(¡MÁS VALE TARDE QUE NUNCA!)
Ayer, a partir de las siete de la tarde, comencé a agavillar los renglones torcidos que pretendía que conformaran el artículo que había proyectado titular “Y Zapatero, tan campante, sigue de vacaciones en Doñana”, subtitular “¡Qué poca vergüenza!” y que decía y dice así:
“Irritarse por un reproche es reconocer que se ha merecido”.
Publio Cornelio Tácito
“Sí, desocupado lector, ¡qué poca vergüenza!; ¡qué bochorno!; porque a servidor, E. S. O., un andoba de Cornago, en el caso (o) supuesto de que algún deudo o amigo suyo hubiera sido (por alguna de las malhadadas ideas pergeñadas por las alimañas de rigor o siempre, las del hacha y la sierpe) víctima mortal del execrable atentado cometido por ETA recientemente en Barajas, le hubiera gustado la tira y reconfortado un montón que el mandamás del Gabinete hubiese hecho el esfuerzo de hacer acto de presencia (donde estuviéramos reunidos quienes le queríamos) y permanecer un rato a la vera de nosotros, los familiares y seres más allegados de los fallecidos o desaparecidos tras la brutal deflagración; en la ardua y dura realidad, Carlos Alonso Palate (cuyos restos mortales fueron hallados ayer) y Diego Armando Estacio, los dos inmigrantes ecuatorianos, sí, mas personas, como el presidente del Gobierno de España, usted (no sé si tan despreocupado como el mentado mandatario), lector, y yo.
“No puedo entender (porque no me entra en la cocorota que gasto) que el jefe del Ejecutivo español, acontecido el enésimo, más cercano en el tiempo y bárbaro atentado cometido por ETA el sábado pasado, 30 de diciembre de 2006, en el aparcamiento de la T-4 del aeropuerto de Barajas, tras suspender sus vacaciones en el parque de Doñana al objeto de suspender, a su vez, el “proceso”, regresara al susodicho parque (donde las continúa), como si no hubiera pasado nada. Desde luego, ¡qué inopia de solidaridad! ¡Qué falta de sensibilidad! ¡Qué ausencia de empatía! No me extraña nada de nada que, desde el sábado pasado y en los posteriores días hayamos sido legión los españoles que hemos suspendido clamorosamente a nuestro presidente de Gobierno.
“Si un político no es capaz de hacer el denuedo intelectual de ponerse en el lugar o la piel de los deudos y amigos de una víctima mortal de un atentado terrorista, acaso no valga para político. Ergo, lamento mucho tener que decírselo así, de esta guisa tan cruda, a don José Luis Rodríguez Zapatero, jefe del Ejecutivo de mi país, pero éste debería preguntarse sin falta si realmente vale, se considera capacitado, reúne y/o cumple las condiciones mínimas, necesarias, imprescindibles, para ejercer las tareas propias y que tienen asignadas cualesquiera representantes del pueblo. Acaso el grueso de las funciones y el resto de las obligaciones que lleva aparejadas el cargo de presidente del Gobierno le vengan grandes.
“Como puede comprobar, desocupado lector, le hago caso total, completo (irónicamente hablando, por supuesto) al secretario de Organización del PSOE, José Blanco, quien vino a decirnos a cuantos somos críticos con todo y con todos, con nosotros mismos también, que no es tiempo de reproches.
“Quisiera coronar esta urdidura aseverando que acabo de hacer lo que me pedía el cuerpo: pergeñar y urdir las verdades del barquero (y es que, como dejó grabadas en letras de molde Antonio Machado, “la verdad es la verdad; dígala Agamenón o su porquero”) y soltarlas, proferirlas o airearlas a bote pronto, donde y cuando fuera, siempre que vinieran pintiparadas, a tiempo y cuento, durante una reunión de amigos o a los postres de una comida familiar, verbigracia”.
Ayer, en las noticias de las nueve de la noche, pude comprobar que el mandamás del Gabinete de la Nación (¡más vale tarde que nunca!) había tenido el gesto de acercarse al hotel donde estaban hospedados los deudos de Carlos Alonso Palate (cuyo cadáver se había encontrado) y Diego Armando Estacio, para darles el preceptivo pésame a los primeros y abrazar a los segundos.
A pesar del inconcuso mentís o varapalo que la realidad vino a dar ayer al citado escrito, no creo que buena parte de los renglones que componen el texto recogido arriba hayan quedado convertidos súbitamente, por arte de magia, en papel mojado, en obsoletos.
