A Elena, mi dilecta cuñada encinta, porque hoy, miércoles, catorce de noviembre de dos mil siete, cumple años; ergo, con cariño y de todo corazón, ¡muchas felicidades!
Aquí, en España, a servidor le cansa escuchar, por activa y por pasiva, aquello de Ramón de Campoamor (de que “en este mundo traidor, / nada es verdad ni es mentira; / todo es según el color / del cristal con que se mira”), que, entera o parcialmente, con otros vocablos, más o menos parecidos, ya había sido urdido o proferido antes por otros autores castellanos, verbigracia, Jorge Manrique y Pedro Calderón de la Barca. Pero sigue siendo una certeza, aunque el cristal sea incoloro.
Aquí, en España, al menda lerenda (usted ya sabe, desocupado lector, para unos, E. S. O., un andoba de Cornago; Otramotro, para otros) ya le causa hartazgo escuchar por doquier que a la opinión pública y publicada de este país, esto es, al ciudadano medio o de a pie, le gusta la bronca y llamarle al adversario ideológico o contrario político el insulto que resulta de la transposición de sus letras, quiero decir, de su anagrama, que puede formarse fácilmente partiendo en dos la voz sobredicha, haciendo que la primera sílaba pase a ser la segunda y viceversa.
En la XVII Cumbre Iberoamericana, celebrada en Santiago de Chile, lo que yo comprobé y observo, cada vez que vuelvo a ver por televisión las imágenes, es que, antes de que el jefe del Estado de España, el rey Juan Carlos I, ahíto, suelte por su mui el ya celebérrimo “¿pero por qué no te callas?” a Hugo Chávez, es éste, que no está en el uso de la palabra, por eso apenas se le escucha, porque tiene el micrófono cerrado, el que impide, una y otra vez, que el jefe del Gobierno español, el profeta del talante (y en la susodicha cumbre volvió a dar otra muestra más de ello) y flemático José Luis Rodríguez Zapatero, pueda aducir su argumento o razón impecable; cosa que logró hacer cuando el presidente venezolano, por fin, guardó silencio. Tal cosa vi y tal cosa veo. Como lo viví y vivo lo cuento.
Cada quien es muy libre de criticar lo que crea o vea que es criticable, pero algunas de las tales, concretamente, las vertidas por el coordinador general de IU, Gaspar Llamazares, y el responsable de Relaciones Internacionales de la misma y mentada formación, Willy Meyer, me han parecido especialmente marradas.
Ahora bien, me gustaría asimismo añadir que yo también puedo estar errado. Precisamente, por tal razón, acabo de urdirle a mi amiga Cristina, la charrúa, lo siguiente: “Entiendo que se puede hablar de todo, querida, siempre que aceptemos que podemos estar equivocados y el otro, amigo, adversario o contrario, puede estar en lo cierto y enseñarnos, sin tener que llegar a ensañarnos con él ni él con nosotros”.
Ángel Sáez García
Aquí, en España, a servidor le cansa escuchar, por activa y por pasiva, aquello de Ramón de Campoamor (de que “en este mundo traidor, / nada es verdad ni es mentira; / todo es según el color / del cristal con que se mira”), que, entera o parcialmente, con otros vocablos, más o menos parecidos, ya había sido urdido o proferido antes por otros autores castellanos, verbigracia, Jorge Manrique y Pedro Calderón de la Barca. Pero sigue siendo una certeza, aunque el cristal sea incoloro.
Aquí, en España, al menda lerenda (usted ya sabe, desocupado lector, para unos, E. S. O., un andoba de Cornago; Otramotro, para otros) ya le causa hartazgo escuchar por doquier que a la opinión pública y publicada de este país, esto es, al ciudadano medio o de a pie, le gusta la bronca y llamarle al adversario ideológico o contrario político el insulto que resulta de la transposición de sus letras, quiero decir, de su anagrama, que puede formarse fácilmente partiendo en dos la voz sobredicha, haciendo que la primera sílaba pase a ser la segunda y viceversa.
En la XVII Cumbre Iberoamericana, celebrada en Santiago de Chile, lo que yo comprobé y observo, cada vez que vuelvo a ver por televisión las imágenes, es que, antes de que el jefe del Estado de España, el rey Juan Carlos I, ahíto, suelte por su mui el ya celebérrimo “¿pero por qué no te callas?” a Hugo Chávez, es éste, que no está en el uso de la palabra, por eso apenas se le escucha, porque tiene el micrófono cerrado, el que impide, una y otra vez, que el jefe del Gobierno español, el profeta del talante (y en la susodicha cumbre volvió a dar otra muestra más de ello) y flemático José Luis Rodríguez Zapatero, pueda aducir su argumento o razón impecable; cosa que logró hacer cuando el presidente venezolano, por fin, guardó silencio. Tal cosa vi y tal cosa veo. Como lo viví y vivo lo cuento.
Cada quien es muy libre de criticar lo que crea o vea que es criticable, pero algunas de las tales, concretamente, las vertidas por el coordinador general de IU, Gaspar Llamazares, y el responsable de Relaciones Internacionales de la misma y mentada formación, Willy Meyer, me han parecido especialmente marradas.
Ahora bien, me gustaría asimismo añadir que yo también puedo estar errado. Precisamente, por tal razón, acabo de urdirle a mi amiga Cristina, la charrúa, lo siguiente: “Entiendo que se puede hablar de todo, querida, siempre que aceptemos que podemos estar equivocados y el otro, amigo, adversario o contrario, puede estar en lo cierto y enseñarnos, sin tener que llegar a ensañarnos con él ni él con nosotros”.
Ángel Sáez García