El PSOE, en un rotundo comunicado de su ejecutiva federal, ha acusado a la Iglesia Católica española de alejarse de la democracia. Lo hace descorazonado y rabioso porque la Iglesia congregó a un millón de personas en las calles de Madrid, el 30 de diciembre, en defensa de la familia, y en esa concentración un alto jerarca católico acusó al gobierno de provocar un retroceso en la democracia y en los derechos humanos.
Tras las mutuas acusaciones, la pregunta es ¿quién se aleja de la democracia, la Iglesia o el PSOE?
La Iglesia no puede alejarse de la democracia porque no es demócrata, sino todo lo contrario: jerárquica, vertical y con todo el poder concentrado en una especie de gran dictador que es el Papa, el cual, además, puede hablar excátedra y en nombre del mismo Dios. La Iglesia debe limitarse a defender los valores, a propagar su doctrina y a dar ejemplo en su cumplimiento. Acusar a la Iglesia de alejarse de la democracia es tan absurdo como acusar a los osos polares de contaminar las arenas del Sahara.
Sin embargo, el PSOE sí puede alejarse de la democracia porque, como partido político, está obligado a respetar las reglas de la democracia, a potenciarla, a elevar la voz de los ciudadanos hasta la cúspide del poder y a propiciar la participación de los ciudadanos en la política y en los procesos de toma de decisiones.
De hecho, el PSOE (y con él casi todos los partidos políticos españoles) sí se ha alejado de la democracia, peligrosamente y a pasos agigantados. No se puede ser demócrata y, al mismo tiempo, construir una partitocracia y convertir la democracia, a traición y en secreto, en una oligocracia de partidos, como ha ocurrido en España. No se puede ser demócrata y arrebatar al ciudadano su derecho (sagrado en democracia) a elegir a sus representantes, imponiendo unas listas cerradas y bloqueadas, elaboradas por las élites del partido, ante las cuales el ciudadano sólo puede aceptarlas en bloque o rechazarlas. El sistema democrático queda sustancialmente degradado cuando son los partidos los que eligen y no los ciudadanos.
Pero las violaciones y usurpaciones que revelan el alejamiento de la democracia son más y gravísimas: los poderes básicos del Estado (Ejecutivo, Legislativo y Judicial) han sido invadidos y ocupados por los partidos, impidiéndo que funcionen en libertad e independencia, como establece la democracia; la sociedad civil que debe servir de contrapeso al poder del Estado, también ha sido invadida y ocupada por el poder político, controlando, incluso, parcelas que le están expresamente vedadas en democracia, como son las universidades, los sindicatos, las empresas, las fundaciones, las religiones y hasta las asociaciones de vecinos, de consumidores, culturales y festivas; la libertad de prensa y de crítica, imprescindibles en democracia, están siendo liquidadas por la partitocracia, obsesionada por someter y controlar a los medios de comunicación; los ciudadanos han sido expulsados de la política, ejercida en régimen de monopolio por los partidos; los políticos gobiernan al margen de la voluntad ciudadana; la confianza, base del sistema democrático, se debilita y se desprecia, y los políticos gobiernan sin rendir cuentas a sus representados, como si ser elegidos les otorgara una patente de corso, etc., etc.
El gobierno que preside Zapatero ha gobernado durante cuatro años de espaldas a la mitad del país, la representada por la derecha, lo que no es precisamente un ejemplo de gobierno en democracia.
Tras las mutuas acusaciones, la pregunta es ¿quién se aleja de la democracia, la Iglesia o el PSOE?
La Iglesia no puede alejarse de la democracia porque no es demócrata, sino todo lo contrario: jerárquica, vertical y con todo el poder concentrado en una especie de gran dictador que es el Papa, el cual, además, puede hablar excátedra y en nombre del mismo Dios. La Iglesia debe limitarse a defender los valores, a propagar su doctrina y a dar ejemplo en su cumplimiento. Acusar a la Iglesia de alejarse de la democracia es tan absurdo como acusar a los osos polares de contaminar las arenas del Sahara.
Sin embargo, el PSOE sí puede alejarse de la democracia porque, como partido político, está obligado a respetar las reglas de la democracia, a potenciarla, a elevar la voz de los ciudadanos hasta la cúspide del poder y a propiciar la participación de los ciudadanos en la política y en los procesos de toma de decisiones.
De hecho, el PSOE (y con él casi todos los partidos políticos españoles) sí se ha alejado de la democracia, peligrosamente y a pasos agigantados. No se puede ser demócrata y, al mismo tiempo, construir una partitocracia y convertir la democracia, a traición y en secreto, en una oligocracia de partidos, como ha ocurrido en España. No se puede ser demócrata y arrebatar al ciudadano su derecho (sagrado en democracia) a elegir a sus representantes, imponiendo unas listas cerradas y bloqueadas, elaboradas por las élites del partido, ante las cuales el ciudadano sólo puede aceptarlas en bloque o rechazarlas. El sistema democrático queda sustancialmente degradado cuando son los partidos los que eligen y no los ciudadanos.
Pero las violaciones y usurpaciones que revelan el alejamiento de la democracia son más y gravísimas: los poderes básicos del Estado (Ejecutivo, Legislativo y Judicial) han sido invadidos y ocupados por los partidos, impidiéndo que funcionen en libertad e independencia, como establece la democracia; la sociedad civil que debe servir de contrapeso al poder del Estado, también ha sido invadida y ocupada por el poder político, controlando, incluso, parcelas que le están expresamente vedadas en democracia, como son las universidades, los sindicatos, las empresas, las fundaciones, las religiones y hasta las asociaciones de vecinos, de consumidores, culturales y festivas; la libertad de prensa y de crítica, imprescindibles en democracia, están siendo liquidadas por la partitocracia, obsesionada por someter y controlar a los medios de comunicación; los ciudadanos han sido expulsados de la política, ejercida en régimen de monopolio por los partidos; los políticos gobiernan al margen de la voluntad ciudadana; la confianza, base del sistema democrático, se debilita y se desprecia, y los políticos gobiernan sin rendir cuentas a sus representados, como si ser elegidos les otorgara una patente de corso, etc., etc.
El gobierno que preside Zapatero ha gobernado durante cuatro años de espaldas a la mitad del país, la representada por la derecha, lo que no es precisamente un ejemplo de gobierno en democracia.
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