El rechazo de su pueblo le ha convertido en huraño, malhumorado y a veces irritable y desquiciado. Alguno de sus colaboradores ha comentado que sus irritaciones, malhumor y gritos son ahora más frecuentes. Se siente tan incomprendido y maltratado por los españoles como los españoles se sienten maltratados por él.
Gobierna y se mantiene en el poder, a pesar de todos sus problemas, pero su alegría se esfuma y sus satisfacciones son cada día menos. Le causa un especial desasosiego la insaciable ansia de poder y de concesiones de sus aliados, sobre todo de los catalanes, que le presionan y le obligan a ceder una y otra vez.
Cada día soporta peor las críticas y por eso odia a políticos adversarios y a periodistas. Cada vez se ausenta más de los debates enconados del Congreso y de las ruedas de prensa cuando hay temas conflictivos en el ambiente.
Cuando contempla el auge de los patriotas de la nueva derecha, teme que VOX consiga aplastarlo también a él, pero esa idea la hace más fuerte y decidido a vender cara su piel. No le importa remar contra corriente y caminar contra la Historia.
Ha recurrido a todo tipo de medidas y trucos para escapar del acoso, la crítica y el rechazo. Incluso ha nombrado como ministros a personas antipáticas que caen mal, como María Jesús Montero y Oscar Puente, con la esperanza secreta de que sean ellos los que atraigan las críticas y el rechazo. Al principio de su caída pensaba que comprando a los medios de comunicación y a cientos de periodistas podía evitar su drama, pero esa medida, típica de dictadores enloquecidos, tampoco le ha funcionado.
La investigación judicial de su esposa y de su hermano han colmado el vaso y ha sentido rencor y rabia incontenible en algunos momentos. Incluso ha pensado si merece o no la pena sufrir tanto a cambio de gobernar, pero hasta ahora siempre ha emergido la fortaleza y la soberbia y ha pensado que estos miserables “no me van a quebrar”. En el fondo de su alma cree que los "pecados" de su familia deben ser perdonados, a cambio de su entrega y lucha como presidente.
Pedro Sánchez es hoy un hombre atormentado, rodeado de fracaso, rencores y miedos. Teme que la historia lo juzgue mal y que incluso termine procesado por esos jueces a los que odia sin límites.
Sánchez, como muchos de los que tienen alma de tirano, odia todo lo que no controla.
Su miedo es cada día más visible. No hace mucho acudió a un programa de televisión de gran audiencia (El Hormiguero) con casi un centenar de guardaespaldas.
Siente una rabia especial cuando le critican dentro de su propio partido. Solo pensar en tipos como Felipe González, Alfonso Guerra, Leguina, Redondo Terreros y otros le produce ganas de vomitar y le estropean el sueño.
Los disgustos en el plano internacional también le desestabilizan y frustran: perdida de influencia en los grandes foros, nuevos enemigos, tensiones con Marruecos, miedo a las represalias de Israel y la Comunidad judía, distancia creciente de los anglosajones y la OTAN, etcétera. Menos mal que sus grandes aliados del poder oculto, los Soros, Rockefeller, Billy Gates y otros todavía le respaldan y en la Unión Europea donde ahora necesitan sus votos, las cosas no van mal del todo.
El sabe que su vida es un tormento y sabe también que la tristeza y la tensión inundan su existencia, pero todavía cree que todo eso es parte del poder y el tributo que deben pagar los “elegidos”, como él, para dominar y cambiar el
Mundo.
Lo que no quiere saber es que ser un tirano odiado por el pueblo es un motivo para dimitir, sólido e ineludible en democracia.
La dimisión no está prevista en su ADN. Antes prefiere morir golpeando.
Francisco Rubiales
Gobierna y se mantiene en el poder, a pesar de todos sus problemas, pero su alegría se esfuma y sus satisfacciones son cada día menos. Le causa un especial desasosiego la insaciable ansia de poder y de concesiones de sus aliados, sobre todo de los catalanes, que le presionan y le obligan a ceder una y otra vez.
Cada día soporta peor las críticas y por eso odia a políticos adversarios y a periodistas. Cada vez se ausenta más de los debates enconados del Congreso y de las ruedas de prensa cuando hay temas conflictivos en el ambiente.
Cuando contempla el auge de los patriotas de la nueva derecha, teme que VOX consiga aplastarlo también a él, pero esa idea la hace más fuerte y decidido a vender cara su piel. No le importa remar contra corriente y caminar contra la Historia.
Ha recurrido a todo tipo de medidas y trucos para escapar del acoso, la crítica y el rechazo. Incluso ha nombrado como ministros a personas antipáticas que caen mal, como María Jesús Montero y Oscar Puente, con la esperanza secreta de que sean ellos los que atraigan las críticas y el rechazo. Al principio de su caída pensaba que comprando a los medios de comunicación y a cientos de periodistas podía evitar su drama, pero esa medida, típica de dictadores enloquecidos, tampoco le ha funcionado.
La investigación judicial de su esposa y de su hermano han colmado el vaso y ha sentido rencor y rabia incontenible en algunos momentos. Incluso ha pensado si merece o no la pena sufrir tanto a cambio de gobernar, pero hasta ahora siempre ha emergido la fortaleza y la soberbia y ha pensado que estos miserables “no me van a quebrar”. En el fondo de su alma cree que los "pecados" de su familia deben ser perdonados, a cambio de su entrega y lucha como presidente.
Pedro Sánchez es hoy un hombre atormentado, rodeado de fracaso, rencores y miedos. Teme que la historia lo juzgue mal y que incluso termine procesado por esos jueces a los que odia sin límites.
Sánchez, como muchos de los que tienen alma de tirano, odia todo lo que no controla.
Su miedo es cada día más visible. No hace mucho acudió a un programa de televisión de gran audiencia (El Hormiguero) con casi un centenar de guardaespaldas.
Siente una rabia especial cuando le critican dentro de su propio partido. Solo pensar en tipos como Felipe González, Alfonso Guerra, Leguina, Redondo Terreros y otros le produce ganas de vomitar y le estropean el sueño.
Los disgustos en el plano internacional también le desestabilizan y frustran: perdida de influencia en los grandes foros, nuevos enemigos, tensiones con Marruecos, miedo a las represalias de Israel y la Comunidad judía, distancia creciente de los anglosajones y la OTAN, etcétera. Menos mal que sus grandes aliados del poder oculto, los Soros, Rockefeller, Billy Gates y otros todavía le respaldan y en la Unión Europea donde ahora necesitan sus votos, las cosas no van mal del todo.
El sabe que su vida es un tormento y sabe también que la tristeza y la tensión inundan su existencia, pero todavía cree que todo eso es parte del poder y el tributo que deben pagar los “elegidos”, como él, para dominar y cambiar el
Mundo.
Lo que no quiere saber es que ser un tirano odiado por el pueblo es un motivo para dimitir, sólido e ineludible en democracia.
La dimisión no está prevista en su ADN. Antes prefiere morir golpeando.
Francisco Rubiales
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