La principal causa del deterioro de la sociedad es el deterioro de las personas. La sociedad está formada por personas y su identidad, su valor y su calidad es el de las personas que la integran. La única manera de transformar la sociedad es transformar a sus miembros. Esa es la razón principal del fracaso de los movimientos y revoluciones a lo largo de la Historia. Los líderes siempre han querido transformar las estructuras del poder, para, desde el Estado, con el poder en sus manos, transformar la sociedad y las personas. Es la gran tentación leninista, que no es otra cosa que la vieja doctrina de los emperadores, faraones y sátrapas del pasado, que concibieron un mundo piramidal que se ordenaba, gobernaba y modelaba desde las alturas. El resultado de esa línea siempre ha sido el mismo: fracaso y una deriva de la sociedad hacia la vileza, la injusticia, la disgregación, la violencia, la pobreza y otras calamidades.
No se puede transformar la sociedad sin transformar a los individuos.
Como consecuencia de la no aplicación de este principio, los cambios de la Humanidad han sido efímeros y derrotados, mientras que los logros y avances se perdían una y otra vez. Cuando los revucionarios creían haber cambiado el mundo, siempre llegaba un nuevo depredador que acababa con las victorias populares y nos hacía retornar a la vileza. Después de que la Revolución Francesa decapitara al monarca como símbolo del absolutismo, llegó un Napoleón más absolutista y déspota que el rey. Después del derrocamiento del Zar por los bolcheviques, llegan Lenin y Stalin, más déspotas y crueles, si cabe, que el insensible y absolutista zar de todas las Rusias.
Por los caminos de la transformación del mundo desde las alturas, hemos llegado a un siglo XX donde la ingeniería social y el poder transformador del Estado causó estragos como dos guerras mundiales y más de cien millones de ciudadanos asesinados en la retaguardia por sus propios gobernantes, con China, Rusia y Alemania (por este orden) como grandes depredadores.
Lo que falló entonces y lo que siempre ha fallado es la transformación del ser humano. A todos les interesó transformar las estructuras de la sociedad y nadie se interesó por transformar al ser humano. Ahí está la cuestión.
Por eso, cada vez que me preguntan sobre la solución de los múltiples problemas políticos que nos agobian, siempre respondo lo mismo: la clave es fabricar ciudadanos. El ciudadano es un tipo insobornable, celoso de sus derechos, cumplidor de sus deberes, incapaz de delegar su voluntad política y dispuesto a participar y a colaborar en la lucha por el bien común. Ese "ciudadano" está casi desaparecido de la sociedad y debería ser catalogado como "especie en extinción". Los políticos temen al ciudadano por su sentido de la libertad y de la justicia, lo que les lleva a sustituirlo por gente mal formada, fácilmente manipulable, pura carne esclava.
Fabricar ciudadanos en la clave del éxito.
Si cada uno de nosotros se propusiera como meta formar como ciudadanos libres a diez personas de nuesto entorno familiar y de amistad, el mundo cambiaría con gran velocidad y se haría mucho mejor. Los miserables, que se nutren de la miseria, no tendrían espacio en una sociedad enfocada hacia la exaltación de los valores y de la virtud.
Estos principios, tan elementales y evidentes, resultan insólitos en nuestro mundo y, cuando los defiendes en público, escandalizan a los que se autodenominan "pogres" y "postmodernos", todo un drama que amenaza con liquidar nuestra vida inteligente.
No se puede transformar la sociedad sin transformar a los individuos.
Como consecuencia de la no aplicación de este principio, los cambios de la Humanidad han sido efímeros y derrotados, mientras que los logros y avances se perdían una y otra vez. Cuando los revucionarios creían haber cambiado el mundo, siempre llegaba un nuevo depredador que acababa con las victorias populares y nos hacía retornar a la vileza. Después de que la Revolución Francesa decapitara al monarca como símbolo del absolutismo, llegó un Napoleón más absolutista y déspota que el rey. Después del derrocamiento del Zar por los bolcheviques, llegan Lenin y Stalin, más déspotas y crueles, si cabe, que el insensible y absolutista zar de todas las Rusias.
Por los caminos de la transformación del mundo desde las alturas, hemos llegado a un siglo XX donde la ingeniería social y el poder transformador del Estado causó estragos como dos guerras mundiales y más de cien millones de ciudadanos asesinados en la retaguardia por sus propios gobernantes, con China, Rusia y Alemania (por este orden) como grandes depredadores.
Lo que falló entonces y lo que siempre ha fallado es la transformación del ser humano. A todos les interesó transformar las estructuras de la sociedad y nadie se interesó por transformar al ser humano. Ahí está la cuestión.
Por eso, cada vez que me preguntan sobre la solución de los múltiples problemas políticos que nos agobian, siempre respondo lo mismo: la clave es fabricar ciudadanos. El ciudadano es un tipo insobornable, celoso de sus derechos, cumplidor de sus deberes, incapaz de delegar su voluntad política y dispuesto a participar y a colaborar en la lucha por el bien común. Ese "ciudadano" está casi desaparecido de la sociedad y debería ser catalogado como "especie en extinción". Los políticos temen al ciudadano por su sentido de la libertad y de la justicia, lo que les lleva a sustituirlo por gente mal formada, fácilmente manipulable, pura carne esclava.
Fabricar ciudadanos en la clave del éxito.
Si cada uno de nosotros se propusiera como meta formar como ciudadanos libres a diez personas de nuesto entorno familiar y de amistad, el mundo cambiaría con gran velocidad y se haría mucho mejor. Los miserables, que se nutren de la miseria, no tendrían espacio en una sociedad enfocada hacia la exaltación de los valores y de la virtud.
Estos principios, tan elementales y evidentes, resultan insólitos en nuestro mundo y, cuando los defiendes en público, escandalizan a los que se autodenominan "pogres" y "postmodernos", todo un drama que amenaza con liquidar nuestra vida inteligente.
Comentarios: