No creo que la eliminación de las listas cerradas y bloqueadas, esos verdaderos "autobuses" antidemocráticos que los partidos nos colocan a la hora de votar, eliminando así el derecho ciudadano a votar libremente, reconocido por la Constitución, solucione los problemas de la democracia, aunque la mejoraría en parte.
Los problemas, por desgracia, son mayores y casi todos se concentran en los partidos políticos, que, convertidos en implacables máquinas de poder, han olvidado sus obligaciones y deberes, lo que causa en efecto devastador en unas democracias que, por culpa de esos partidos, ya no lo son.
Suena duro pero es verdad y hay que decirlo claro, al menos entre personas como las que aparecen por este blog (Voto en Blanco), con criterio y valentía. Los partidos han "ocupado" los poderes básicos del Estado eliminando su funcionamiento independiente, (asesinando a Montesquieu), lo que ya de por sí deslegitima la democracia. Pero, además, los partidos han dejado de representar eficazmente a los ciudadanos y han roto sus lazos con la ciudadanía, representandose sólo a ellos mismos y estableciendo unas relaciones clientelares entre los políticos y las cúspides (élites) de sus partidos que se traducen en lealtad y sumisión, que dejan fuera a los ciudadanos y que suplantan la necesaria relación entre los ciudadanos y sus representantes. Estos últimos sólo sirven a sus líderes, de los que dependen sus carreras políticas, y se desligan de los representados, lo que constituye otra perversión de la democracia, todavía más grave y peligrosa.
En fin, ¿que le vamos a hacer? Hay demasiados problemas, pero, como en los evangelios, los diez mandamientos de la democracia se encierran en dos: hay que eliminar a los partidos políticos, tal como se entienden hoy, de la democracia, porque su sola presencia la debilita, y hay que devolver el protagonismo al ciudadano, que es el que posee la soberanía, el que legitima o deslegtima todo sistema, el cual ha sido expulsado de la política por los políticos.
La clave está en cómo hacerlo, cuando los partidos lo van a impedir con su enorme poder, con lo que la "perversión" se incrementa y convierte a esos partidos no sólo en obtáculos para la demcoracia sino también en "adversarios" de la democracia, lo que es todavía más grave y desesperanzador.
Leopard
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