cigarrillo.
El conglomerado denominado “progresista”, según sus decretos y actuaciones, prefiere una España islamizada a una España católica. La permisiva ley del aborto bajará todavía más el índice de natalidad español, situándolo por debajo de esos 2.1 hijos por pareja que garantizan la supervivencia, mientras que la población islámica, que prohíbe los abortos y medios anticonceptivos, reemplaza a la población autóctona a un rítmo endiablado.
Es fácil calcular los años de libertad que les quedan a estas “miembras progues” para que la población que viva en la España del futuro que ellas están creando les imponga el burka y la sharía. Es cuestión de aritmética. Algunas “miembras“ quedarían muy favorecidas, pero ¿qué opinan las feministas a ultranza y el partido socialista?
El otro drama de la marea "progre" es el acoso del español, el idioma común, permitido por el socialismo a cambio de contar con los votos del nacionalismo extremo y antiespañol, votos que necesita para seguir controlando el poder.
En Cataluña, donde hay ya más niños que se llaman Mohamed que Jordi, también corren el riesgo de ser víctimas pronto del integrismo islamista. En poco tiempo, la burguesía catalana verá asombrada como la población les exige que sus hijos estudien en árabe, tengan clases de religión musulmana y censuran hasta los impúdicos caganet. Y las sardanas, si se permiten, se tocarán con chirimía y los círculos serán por sexos separados. Aritmética, amables lectores.
En algún momento, el pueblo español deberá poner orden en esta situación kafkiana. Pero ni mucho menos podemos soñar que se solucionará con remiendos y parches. Sin medidas drásticas, España y el pueblo español tienen los días contados porque perecerá, víctima de su propia debilidad, como otras civilizaciones en el pasado.
Ligur
Dos de los “leit motiv” de esta empresa son debilitar el idioma español como vehículo común de comunicación y anular y desacreditar cualquier vestigio del cristianismo, una religión ancestral española que, a pesar de los muchos errores de su jerarquía, les ha ganado siempre la partida.
Este socialismo a la antigua usanza que se vende en España, obsoleto y fracasado, es incapaz de camuflar su leninismo, aunque lo envuelva entre lazos y bombones. A base de decretos, quiere que todo signo cristiano desaparezca. La educación, que conduce a los alumnos al fracaso escolar, es su principal campo de batalla, y esos alumnos, que pasan curso con cuatro suspensos, con el cerebro lavado y siempre dependientes del Estado, a los que se les tolera la indisciplina y hasta el maltrato a profesores, son preparados como adeptos futuros, se les permite decidir en la adolescencia sobre la vida de un feto, un ser humano, aunque les prohibe comprar un cigarrillo.
El conglomerado denominado “progresista”, según sus decretos y actuaciones, prefiere una España islamizada a una España católica. La permisiva ley del aborto bajará todavía más el índice de natalidad español, situándolo por debajo de esos 2.1 hijos por pareja que garantizan la supervivencia, mientras que la población islámica, que prohíbe los abortos y medios anticonceptivos, reemplaza a la población autóctona a un rítmo endiablado.
Es fácil calcular los años de libertad que les quedan a estas “miembras progues” para que la población que viva en la España del futuro que ellas están creando les imponga el burka y la sharía. Es cuestión de aritmética. Algunas “miembras“ quedarían muy favorecidas, pero ¿qué opinan las feministas a ultranza y el partido socialista?
El otro drama de la marea "progre" es el acoso del español, el idioma común, permitido por el socialismo a cambio de contar con los votos del nacionalismo extremo y antiespañol, votos que necesita para seguir controlando el poder.
En Cataluña, donde hay ya más niños que se llaman Mohamed que Jordi, también corren el riesgo de ser víctimas pronto del integrismo islamista. En poco tiempo, la burguesía catalana verá asombrada como la población les exige que sus hijos estudien en árabe, tengan clases de religión musulmana y censuran hasta los impúdicos caganet. Y las sardanas, si se permiten, se tocarán con chirimía y los círculos serán por sexos separados. Aritmética, amables lectores.
En algún momento, el pueblo español deberá poner orden en esta situación kafkiana. Pero ni mucho menos podemos soñar que se solucionará con remiendos y parches. Sin medidas drásticas, España y el pueblo español tienen los días contados porque perecerá, víctima de su propia debilidad, como otras civilizaciones en el pasado.
Ligur
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