Sí, sin duda, en contra de la inopia ética/estética e intelectual.
En “Tiempo de silencio”, Luis Martín-Santos disecciona la realidad, que es la que es, la que él ve, con un escalpelo sutilísimo, que acompaña de una perorata barroca. En dicha novela, la anécdota se metamorfosea en un discurso propio de categoría, en el que, a su vez, los pormenores de aquélla son vistos con lentes legendarios y observados a través de cristales filosófico-míticos.
Las figuras literarias, muy abundantes, campan o campean a sus anchas, como copiosas gotas de fina lluvia, calabobos necesario para poder burlar con éxito la censura (aunque no del todo), criticar el régimen político y, de paso, denunciar los desmanes de la sociedad de su tiempo.
Martín-Santos incorpora a “Tiempo de silencio” buena parte de las técnicas y los procedimientos narrativos que habían surcado con fuerza las páginas de las muestras más emblemáticas de la novelística contemporánea, urdidas durante el primer tercio del siglo XX.
La novela, en síntesis, cuenta las desventuras del protagonista, Pedro, un joven investigador médico, siguiendo el esquema típico, tópico y clásico del periplo del héroe homérico, tal como cuarenta años atrás, mutatis mutandis, había hecho James Joyce en su “Ulysses”.
E. S. O., un andoba de Cornago
En “Tiempo de silencio”, Luis Martín-Santos disecciona la realidad, que es la que es, la que él ve, con un escalpelo sutilísimo, que acompaña de una perorata barroca. En dicha novela, la anécdota se metamorfosea en un discurso propio de categoría, en el que, a su vez, los pormenores de aquélla son vistos con lentes legendarios y observados a través de cristales filosófico-míticos.
Las figuras literarias, muy abundantes, campan o campean a sus anchas, como copiosas gotas de fina lluvia, calabobos necesario para poder burlar con éxito la censura (aunque no del todo), criticar el régimen político y, de paso, denunciar los desmanes de la sociedad de su tiempo.
Martín-Santos incorpora a “Tiempo de silencio” buena parte de las técnicas y los procedimientos narrativos que habían surcado con fuerza las páginas de las muestras más emblemáticas de la novelística contemporánea, urdidas durante el primer tercio del siglo XX.
La novela, en síntesis, cuenta las desventuras del protagonista, Pedro, un joven investigador médico, siguiendo el esquema típico, tópico y clásico del periplo del héroe homérico, tal como cuarenta años atrás, mutatis mutandis, había hecho James Joyce en su “Ulysses”.
E. S. O., un andoba de Cornago