¿SOLIDARIDAD O DESCARO INDECENTE?

La clave no es la solidaridad, puesto que si no es por adhesión, ya que nadie nos ha preguntado al respecto, si podría considerarse como tal desde la óptica de la obligación “in solidum”, como se entiende en Derecho.

El filósofo estadounidense Richard McKay Rorty decía que era inútil la pregunta ¿por qué ser solidario y no cruel?, porque “tenemos la obligación de sentirnos solidarios con todos los seres humanos” y reconocer nuestra “común humanidad”.

Por tanto, explicar en qué consiste ser solidario no es tratar de descubrir una esencia de lo humano, sino en insistir en la importancia de ver las diferencias (raza, sexo, religión, edad) sin renunciar al nosotros que nos contiene a todos, como bien explicaba Adolfo Vásquez Rocca en un Ensayo publicado originalmente en Revista Telemática de Filosofía del Derecho (RTFD) Madrid y en A Parte Rei 39, mayo de 2005, Revista de la Sociedad de Estudios Filosóficos de Madrid.

¿Y por qué me he metido en este “jardín”? Pues, porque si bien la clave no es la solidaridad, es indignante el “descaro indecente” con el que los políticos se apropian de forma indebida y maniquea, del concepto de solidaridad.

Y ya el colmo es la insolencia de los políticos españoles hablando de "solidaridad" para justificar la subida de impuestos. La desvergüenza e impudicia de estos politicastros, no sé si cafres o cenutrios, es total.

Me parece terrible y cruel que la casta dirigente haga befa de aquellos a quienes dice representar; una mofa intolerable para justificar el despilfarro de este Gobierno con tan notorio don de errar.

Por algo el mismo Richard McKay Rorty afirmaba que un liberal es alguien que cree que no hay nada más repugnante que el sufrimiento y que la crueldad y que aspira, entonces, a minimizarla.

Y por eso mismo, no dejaré pasar la ocasión de alabar la elección de la foto de presentación de este artículo, por más que a mí me revuelva el estómago… lo dice todo, así que no diré nada para que nadie me sugiera pasar por la consulta de Freud para superar las repugnantes arcadas que me asedian con sólo ojearla.