Tras las negativas de Alfonso Guerra, Rafael Escuredo y otros, el PSOE tuvo que designar candidato a la alcaldía de Sevilla a Alfredo Sánchez Monteseirín, el actual alcalde, personaje impopular y desacreditado del que se dice que restará "casi diez puntos" a su partido en las urnas.
La "Batalla de Sevilla", previa a la de Madrid, donde el PSOE todavía busca a un candidato capaz de enfrentarse a Alberto Ruíz Gallardón, no ha sido menos tensa ni traumática que la madrileña, aunque se ha desarrollado lejos de las cámaras y de la atención de un periodismo que, en el sur, está más "controlado".
Rafael Escuredo, primer presidente socialista de la Junta de Andalucía y actualmente al frente de un próspero despacho jurídico, dijo finalmente "no", tras haber sido tentado con insistencia por su partido. De él es la frase "en política, regresar cuesta tanto como irse".
Lo mismo ocurrió con Alfonso Guerra, quien, según fuentes socialistas, tras recibir presiones muy intensas para que aceptara, puso como condición ineludible para aceptar que el actual presidente de la Junta, Manuel Chaves, anunciase públicamente la fecha en que dejaría su actual cargo. Cuando Chaves se negó a hacerlo, Guerra pronunció el "no".
Tanto Guerra como Escuredo funcionaban en las encuestas y "aseguraban" la importante alcaldía de Sevilla, la única que los socialistas controlan entre las capitales andaluzas. Por el contrario, la candidatura del actual alcalde, enfrentado a sectores y a barrios enteros y con una imagen pública muy dañada, es toda una aventura.
Hubo más candidaturas, pero algunos no prosperaron porque carecían de atractivo y otros porque los señalados se negaron a aceptar. "Ha sido una batalla terrible", nos dijo recientemente un dirigente socialista andaluz, quien agregó que la elección del candidato de Sevilla "fue tan traumática como lo está siendo en Madrid".
La "Batalla de Sevilla", previa a la de Madrid, donde el PSOE todavía busca a un candidato capaz de enfrentarse a Alberto Ruíz Gallardón, no ha sido menos tensa ni traumática que la madrileña, aunque se ha desarrollado lejos de las cámaras y de la atención de un periodismo que, en el sur, está más "controlado".
Rafael Escuredo, primer presidente socialista de la Junta de Andalucía y actualmente al frente de un próspero despacho jurídico, dijo finalmente "no", tras haber sido tentado con insistencia por su partido. De él es la frase "en política, regresar cuesta tanto como irse".
Lo mismo ocurrió con Alfonso Guerra, quien, según fuentes socialistas, tras recibir presiones muy intensas para que aceptara, puso como condición ineludible para aceptar que el actual presidente de la Junta, Manuel Chaves, anunciase públicamente la fecha en que dejaría su actual cargo. Cuando Chaves se negó a hacerlo, Guerra pronunció el "no".
Tanto Guerra como Escuredo funcionaban en las encuestas y "aseguraban" la importante alcaldía de Sevilla, la única que los socialistas controlan entre las capitales andaluzas. Por el contrario, la candidatura del actual alcalde, enfrentado a sectores y a barrios enteros y con una imagen pública muy dañada, es toda una aventura.
Hubo más candidaturas, pero algunos no prosperaron porque carecían de atractivo y otros porque los señalados se negaron a aceptar. "Ha sido una batalla terrible", nos dijo recientemente un dirigente socialista andaluz, quien agregó que la elección del candidato de Sevilla "fue tan traumática como lo está siendo en Madrid".
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