Zapatero quiere erradicar "para siempre" la crispación que está destruyendo la convivencia en España y, para lograrlo, no se le ocurre otra cosa que pedir una mayoría electoral más sólida, más votos y más poder.
Él atribuye toda la culpa de la crispación al PP, pero olvida que también él y su gobierno la han generado a raudales: con el inconstitucional, desigual e injusto Estatuto de Cataluña, negociando en secreto con ETA, en contra de los deseos de la mayoría; ocultando la verdad siempre que conviene al poder y, sobre todo, con la ley de memoria histórica, removiendo recuerdos ya olvidados y reabriendo tumbas que estaban bien selladas.
Su receta es heterodoxa en democracia. Más poder para el gobierno, según las reglas clásicas de la democracial iberal, siempre ha representado un remedio peor que la enfermedad. Las grandes mayorías gubernamentales no eliminan la crispación, aunque, al reprimirla y ahogarla, parece que no existe ¿Había o no había crispación en la URSS de Stalin? ¿La hay en la Cuba de Castro o en la Venezuela de Chávez? La había y la hay en dosis masivas, sólo que mucha gente no la exterioriza por pánico, por miedo a morir o a ser encarcelada.
La receta de los auténticos demócratas para acabar con la crispación es otra muy distinta a la que reclama Zapatero y es, precisamente, la opuesta y se fundamenta en dos axiomas universales de la filosofía política: el primero asegura que "todos los males de la democracia se resuelven con más democracia" y el segundo sostiene que "la política es demasiado importante para dejarla en manos de los políticos".
El "para siempre" de Zapatero da miedo en democracia. Los "parasiempre" tienen siempre un hedor insoportable a totalitarismo.
Si Zapatero quisiera saber que es lo recomendable en democracia para acabar con la crispación, sólo tendría que preguntarlo. Habría miles de demócratas españoles frustrados con la escasa calidad de la democracia española que se lo dirían: más sociedad civil; menos peso opresivo de la política y del gobierno en la sociedad; menos privilegios escandalosos para los políticos; menos marginación y más respeto al ciudadano, que es el soberano del sistema; las manos fuera de los poderes básicos del Estado, que necesitan independencia y autonomía, como la Justicia y el Legislativo; representantes elegidos que rindan cuenta a los ciudadanos que les eligen; que dimitan los políticos corruptos e ineptos; que se supriman esas listas cerradas y bloqueadas que degradan el sufragio universal porque impiden al ciudadano ejercer su derecho a elegir libremente, ya que, en realidad, son las élites de los partidos las que ejercen ese derecho al confeccionar listas inamovibles.
Cualquier demócrata sabe que las afirmaciones lanzadas por Zapatero el pasado fin de semana son peligrosas e inquietantes ¿Cómo puede pretender eliminar la crispación quien contribuye poderosamente a crispar, al menos tanto como la oposición?
La de ZP es la paradoja del bombero pirómano. El político español suele desconocer la democracia y sólo se mueve a gusto en el sucio caldo de la partitocracia, donde aprovecha cualquier aportunidad o coyuntura para pedir lo que ha pedido: "mas poder", "mas votos" y "mayorías más sólidas".
Son recetas que la Historia ha demostrado con creces que suelen conducir al totalitarismo.
Él atribuye toda la culpa de la crispación al PP, pero olvida que también él y su gobierno la han generado a raudales: con el inconstitucional, desigual e injusto Estatuto de Cataluña, negociando en secreto con ETA, en contra de los deseos de la mayoría; ocultando la verdad siempre que conviene al poder y, sobre todo, con la ley de memoria histórica, removiendo recuerdos ya olvidados y reabriendo tumbas que estaban bien selladas.
Su receta es heterodoxa en democracia. Más poder para el gobierno, según las reglas clásicas de la democracial iberal, siempre ha representado un remedio peor que la enfermedad. Las grandes mayorías gubernamentales no eliminan la crispación, aunque, al reprimirla y ahogarla, parece que no existe ¿Había o no había crispación en la URSS de Stalin? ¿La hay en la Cuba de Castro o en la Venezuela de Chávez? La había y la hay en dosis masivas, sólo que mucha gente no la exterioriza por pánico, por miedo a morir o a ser encarcelada.
La receta de los auténticos demócratas para acabar con la crispación es otra muy distinta a la que reclama Zapatero y es, precisamente, la opuesta y se fundamenta en dos axiomas universales de la filosofía política: el primero asegura que "todos los males de la democracia se resuelven con más democracia" y el segundo sostiene que "la política es demasiado importante para dejarla en manos de los políticos".
El "para siempre" de Zapatero da miedo en democracia. Los "parasiempre" tienen siempre un hedor insoportable a totalitarismo.
Si Zapatero quisiera saber que es lo recomendable en democracia para acabar con la crispación, sólo tendría que preguntarlo. Habría miles de demócratas españoles frustrados con la escasa calidad de la democracia española que se lo dirían: más sociedad civil; menos peso opresivo de la política y del gobierno en la sociedad; menos privilegios escandalosos para los políticos; menos marginación y más respeto al ciudadano, que es el soberano del sistema; las manos fuera de los poderes básicos del Estado, que necesitan independencia y autonomía, como la Justicia y el Legislativo; representantes elegidos que rindan cuenta a los ciudadanos que les eligen; que dimitan los políticos corruptos e ineptos; que se supriman esas listas cerradas y bloqueadas que degradan el sufragio universal porque impiden al ciudadano ejercer su derecho a elegir libremente, ya que, en realidad, son las élites de los partidos las que ejercen ese derecho al confeccionar listas inamovibles.
Cualquier demócrata sabe que las afirmaciones lanzadas por Zapatero el pasado fin de semana son peligrosas e inquietantes ¿Cómo puede pretender eliminar la crispación quien contribuye poderosamente a crispar, al menos tanto como la oposición?
La de ZP es la paradoja del bombero pirómano. El político español suele desconocer la democracia y sólo se mueve a gusto en el sucio caldo de la partitocracia, donde aprovecha cualquier aportunidad o coyuntura para pedir lo que ha pedido: "mas poder", "mas votos" y "mayorías más sólidas".
Son recetas que la Historia ha demostrado con creces que suelen conducir al totalitarismo.
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