Que Andalucía es tomada como pito de sereno, como pandereta, como ejemplo de cómo se supone no debe ser una comunidad, un pueblo, un conjunto de personas que aprovechamos la vida para verla pasar, lo tengo asumido, desde siempre.
Nos acusan de vagos, de flojos, maleantes, sinvergüenzas, malandrines, incluso nos tildan como animales de selva (palabras textuales, incluso marcan la línea que separa la libertad del desierto, Despeñaperros) . Al parecer somos el hermano tonto de la familia, o el mono simpático o el plebeyo sonriente o el bufón real de la corte, o eso creen, o eso dejamos que crean.
Andalucía es pueblo, región, comunidad, realidad y nación Tres mil años nos observan indiferentes a la península, al ciclo político que ha vivido España a lo largo de su historia, en la que permanecemos tan ausentes como deliberadamente callados, independientes al ritmo del resto de la patria, dormidos a la nana del norte, como si nos diera pena ver como se desmembra un país por amor a una historia que nunca existió, como si de verdad fuera más importante un título, una bandera, un estandarte que la complicidad entre amigos y hermanos de sangre, de raza, como si fuéramos un padre que se deja ganar por el hijo para que se sienta mejor.
A nadie le interesa que Andalucía crezca, eso también lo tengo claro. Aspiran de ella la mano de obra ( altamente cualificada, barata y eficiente), sus recursos naturales, su tierra y su dinero negro. A cambio nos compran con ayudas, subvenciones, abrazos y besitos, nos animan a seguir por un camino trazado desde arriba para que nunca seamos nada mas que nada, un simple pueblo llano que no debe alzar la voz, que no tiene derecho ni a voz ni a voto, que siempre es fiel al canalla que nos representa, sin que se le caiga la cara de vergüenza por vendernos como nos vende.
Desde pequeños nos animan a sentirnos inferiores, a despreciar nuestra cultura, nuestra lengua; habla bien, cateto, el flamenco es de gitanos, recoge las papas y véndelas a precio de coste a Carrefour, para que luego nos las cobren a precio de aceite, o de oro, y los beneficios se repartan entre todos y cada uno de los que nunca se sintieron andaluces.
Ignoro si la polémica de la opa de Endesa es tan grave como para poner un pais patas arriba. Sin embargo, nadie movió un dedo cuando absorbieron a Sevillana de Electricidad o a Cruzcampo. Aquí parece que no importa que Cataluña, o Madrid, o el País Vasco (nótese el retintín) se lleven los beneficios del sudor andaluz, ante la indiferencia de la Junta de Andalucía, de los partidos políticos que se supone nos representan y de los propios andaluces que, enseñados a ser mansedumbre, o podredumbre, o simples esclavos de ley y orden, de palabra, de sentimientos o de actos, nos ahoguemos en nuestra propia mierda y aplaudamos cual cronopio, pobrecito, tan verde, ante nuestra propia miseria.
Ahora bien, no provoquen, no malmetan, no nos puteen más y rezad a vuestros dioses particulares para que Andalucía no despierte, para que siga jodida y callada, como siempre, para que nadie nos enseñe que ocho millones de andaluces voten a alguien que quiera defender de verdad las ideas y los valores de su propio pueblo, porque si Cataluña arma la que arma con quince escaños en el parlamento… ¿ Se imaginan que podríamos hacer nosotros con una fuerza política de sesenta escaños, que son los que realmente nos pertenecen?
Pues eso, que pasen de largo, que nos tiren pistachos y, por lo que les conviene, nos dejan tranquilos, nos apartan de sus estatutos revolucionarios, sus miserias políticas, sus malas artes y su pocas mierdas… ¿ está claro?
Canaan
Nos acusan de vagos, de flojos, maleantes, sinvergüenzas, malandrines, incluso nos tildan como animales de selva (palabras textuales, incluso marcan la línea que separa la libertad del desierto, Despeñaperros) . Al parecer somos el hermano tonto de la familia, o el mono simpático o el plebeyo sonriente o el bufón real de la corte, o eso creen, o eso dejamos que crean.
Andalucía es pueblo, región, comunidad, realidad y nación Tres mil años nos observan indiferentes a la península, al ciclo político que ha vivido España a lo largo de su historia, en la que permanecemos tan ausentes como deliberadamente callados, independientes al ritmo del resto de la patria, dormidos a la nana del norte, como si nos diera pena ver como se desmembra un país por amor a una historia que nunca existió, como si de verdad fuera más importante un título, una bandera, un estandarte que la complicidad entre amigos y hermanos de sangre, de raza, como si fuéramos un padre que se deja ganar por el hijo para que se sienta mejor.
A nadie le interesa que Andalucía crezca, eso también lo tengo claro. Aspiran de ella la mano de obra ( altamente cualificada, barata y eficiente), sus recursos naturales, su tierra y su dinero negro. A cambio nos compran con ayudas, subvenciones, abrazos y besitos, nos animan a seguir por un camino trazado desde arriba para que nunca seamos nada mas que nada, un simple pueblo llano que no debe alzar la voz, que no tiene derecho ni a voz ni a voto, que siempre es fiel al canalla que nos representa, sin que se le caiga la cara de vergüenza por vendernos como nos vende.
Desde pequeños nos animan a sentirnos inferiores, a despreciar nuestra cultura, nuestra lengua; habla bien, cateto, el flamenco es de gitanos, recoge las papas y véndelas a precio de coste a Carrefour, para que luego nos las cobren a precio de aceite, o de oro, y los beneficios se repartan entre todos y cada uno de los que nunca se sintieron andaluces.
Ignoro si la polémica de la opa de Endesa es tan grave como para poner un pais patas arriba. Sin embargo, nadie movió un dedo cuando absorbieron a Sevillana de Electricidad o a Cruzcampo. Aquí parece que no importa que Cataluña, o Madrid, o el País Vasco (nótese el retintín) se lleven los beneficios del sudor andaluz, ante la indiferencia de la Junta de Andalucía, de los partidos políticos que se supone nos representan y de los propios andaluces que, enseñados a ser mansedumbre, o podredumbre, o simples esclavos de ley y orden, de palabra, de sentimientos o de actos, nos ahoguemos en nuestra propia mierda y aplaudamos cual cronopio, pobrecito, tan verde, ante nuestra propia miseria.
Ahora bien, no provoquen, no malmetan, no nos puteen más y rezad a vuestros dioses particulares para que Andalucía no despierte, para que siga jodida y callada, como siempre, para que nadie nos enseñe que ocho millones de andaluces voten a alguien que quiera defender de verdad las ideas y los valores de su propio pueblo, porque si Cataluña arma la que arma con quince escaños en el parlamento… ¿ Se imaginan que podríamos hacer nosotros con una fuerza política de sesenta escaños, que son los que realmente nos pertenecen?
Pues eso, que pasen de largo, que nos tiren pistachos y, por lo que les conviene, nos dejan tranquilos, nos apartan de sus estatutos revolucionarios, sus miserias políticas, sus malas artes y su pocas mierdas… ¿ está claro?
Canaan
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