El primer teniente de alcalde de Sevilla, Antonio Rodrigo Torrijos, comunista y miembro de Izquierda Unida, ha decidido que no responderá a las preguntas de los periodistas en sus comparecencias públicas y advierte que sólo contestará sobre el tema para el que hayan sido convocados. Parece que sus correligionarios en el Ayuntamiento sevillano pretenden seguir su ejemplo.
Alguien debería explicarle a Torrijos que responder a las preguntas de la prensa, en democracia, no es una opción sino una obligación para un político demócrata. La prensa, en democracia, desempeña dos misiones imprescindibles: la primera es informar y crear opinión; la segunda es fiscalizar a los poderes públicos a través de sus preguntas, investigaciones e informaciones. El poder público, por su parte, tiene que ser transparente y rendir cuentas a la ciudadanía, si quiere ser legítimo.
Con su decisión de no responder a las demandas de la prensa, que interroga en nombre del pueblo soberano, Torrijos impide que los ciudadanos conozcan cosas que deben saberse por razones de salud pública, como cuanto ganan realmente sus representantes políticos (no el sueldo que declaran sino el que reciben finalmente tras sumar las cantidades camufladas), a qué colegios llevan a sus hijos, quienes se benefician con los contratos y concesiones, qué personas son contratadas, cómo se utiliza el dinero público, si existe o no corrupción, etc.
Ayer, por ejemplo, se negó a hablar del sueldo asignado al vicegerente de urbanismo, que es de 156.000 euros, teóricamente más del doble que el Alcalde, aunque nadie se cree que el primer regidor persiba sólo lo que declara.
La actualidad sevillana demuestra cada día, como en otros muchos puntos de España, que la democracia se bate en retirada, dejando el espacio libre para que lo ocupen oligarcas sin demasiados escrúpulas y sin control ciudadano.
Con su actitud ante la prensa, propia de los discípulos de Lenín, que siempre consideraron al periodista como un "agitador de masas al servicio del partido", el primer teniente de alcalde demuestra ser, en la práctica, casi tan demócrata como un tanque ruso entrando en Budapest o Praga.
Alguien debería explicarle a Torrijos que responder a las preguntas de la prensa, en democracia, no es una opción sino una obligación para un político demócrata. La prensa, en democracia, desempeña dos misiones imprescindibles: la primera es informar y crear opinión; la segunda es fiscalizar a los poderes públicos a través de sus preguntas, investigaciones e informaciones. El poder público, por su parte, tiene que ser transparente y rendir cuentas a la ciudadanía, si quiere ser legítimo.
Con su decisión de no responder a las demandas de la prensa, que interroga en nombre del pueblo soberano, Torrijos impide que los ciudadanos conozcan cosas que deben saberse por razones de salud pública, como cuanto ganan realmente sus representantes políticos (no el sueldo que declaran sino el que reciben finalmente tras sumar las cantidades camufladas), a qué colegios llevan a sus hijos, quienes se benefician con los contratos y concesiones, qué personas son contratadas, cómo se utiliza el dinero público, si existe o no corrupción, etc.
Ayer, por ejemplo, se negó a hablar del sueldo asignado al vicegerente de urbanismo, que es de 156.000 euros, teóricamente más del doble que el Alcalde, aunque nadie se cree que el primer regidor persiba sólo lo que declara.
La actualidad sevillana demuestra cada día, como en otros muchos puntos de España, que la democracia se bate en retirada, dejando el espacio libre para que lo ocupen oligarcas sin demasiados escrúpulas y sin control ciudadano.
Con su actitud ante la prensa, propia de los discípulos de Lenín, que siempre consideraron al periodista como un "agitador de masas al servicio del partido", el primer teniente de alcalde demuestra ser, en la práctica, casi tan demócrata como un tanque ruso entrando en Budapest o Praga.
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