Con Sarkozy como inventor y ariete, la derecha política europea, acomplejada desde los tiempos de Metternich, cuando aplastó con sus cañones y regimientos de húsares las ideas progresistas de la Revolución Francesa, se ha presentado en publico con un nuevo rostro, agresiva, sin complejos y con un estilo propio del siglo XXI.
El mal de la derecha europea, que se compone de sentimiento de culpa, miedo a la sociedad y complejo de inferioridad ante la izquierda, no afectó nunca a la derecha del otro lado del Atlántico. En Estados Unidos, la derecha actúa con la cabeza bien alta, es alegre y gobierna sin complejos y con agresividad frente a la izquierda.
El desparpajo y la sonrisa de la nueva derecha europea, por fin libre de complejos, contrasta con su tristeza tradicional y con una bateria de temores y de complejos que le ha colocado, una y otra vez, en desventaja con respecto a la izquierda, cuyos pecados y crímenes, iguales o mayores que los de la derecha, jamás han pesado sobre su conciencia, ni le han restado empuje.
Pero la nueva derecha que representa Sarkozy también contrasta con la izquierda, a la que deja en ridículo con su imagen antigua y cansada, con su falta de ideas e ideologías, maestra sólo en la manipulación de la democracia y de la opinión pública.
Si esta nueva derecha cuaja, suyo es el futuro político de Europa porque enfrente no tiene a nadie, porque la izquierda, agotada y flácida, sólo se excita ya con el poder y sus privilegios y sólo le motiva contemplar el mundo desde las alturas.
Por ahora, la derecha de "Sarko" está cubriendo sus primeras etapas con resultados admirables y ha superado su primer gran obstáculo tendiendo puentes y reconciliandose con Estados Unidos, una nación fundada por inmigrantes europeos que, aunque no guste a la izquierda resentida, es y debe ser el aliado natural de los europeos.
Sarko se enamora en público, viaja a Egipto y a Petra "patrocinado" por un millonario, como si fuera un tenista de élite, se propone eliminar la publicidad en la televisión pública y se presenta ante los medios de comunicación, en una rueda de prensa masiva, dominado la escena, sorprendiendo con sus respuestas descaradas y libres, afirmando que el presidente de la república es un ciudadano mas, criticando la hipocresía de sus predecesores, incapaces de enamorarse en público o en privado, refiriéndose, sin nombrarlos, a hipócritas como Velery Giscard o Mitterrand, expertos en gastar dinero público en corrupciones y amoríos oscuros, sin dar la cara jamás ante Francia.
Sarkozy es plenamente consciente de su misión y actúa ya no como líder de Francia, sino como punta de lanza de la derecha europea. Su misión no es renovar el impulso de una nación francesa agotada, sino liderar el resurgir de una Europa postrada y renqueante, regenerar una democracia europea que los políticos han arrebatado al pueblo y se la han apropiado, no para ejercerla, sino para encerrarla en las cajas fuertes de los partidos políticos, los ministerios y los palacios del poder.
Tengo un amigo francés, antiguo directivo de la Agencia France Presse, que hoy asesora a Sarkozy. Me dice que están viviendo un sueño y que en torno al presidente se respira ese ambiente de grandeza que rara vez se plasma en la Historia, el mismo que ha presidido las grandes obras y gestas, el que brilló en la leyenda de Arturo y Camelot, el que hizo posible el nacimiento de la nación americana, el que presidió los días gloriosos de la Atenas de Pericles.
No sé si creermelo, pero me hace ilusión y me gustaría ver una gota de esa "magia" francesa derramada sobre el rostro triste de Rajoy o sobre la sonrisa falsa y fullera de Zapatero, gente que, sin capacidad para motivar, enaltecer o ilusionar, para desgracia de los españoles, domina nuestro futuro como pueblo.
El mal de la derecha europea, que se compone de sentimiento de culpa, miedo a la sociedad y complejo de inferioridad ante la izquierda, no afectó nunca a la derecha del otro lado del Atlántico. En Estados Unidos, la derecha actúa con la cabeza bien alta, es alegre y gobierna sin complejos y con agresividad frente a la izquierda.
El desparpajo y la sonrisa de la nueva derecha europea, por fin libre de complejos, contrasta con su tristeza tradicional y con una bateria de temores y de complejos que le ha colocado, una y otra vez, en desventaja con respecto a la izquierda, cuyos pecados y crímenes, iguales o mayores que los de la derecha, jamás han pesado sobre su conciencia, ni le han restado empuje.
Pero la nueva derecha que representa Sarkozy también contrasta con la izquierda, a la que deja en ridículo con su imagen antigua y cansada, con su falta de ideas e ideologías, maestra sólo en la manipulación de la democracia y de la opinión pública.
Si esta nueva derecha cuaja, suyo es el futuro político de Europa porque enfrente no tiene a nadie, porque la izquierda, agotada y flácida, sólo se excita ya con el poder y sus privilegios y sólo le motiva contemplar el mundo desde las alturas.
Por ahora, la derecha de "Sarko" está cubriendo sus primeras etapas con resultados admirables y ha superado su primer gran obstáculo tendiendo puentes y reconciliandose con Estados Unidos, una nación fundada por inmigrantes europeos que, aunque no guste a la izquierda resentida, es y debe ser el aliado natural de los europeos.
Sarko se enamora en público, viaja a Egipto y a Petra "patrocinado" por un millonario, como si fuera un tenista de élite, se propone eliminar la publicidad en la televisión pública y se presenta ante los medios de comunicación, en una rueda de prensa masiva, dominado la escena, sorprendiendo con sus respuestas descaradas y libres, afirmando que el presidente de la república es un ciudadano mas, criticando la hipocresía de sus predecesores, incapaces de enamorarse en público o en privado, refiriéndose, sin nombrarlos, a hipócritas como Velery Giscard o Mitterrand, expertos en gastar dinero público en corrupciones y amoríos oscuros, sin dar la cara jamás ante Francia.
Sarkozy es plenamente consciente de su misión y actúa ya no como líder de Francia, sino como punta de lanza de la derecha europea. Su misión no es renovar el impulso de una nación francesa agotada, sino liderar el resurgir de una Europa postrada y renqueante, regenerar una democracia europea que los políticos han arrebatado al pueblo y se la han apropiado, no para ejercerla, sino para encerrarla en las cajas fuertes de los partidos políticos, los ministerios y los palacios del poder.
Tengo un amigo francés, antiguo directivo de la Agencia France Presse, que hoy asesora a Sarkozy. Me dice que están viviendo un sueño y que en torno al presidente se respira ese ambiente de grandeza que rara vez se plasma en la Historia, el mismo que ha presidido las grandes obras y gestas, el que brilló en la leyenda de Arturo y Camelot, el que hizo posible el nacimiento de la nación americana, el que presidió los días gloriosos de la Atenas de Pericles.
No sé si creermelo, pero me hace ilusión y me gustaría ver una gota de esa "magia" francesa derramada sobre el rostro triste de Rajoy o sobre la sonrisa falsa y fullera de Zapatero, gente que, sin capacidad para motivar, enaltecer o ilusionar, para desgracia de los españoles, domina nuestro futuro como pueblo.
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