Sarkozy ha sabido fraguar su triunfo incontestable. Ha vencido por tres razones: su caudillaje, partido y programa; por su eslogan de «la ruptura» explícita con que ha sabido distanciarse de los errores de Chirac; y por el paquete de proposiciones reformistas con compromisos concretos, fácilmente entendibles por la mayoría: «Quiero rehabilitar el trabajo, la autoridad, la moral, el respeto, el mérito. Quiero devolver el honor a la nación y a la identidad nacional. Quiero devolver a los franceses el orgullo patrio». Y, a los oídos internacionales, les ha mandado un mensaje con sus prioridades diplomáticas: relanzar Europa, reconstruir la relación con EE.UU., y dar primacía al Mediterráneo. Flexibilización del mercado y endurecimiento de las leyes son sus primeras propuestas, entre los que figuran las relevantes cuestiones socioeconómicas de la «paridad salarial entre hombres y mujeres», «la democracia social», «el contrato único de trabajo» y «el poder adquisitivo y la semana laboral de treinta y cinco horas».
N. Sarkozy desea impulsar la nueva Francia en el concierto internacional, una diplomacia con principios renovados, lejos de la ambigüedad medida y del multilateralismo exacerbado de épocas pasadas. En su primer discurso insistió con contundencia en la política internacional: «Francia vuelve a Europa»; se tiene por un «europeísta» convencido, que cree en la construcción comunitaria. Al tiempo que está dispuesto a sacar a Francia del antiamericanismo compulsivo que rige desde la II G.M. Y pidió a Washington, que se niega a firmar el protocolo de Kyoto, flexibilidad y colaboración contra el calentamiento global. Así como crear una necesaria Unión Mediterránea, puente entre Europa y África, a la que hay que sacar de «las enfermedades, la pobreza y el hambre». Y, finalmente, en un mensaje de advertencia a las dictaduras de inspiración islámica, Sarkozy prometió que Francia apoyará a «todos los oprimidos por tiranías» y, en especial, «a todas las mujeres martirizadas en el mundo».
Por otro lado, Ségolène no ha sabido ilusionar, ni ha mostrado dominio. El PS francés está en crisis, ha de renovarse y abordar su transformación. Se busca entrar en este debate y construir un nuevo partido, abierto a las tendencias post y parasocialistas. Alguien ha apuntado, que no es descartable la posibilidad de que el partido se rompa. Reinan la división y las luchas intestinas.
El Partido Popular Europeo vaticinó que el triunfo Sarkozy, gran amigo de España, «beneficiará a todos los europeos. «La UE necesita hombres capaces de afrontar los verdaderos problemas de los ciudadanos y de proponer soluciones concretas y viables». Se confirma un cambio de tendencia en Europa y el creciente rechazo de los ciudadanos a la manera arrogante e ineficaz de gobernar de la izquierda. Aunque ha criticado en numerosas ocasiones la política de inmigración y las regularizaciones masivas del Gobierno Español, para Zapatero, Sarkozy encarna "una derecha abierta y moderna capaz de canalizar los deseos de cambio".
La jornada es enturbió con los "incidentes provocados por gentes antisistema, inconformistas y radicales, que no admiten el claro giro a la derecha del político calificado de "duro", del hierro de la Thatcher. No transigen que Francia haya optado por las "auténticas ideas" de la derecha ni que el nuevo presidente aplique el "liberalismo conservador"; no aceptan su convincente energía y su voluntad, la renovación ideológica, su idea de poner al país a trabajar, a relanzar la economía, y regular la inmigración que han seducido al electorado. Estos demócratas tolerantes lo consideran "una catástrofe para los trabajadores" y "un grave fracaso para la izquierda".
El escollo está en las elecciones de primeros de junio, para renovar las cámaras legislativas. Los hados veladores dirán y el futuro incógnito resolverá.
Camilo Valverde Mudarra
N. Sarkozy desea impulsar la nueva Francia en el concierto internacional, una diplomacia con principios renovados, lejos de la ambigüedad medida y del multilateralismo exacerbado de épocas pasadas. En su primer discurso insistió con contundencia en la política internacional: «Francia vuelve a Europa»; se tiene por un «europeísta» convencido, que cree en la construcción comunitaria. Al tiempo que está dispuesto a sacar a Francia del antiamericanismo compulsivo que rige desde la II G.M. Y pidió a Washington, que se niega a firmar el protocolo de Kyoto, flexibilidad y colaboración contra el calentamiento global. Así como crear una necesaria Unión Mediterránea, puente entre Europa y África, a la que hay que sacar de «las enfermedades, la pobreza y el hambre». Y, finalmente, en un mensaje de advertencia a las dictaduras de inspiración islámica, Sarkozy prometió que Francia apoyará a «todos los oprimidos por tiranías» y, en especial, «a todas las mujeres martirizadas en el mundo».
Por otro lado, Ségolène no ha sabido ilusionar, ni ha mostrado dominio. El PS francés está en crisis, ha de renovarse y abordar su transformación. Se busca entrar en este debate y construir un nuevo partido, abierto a las tendencias post y parasocialistas. Alguien ha apuntado, que no es descartable la posibilidad de que el partido se rompa. Reinan la división y las luchas intestinas.
El Partido Popular Europeo vaticinó que el triunfo Sarkozy, gran amigo de España, «beneficiará a todos los europeos. «La UE necesita hombres capaces de afrontar los verdaderos problemas de los ciudadanos y de proponer soluciones concretas y viables». Se confirma un cambio de tendencia en Europa y el creciente rechazo de los ciudadanos a la manera arrogante e ineficaz de gobernar de la izquierda. Aunque ha criticado en numerosas ocasiones la política de inmigración y las regularizaciones masivas del Gobierno Español, para Zapatero, Sarkozy encarna "una derecha abierta y moderna capaz de canalizar los deseos de cambio".
La jornada es enturbió con los "incidentes provocados por gentes antisistema, inconformistas y radicales, que no admiten el claro giro a la derecha del político calificado de "duro", del hierro de la Thatcher. No transigen que Francia haya optado por las "auténticas ideas" de la derecha ni que el nuevo presidente aplique el "liberalismo conservador"; no aceptan su convincente energía y su voluntad, la renovación ideológica, su idea de poner al país a trabajar, a relanzar la economía, y regular la inmigración que han seducido al electorado. Estos demócratas tolerantes lo consideran "una catástrofe para los trabajadores" y "un grave fracaso para la izquierda".
El escollo está en las elecciones de primeros de junio, para renovar las cámaras legislativas. Los hados veladores dirán y el futuro incógnito resolverá.
Camilo Valverde Mudarra
Comentarios: