Todos han ganado las elecciones y todos han perdido. Ni PP ni PSOE han arrastrado esos dos millones que dan la mayoría victoriosa. La cosa está casi igual. Cierto que el PP, que ha obtenido más de 160.000 votos que el otro, es vencedor y afianza las posibilidades de cambio, al confirmar, de modo inapelable, una tendencia en las preferencias del electorado; el éxito en varia regiones, como Valencia de gran valor estratégico lo refuerza de cara a las generales. Los verdaderos triunfadores son Aguirre y Gallardón en Madrid, con dos mayorías absolutas, más amplias que nunca; y es la Batasuna que se sienta en veinticinco municipios vascos y el PSOE por concejales. Y se ha puesto en cabeza el gran partido de la abstención y del “voto en blanco”, más del cuarenta por ciento del electorado del hastío, del cansancio y el rechazo. Han perdido las gentes de Vitoria y de Navarra, no vieron los nubarrones que se cernían o miraban otros cielos.
Ahora, vienen las componendas postelectorales, siempre interesadas, a veces producto de rencillas personales, y siempre contra el ciudadano que marcó el rumbo y no se respeta. Ganando el PP en muchas ciudades y pueblos, como en siete capitales andaluzas y en Marbella, Torremolinos, Gaudix o Motril, llegan los pactos y no gobierna. Es perentorio reformar la Ley Electoral, debe gobernar y hacer alianzas el más votado. Se evidencia también que Rajoy y su equipo nombrado a dedo, no arrastra. Es un Congreso y aún la militancia los que han de elegir democráticamente las directivas de los partidos. Se comprueba que los dos partidos mayoritarios tienen su cuota fija de siete y pico millones de incondicionales, pero son insuficientes para el gran golpetazo.
El PP tiene claro el indicador de su camino en el hecho de Madrid. La señora Esperanza es la definida esperanza y el gran Alcalde el referente de la labor que conviene a los populares; sus formas, mensajes y política son los fermentos que traen las glorias absolutas. Es verdad que, tras el ataque continuo de derribo y exterminio a que lo han sometido los zapateristas con sus mentiras y crispación, ha mantenido digno su proyecto; pero, no ha trasmitido el entusiasmo. Ha de dejar ciertos tonos y discursos, desechar el bagaje de elementos y personajes que huelen a la nectarina del pasado aznarista. Hoy, en esta modernidad inconsútil y ligera, el ayer ya es pretérito. Ha de deshacerse de ese ayer y venir a lo nuevo, ha de renovarse.
El PSOE sigue, se mantiene, gana en número de concejales y también lo celebra. Con esa política desastrosa y nefasta, no han huido sus partidarios. Hay un porcentaje seguro, defensor a ciegas, tendido, contento y acrítico. Lo que Zapatero diga y haga es correcto y, si no lo es, se le da la vuelta y se presenta a conveniencia. Pero la cuestión la tiene en llegar a los descontentos, despechados y desairados; esos ya no volverán. Zapatero puede entrar en reflexión sobre su acción de gobierno, pero los descosidos no se reponen. Su propio diario el “País” le advierte, refiriéndose al PP, al que tilda de “un partido sin aliados para gobernar”, que estas “municipales pueden ser un macrosondeo indicativo de las inclinaciones del electorado; cualquier complacencia de los socialistas estaría por ello fuera de lugar”.
Los clarines han cesado, el gasto enorme e inútil volado y nosotros a callar y andar, a ver y esperar.
Camilo Valverde Mudarra
Ahora, vienen las componendas postelectorales, siempre interesadas, a veces producto de rencillas personales, y siempre contra el ciudadano que marcó el rumbo y no se respeta. Ganando el PP en muchas ciudades y pueblos, como en siete capitales andaluzas y en Marbella, Torremolinos, Gaudix o Motril, llegan los pactos y no gobierna. Es perentorio reformar la Ley Electoral, debe gobernar y hacer alianzas el más votado. Se evidencia también que Rajoy y su equipo nombrado a dedo, no arrastra. Es un Congreso y aún la militancia los que han de elegir democráticamente las directivas de los partidos. Se comprueba que los dos partidos mayoritarios tienen su cuota fija de siete y pico millones de incondicionales, pero son insuficientes para el gran golpetazo.
El PP tiene claro el indicador de su camino en el hecho de Madrid. La señora Esperanza es la definida esperanza y el gran Alcalde el referente de la labor que conviene a los populares; sus formas, mensajes y política son los fermentos que traen las glorias absolutas. Es verdad que, tras el ataque continuo de derribo y exterminio a que lo han sometido los zapateristas con sus mentiras y crispación, ha mantenido digno su proyecto; pero, no ha trasmitido el entusiasmo. Ha de dejar ciertos tonos y discursos, desechar el bagaje de elementos y personajes que huelen a la nectarina del pasado aznarista. Hoy, en esta modernidad inconsútil y ligera, el ayer ya es pretérito. Ha de deshacerse de ese ayer y venir a lo nuevo, ha de renovarse.
El PSOE sigue, se mantiene, gana en número de concejales y también lo celebra. Con esa política desastrosa y nefasta, no han huido sus partidarios. Hay un porcentaje seguro, defensor a ciegas, tendido, contento y acrítico. Lo que Zapatero diga y haga es correcto y, si no lo es, se le da la vuelta y se presenta a conveniencia. Pero la cuestión la tiene en llegar a los descontentos, despechados y desairados; esos ya no volverán. Zapatero puede entrar en reflexión sobre su acción de gobierno, pero los descosidos no se reponen. Su propio diario el “País” le advierte, refiriéndose al PP, al que tilda de “un partido sin aliados para gobernar”, que estas “municipales pueden ser un macrosondeo indicativo de las inclinaciones del electorado; cualquier complacencia de los socialistas estaría por ello fuera de lugar”.
Los clarines han cesado, el gasto enorme e inútil volado y nosotros a callar y andar, a ver y esperar.
Camilo Valverde Mudarra