E. S. O., un andoba de Cornago
Ayer, a partir de las siete de la tarde, comencé a agavillar los renglones torcidos que pretendía que conformaran el artículo que había proyectado titular “Y Zapatero, tan campante, sigue de vacaciones en Doñana”, subtitular “¡Qué poca vergüenza!” y que decía y dice así:
“Irritarse por un reproche es reconocer que se ha merecido”.
Publio Cornelio Tácito
“Sí, desocupado lector, ¡qué poca vergüenza!; ¡qué bochorno!; porque a servidor, E. S. O., un andoba de Cornago, en el caso (o) supuesto de que algún deudo o amigo suyo hubiera sido (por alguna de las malhadadas ideas pergeñadas por las alimañas de rigor o siempre, las del hacha y la sierpe) víctima mortal del execrable atentado cometido por ETA recientemente en Barajas, le hubiera gustado la tira y reconfortado un montón que el mandamás del Gabinete hubiese hecho el esfuerzo de hacer acto de presencia (donde estuviéramos reunidos quienes le queríamos) y permanecer un rato a la vera de nosotros, los familiares y seres más allegados de los fallecidos o desaparecidos tras la brutal deflagración; en la ardua y dura realidad, Carlos Alonso Palate (cuyos restos mortales fueron hallados ayer) y Diego Armando Estacio, los dos inmigrantes ecuatorianos, sí, mas personas, como el presidente del Gobierno de España, usted (no sé si tan despreocupado como el mentado mandatario), lector, y yo.
“No puedo entender (porque no me entra en la cocorota que gasto) que el jefe del Ejecutivo español, acontecido el enésimo, más cercano en el tiempo y bárbaro atentado cometido por ETA el sábado pasado, 30 de diciembre de 2006, en el aparcamiento de la T-4 del aeropuerto de Barajas, tras suspender sus vacaciones en el parque de Doñana al objeto de suspender, a su vez, el “proceso”, regresara al susodicho parque (donde las continúa), como si no hubiera pasado nada. Desde luego, ¡qué inopia de solidaridad! ¡Qué falta de sensibilidad! ¡Qué ausencia de empatía! No me extraña nada de nada que, desde el sábado pasado y en los posteriores días hayamos sido legión los españoles que hemos suspendido clamorosamente a nuestro presidente de Gobierno.
“Si un político no es capaz de hacer el denuedo intelectual de ponerse en el lugar o la piel de los deudos y amigos de una víctima mortal de un atentado terrorista, acaso no valga para político. Ergo, lamento mucho tener que decírselo así, de esta guisa tan cruda, a don José Luis Rodríguez Zapatero, jefe del Ejecutivo de mi país, pero éste debería preguntarse sin falta si realmente vale, se considera capacitado, reúne y/o cumple las condiciones mínimas, necesarias, imprescindibles, para ejercer las tareas propias y que tienen asignadas cualesquiera representantes del pueblo. Acaso el grueso de las funciones y el resto de las obligaciones que lleva aparejadas el cargo de presidente del Gobierno le vengan grandes.
“Como puede comprobar, desocupado lector, le hago caso total, completo (irónicamente hablando, por supuesto) al secretario de Organización del PSOE, José Blanco, quien vino a decirnos a cuantos somos críticos con todo y con todos, con nosotros mismos también, que no es tiempo de reproches.
“Quisiera coronar esta urdidura aseverando que acabo de hacer lo que me pedía el cuerpo: pergeñar y urdir las verdades del barquero (y es que, como dejó grabadas en letras de molde Antonio Machado, “la verdad es la verdad; dígala Agamenón o su porquero”) y soltarlas, proferirlas o airearlas a bote pronto, donde y cuando fuera, siempre que vinieran pintiparadas, a tiempo y cuento, durante una reunión de amigos o a los postres de una comida familiar, verbigracia”.
Ayer, en las noticias de las nueve de la noche, pude comprobar que el mandamás del Gabinete de la Nación (¡más vale tarde que nunca!) había tenido el gesto de acercarse al hotel donde estaban hospedados los deudos de Carlos Alonso Palate (cuyo cadáver se había encontrado) y Diego Armando Estacio, para darles el preceptivo pésame a los primeros y abrazar a los segundos.
A pesar del inconcuso mentís o varapalo que la realidad vino a dar ayer al citado escrito, no creo que buena parte de los renglones que componen el texto recogido arriba hayan quedado convertidos súbitamente, por arte de magia, en papel mojado, en obsoletos.
E. S. O., un andoba de Cornago