Begoña y su marido, en manos de la Justicia, del juicio del pueblo, bajo sospecha y obligados a dimitir en democracia
En su nueva carta a la ciudadanía, Pedro Sánchez: acusa al juez de "condicionar" la campaña electoral al anunciar que su esposa Begoña debe declarar el día 5 del mes próximo. Tras esgrimir el obtuso criterio de "no me quebrarán", como si de eso se tratara la citación y no de enjuiciar delitos presuntos sobre los que hay indicios suficientes, Sánchez, en lugar de reconocer que ella y él han cometido faltas graves contra la democracia y la decencia, declara la guerra a la Justicia y rompe, una vez más, las reglas de la democracia, donde los poderes del Estado están separados y funcionan con respeto mutuo e independencia.
La carta evidencia que Sánchez es un autócrata y un sátrapa. Algunos comentaristas afirman que también es un ser mentalmente enfermo.
Sánchez, con su segunda carta, se enfrenta a la Justicia española y se descalifica como líder, llenando el país y el sistema de inseguridad, sospechas, suciedad y angustia.
El influyente comentarista Carlos Herrera llama al escrito de Sánchez "Carta a los gilipollenses" y afirma que "El mecanismo ha sido el que suele ser habitual en estos casos. Negar los hechos que son hechos contrastados. Negar los hechos. Decir que todo es producto de una conspiración. En este caso de la ultraderecha".
Dice también Herrera que la carta acusa al juez de prevaricar y pretende convertir las próximas elecciones del 9 de junio en un plebiscito sobre la pareja.
Al margen de opiniones políticas, la carta es lacrimosa, babeante y lastimosa en un político europeo. Es más propia de un Putin o de un Nicolás Maduro que de un demócrata occidental.
Lo que tenía que haber hecho Sánchez hace tiempo es dar explicaciones a su pueblo sobre el comportamiento irregular y sospechoso de su esposa y de sus implicaciones personales en ese asunto de presunto tráfico de influencias y corrupción. Y en segundo lugar, haber dimitido ya porque el comportamiento de su pareja le deshonra y deslegitima como gobernante democrático, además de dañar también a España y al pueblo español.
El caso de Begoña, termine como termine, ya ha dejado claro que Sánchez no merece gobernar España.
Su enfrentamiento a la Justicia y su resistencia a dimitir causan daños profundos al sistema vigente, a la Justicia, a su valor como dirigente, a su partido y a España, que aparece ante el mundo como un país de opereta, infectado de tiranía, corrupción y abuso de poder.
Francisco Rubiales
La carta evidencia que Sánchez es un autócrata y un sátrapa. Algunos comentaristas afirman que también es un ser mentalmente enfermo.
Sánchez, con su segunda carta, se enfrenta a la Justicia española y se descalifica como líder, llenando el país y el sistema de inseguridad, sospechas, suciedad y angustia.
El influyente comentarista Carlos Herrera llama al escrito de Sánchez "Carta a los gilipollenses" y afirma que "El mecanismo ha sido el que suele ser habitual en estos casos. Negar los hechos que son hechos contrastados. Negar los hechos. Decir que todo es producto de una conspiración. En este caso de la ultraderecha".
Dice también Herrera que la carta acusa al juez de prevaricar y pretende convertir las próximas elecciones del 9 de junio en un plebiscito sobre la pareja.
Al margen de opiniones políticas, la carta es lacrimosa, babeante y lastimosa en un político europeo. Es más propia de un Putin o de un Nicolás Maduro que de un demócrata occidental.
Lo que tenía que haber hecho Sánchez hace tiempo es dar explicaciones a su pueblo sobre el comportamiento irregular y sospechoso de su esposa y de sus implicaciones personales en ese asunto de presunto tráfico de influencias y corrupción. Y en segundo lugar, haber dimitido ya porque el comportamiento de su pareja le deshonra y deslegitima como gobernante democrático, además de dañar también a España y al pueblo español.
El caso de Begoña, termine como termine, ya ha dejado claro que Sánchez no merece gobernar España.
Su enfrentamiento a la Justicia y su resistencia a dimitir causan daños profundos al sistema vigente, a la Justicia, a su valor como dirigente, a su partido y a España, que aparece ante el mundo como un país de opereta, infectado de tiranía, corrupción y abuso de poder.
Francisco Rubiales
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