ETA ha roto el mal llamado "proceso de paz" porque nunca ha creido en él y porque, una vez recuperada la fuerza, los "políticos", como Otegui y Ternera, han sido relegados al segundo plano que siempre han tenido. En el seno de la banda no queda ya ni rastro de los viejos ideales y principios y lo que comenzó siendo un movimiento político de liberación es ya hoy ETA, S.A., un próspero negocio basado en la extorsión y el crimen.
Hace mucho tiempo que los "gudaris" se volvieron "hampones" y que la ideología cedió su puesto al negocio. ETA, S.A. desconfía de los políticos y desprecia a gente como Otegui, que sueña con ser político. En ETA tiene vigencia aquella triste práctica del líder chino Mao Tse tung, que nunca dejó de ser un terrorista y que siempre utilizó el fusil para controlar al partido.
La gente etarra de gatillo fácil, que es la que realmente manda en la banda, aceptó y proclamó la "tregua permanente" sin intención de cumplirla, sólo porque la capacidad de respuesta violenta se había debilitado peligrosamente. Los "generales" de ETA han dotado a la organización de una ideología tan simple como eficaz, básicamente fascista, a la que repugna la democracia y que es muy similar en su estructura a la de los nacionalistas, cuya esencia operativa consiste en reivindicar constantemente y en fijar metas inalcanzables que, al serles negada por el "enemigo", justifiquen la práctica rentable del asesinato y la extorsión.
En la cúspide armada etarra, siempre se ha despreciado a los políticos, sobre todo a los de izquierda, quizás porque comparten los mismos orígines ideológicos. Con desprecio, llaman "gorrinos" a los socialistas y no otorgan el mínimo valor a un Zapatero que consideran cobarde y marrullero.
Curiosamente, respetan más a la derecha, quizás porque les ha plantado cara en términos de lucha y, sobre todo, porque, como ellos, prefiere la praxis a la ideología.
El fracaso del "proceso" ha demostrado, una vez más, que ETA sólo puede ser derrotada por la fuerza y que lo único que acabaría con ETA es la ruína económica, más que la falta de cuadros y de soldados, algo que es fácilmente reclutable en la desquiciada sociedad vasca, minada de un nacionalismo que, guste o no, es la antesala de la militancia etarra.
La estrategia correcta frente a ETA, S.A. es obligarla a cerrar la fábrica porque ya no es rentable. Sólo entonces, negociarán la "paz" y aceptarán una regulación de empleo en la que cambien las armas por la despreciada política, a la que sólo reconocen un valor: que en ella hay dinero abundante y fácil, procedente del Estado y de los impuestos de los ciudadanos.
Hace mucho tiempo que los "gudaris" se volvieron "hampones" y que la ideología cedió su puesto al negocio. ETA, S.A. desconfía de los políticos y desprecia a gente como Otegui, que sueña con ser político. En ETA tiene vigencia aquella triste práctica del líder chino Mao Tse tung, que nunca dejó de ser un terrorista y que siempre utilizó el fusil para controlar al partido.
La gente etarra de gatillo fácil, que es la que realmente manda en la banda, aceptó y proclamó la "tregua permanente" sin intención de cumplirla, sólo porque la capacidad de respuesta violenta se había debilitado peligrosamente. Los "generales" de ETA han dotado a la organización de una ideología tan simple como eficaz, básicamente fascista, a la que repugna la democracia y que es muy similar en su estructura a la de los nacionalistas, cuya esencia operativa consiste en reivindicar constantemente y en fijar metas inalcanzables que, al serles negada por el "enemigo", justifiquen la práctica rentable del asesinato y la extorsión.
En la cúspide armada etarra, siempre se ha despreciado a los políticos, sobre todo a los de izquierda, quizás porque comparten los mismos orígines ideológicos. Con desprecio, llaman "gorrinos" a los socialistas y no otorgan el mínimo valor a un Zapatero que consideran cobarde y marrullero.
Curiosamente, respetan más a la derecha, quizás porque les ha plantado cara en términos de lucha y, sobre todo, porque, como ellos, prefiere la praxis a la ideología.
El fracaso del "proceso" ha demostrado, una vez más, que ETA sólo puede ser derrotada por la fuerza y que lo único que acabaría con ETA es la ruína económica, más que la falta de cuadros y de soldados, algo que es fácilmente reclutable en la desquiciada sociedad vasca, minada de un nacionalismo que, guste o no, es la antesala de la militancia etarra.
La estrategia correcta frente a ETA, S.A. es obligarla a cerrar la fábrica porque ya no es rentable. Sólo entonces, negociarán la "paz" y aceptarán una regulación de empleo en la que cambien las armas por la despreciada política, a la que sólo reconocen un valor: que en ella hay dinero abundante y fácil, procedente del Estado y de los impuestos de los ciudadanos.