España pierde imagen ante el mundo. La España de la democracia y del milagro económico cede su puesto a la del conflicto político permanente, el ladrillo corrupto, el cayuco y también el crecimiento económico acelerado. Aquella España que sorprendió al mundo por haber transitado, sin traumas y en tiempo record, desde la disctadura a la democracia y desde la pobreza a la prosperidad, ha perdido puntos y cede espacio a una nueva imagen en la que la envidiada pujanza económica no tiene fuerza suficiente para neutralizar los estigmas de la corrupción, el enfrentamiento político, el alejamiento de los antiguos aliados, la crispación y la incapacidad para solucionar sus conflictos en convivencia y en paz.
El deporte es, junto con la economía, el otro gran factor positivo de la imagen actual de España.
Las encuestas son implacables y demuestran que hasta la imagen económica tiene importantes fisuras, a pesar de que el crecimiento español sigue siendo espectacular. El impulso español provenía antes del esfuerzo industrial y de la competitividad exterior, mientras que ahora llega desde una enorme ola constructora de ladrillos.
Los italianos y los griegos están de suerte porque los españoles les estamos arrebatando los puestos de cola en el ranking europeo de la imagen. Para muchos europeos y estadounidenses, los españoles, antes admirables por su ejemplar adhesión a la democracia y por su capacidad emprendedora, son ahora percibidos también como cobardes, truculentos y peligrosamente familiarizados con los mundos del alcohol, la droga, la prostitución, el aborto y la homosexualidad ostentosa, ámbitos en los que somos líderes internacionales.
La imagen de España ha cambiado por culpa de una catarata de factores "adversos" , como el inesperado cambio de gobierno, tras los atentados del 11 de marzo de 2004, interpretados como una concesión masiva de los españoles al "pánico" y a la "cobardía"; el posterior abandono de la alianza militar que ocupaba Irak, una salida que nuestros soldados recuerdan porque sus antiguos compañeros de armas les despedían ridiculizándoles con con el conocido gesto de la gallina que bate sus alas; la existencia de un poderoso y demasiado influyente lobby de gays y lesbianas; los conflictos con la Iglesia Católica; los gestos ridículos de nuestra "diplomacia" en busca del "favor" perdido de los Estados Unidos; los estrambóticos saludos de Zapatero y Moratinos a dirigentes de Estados Unidos como Bush, Condy Rice y Donald Rumsfeld; el desprecio reiterado de Estados Unidos a España; las meteduras de pata de Zapatero, que llamó "fracasada" a Ángela Merkel; las manifestaciones en las calles de millones de personas contra el gobierno español; nuestra preferencia diplomática internacional por regímenos tan devaluados como los de Cuba, Venezuela, Irán, Siria, Bolivia y otros; los analisis de los politólogos y sociólogos norteamericanos, que siempre atrubuyen al "miedo" de los españoles el cambio de la orientación política del país y de su percepción del terrorismo; la actual negociación de un débil Estado español con el terrorismo crecido de ETA; la inexplicable tolerancia del gobierno con respecto a los nacionalismos extremos vasco y catalán; el riesgo de ruptura del Estado Español; el enfrentamiento del gobierno con las víctimas del terrorismo, y un largo etcétera.
Mas recientemente, el trasnochado intervencionismo del gobierno en las OPAs a ENDESA y el enfrentamiento permanente entre los grandes partidos políticos y la incapacidad para ordenar la enloquecida inmigración han sido las mayores vías de agua por las que se debilitaba nuestra imagen.
Si alguién duda de estas afirmaciones, sólo tiene que darse una vuelta por los medios de comunicación del mundo o, mejor, por la prensa escrita y la blogosfera internacional, más sensibles, mordaces y prescriptoras de las tendencias.
Si todavía quedan dudas, que pregunten a empresarios y profesionales españoles que acuden a convenciones y congresos internacionales, muchos de los cuales se sienten ya señalados y víctimas de las insinuaciones, bromas y risas disimuladas de sus "partners" extranjeros, perplejos ante la incomprensible realidad política española actual y ante el vertiginoso deterioro de nuestra democracia.
El deporte es, junto con la economía, el otro gran factor positivo de la imagen actual de España.
Las encuestas son implacables y demuestran que hasta la imagen económica tiene importantes fisuras, a pesar de que el crecimiento español sigue siendo espectacular. El impulso español provenía antes del esfuerzo industrial y de la competitividad exterior, mientras que ahora llega desde una enorme ola constructora de ladrillos.
Los italianos y los griegos están de suerte porque los españoles les estamos arrebatando los puestos de cola en el ranking europeo de la imagen. Para muchos europeos y estadounidenses, los españoles, antes admirables por su ejemplar adhesión a la democracia y por su capacidad emprendedora, son ahora percibidos también como cobardes, truculentos y peligrosamente familiarizados con los mundos del alcohol, la droga, la prostitución, el aborto y la homosexualidad ostentosa, ámbitos en los que somos líderes internacionales.
La imagen de España ha cambiado por culpa de una catarata de factores "adversos" , como el inesperado cambio de gobierno, tras los atentados del 11 de marzo de 2004, interpretados como una concesión masiva de los españoles al "pánico" y a la "cobardía"; el posterior abandono de la alianza militar que ocupaba Irak, una salida que nuestros soldados recuerdan porque sus antiguos compañeros de armas les despedían ridiculizándoles con con el conocido gesto de la gallina que bate sus alas; la existencia de un poderoso y demasiado influyente lobby de gays y lesbianas; los conflictos con la Iglesia Católica; los gestos ridículos de nuestra "diplomacia" en busca del "favor" perdido de los Estados Unidos; los estrambóticos saludos de Zapatero y Moratinos a dirigentes de Estados Unidos como Bush, Condy Rice y Donald Rumsfeld; el desprecio reiterado de Estados Unidos a España; las meteduras de pata de Zapatero, que llamó "fracasada" a Ángela Merkel; las manifestaciones en las calles de millones de personas contra el gobierno español; nuestra preferencia diplomática internacional por regímenos tan devaluados como los de Cuba, Venezuela, Irán, Siria, Bolivia y otros; los analisis de los politólogos y sociólogos norteamericanos, que siempre atrubuyen al "miedo" de los españoles el cambio de la orientación política del país y de su percepción del terrorismo; la actual negociación de un débil Estado español con el terrorismo crecido de ETA; la inexplicable tolerancia del gobierno con respecto a los nacionalismos extremos vasco y catalán; el riesgo de ruptura del Estado Español; el enfrentamiento del gobierno con las víctimas del terrorismo, y un largo etcétera.
Mas recientemente, el trasnochado intervencionismo del gobierno en las OPAs a ENDESA y el enfrentamiento permanente entre los grandes partidos políticos y la incapacidad para ordenar la enloquecida inmigración han sido las mayores vías de agua por las que se debilitaba nuestra imagen.
Si alguién duda de estas afirmaciones, sólo tiene que darse una vuelta por los medios de comunicación del mundo o, mejor, por la prensa escrita y la blogosfera internacional, más sensibles, mordaces y prescriptoras de las tendencias.
Si todavía quedan dudas, que pregunten a empresarios y profesionales españoles que acuden a convenciones y congresos internacionales, muchos de los cuales se sienten ya señalados y víctimas de las insinuaciones, bromas y risas disimuladas de sus "partners" extranjeros, perplejos ante la incomprensible realidad política española actual y ante el vertiginoso deterioro de nuestra democracia.
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