Europa será más fuerte cuanto más capaz se muestre de proteger y defender su entidad cultural y cristiana tradicionales. Podrá respetar la variedad y otras creencias, presentes hoy, pero, debe exigir la integración y el acomodo a sus hábitos e idiosincrasia, propugnar sus valores y asentar la vivencia de sus propios orígenes.
El Papa Benedicto XVI ha advertido con pesadumbre, que, en Europa, los cristianos «están sometidos a una presión ideológica insistente que pretende reducir el cristianismo a una dimensión puramente privada».
En nuestra época, «los países europeos de antigua tradición cristiana están fuertemente marcados por un vasto proceso de secularización». En relación a ello, explicó que Eslovaquia y Polonia, consideradas las dos naciones del Este de Europa, portadoras de la herencia más rica de la tradición católica «se ven ahora expuestas al peligro de que ese patrimonio (católico), que el régimen comunista no consiguió destruir, se corroa merced a los fermentos característicos de las sociedades occidentales; se necesitan familias que «no se dejen llevar por las modernas corrientes culturales inspiradas en el consumismo, el hedonismo, el laicismo y el relativismo, y que estén preparadas para cumplir su misión». Precisamente, Eslovaquia comienza a sentir «la crisis del matrimonio y de la natalidad, por causas de carácter económico que llevan a los novios a retrasar el matrimonio»; y por «una menor consideración social del valor del matrimonio, a la que se une la fragilidad de las nuevas generaciones, a menudo temerosas de asumir obligaciones y compromisos para toda la vida». «El redescubrimiento de las tradiciones y las raíces cristianas, vivas y profundas en vuestro pueblo, dijo, es una empresa pastoral que quiere abarcar todos los ámbitos de la sociedad».
Por esto, requirió a los obispos que pongan una «singular atención a los jóvenes y a las familias, en orden a conseguir la mayor calidad y la mejor formación escolar, resorte fundamental para las nuevas generaciones»; y subrayó la importancia de «unir siempre la fe con la vida en la educación de “una conciencia cristiana firme para resistir las lisonjas del consumismo».
Terminó, el Papa, elogiando el «reciente florecimiento de vocaciones al sacerdocio y a la vida consagrada, particularmente, a partir de 1990, fecha, en que, al único seminario que permaneció abierto durante la dictadura, se han añadido cinco más». Invitó a la Iglesia a «intensificar la oración y a continuar comprometiéndose con decisión, para ayudar a las familias a enfrentar los retos del presente».
Europa necesita reafirmar sus pilares esenciales, su cultura y costumbres tradicionales y fundamentar los valores cristianos que construyeron su identidad. Debe defender el cristianismo y la libertad frente a otras creencias y modismos desestabilizadores, consciente de que su secular evolución cultural se sustenta en el cristianismo, en el humanismo y en la libertad de la sociedad.
No debe olvidar, que la avalancha de inmigración ilegal, que presiona en su empuje, por todas las fronteras, representa un problema grave. Europa siempre ha tenido gobernantes fuertes en momentos críticos; hoy desgraciadamente se percibe una falta de liderazgo fuerte que dé respuesta a todos los escollos. Dirigentes que entiendan que el futuro de todas sus gentes será mejor, si mantiene sus principios intangibles y procura el florecimiento de su ser viejo y siempre nuevo.
Camilo Valverde Mudarra
El Papa Benedicto XVI ha advertido con pesadumbre, que, en Europa, los cristianos «están sometidos a una presión ideológica insistente que pretende reducir el cristianismo a una dimensión puramente privada».
En nuestra época, «los países europeos de antigua tradición cristiana están fuertemente marcados por un vasto proceso de secularización». En relación a ello, explicó que Eslovaquia y Polonia, consideradas las dos naciones del Este de Europa, portadoras de la herencia más rica de la tradición católica «se ven ahora expuestas al peligro de que ese patrimonio (católico), que el régimen comunista no consiguió destruir, se corroa merced a los fermentos característicos de las sociedades occidentales; se necesitan familias que «no se dejen llevar por las modernas corrientes culturales inspiradas en el consumismo, el hedonismo, el laicismo y el relativismo, y que estén preparadas para cumplir su misión». Precisamente, Eslovaquia comienza a sentir «la crisis del matrimonio y de la natalidad, por causas de carácter económico que llevan a los novios a retrasar el matrimonio»; y por «una menor consideración social del valor del matrimonio, a la que se une la fragilidad de las nuevas generaciones, a menudo temerosas de asumir obligaciones y compromisos para toda la vida». «El redescubrimiento de las tradiciones y las raíces cristianas, vivas y profundas en vuestro pueblo, dijo, es una empresa pastoral que quiere abarcar todos los ámbitos de la sociedad».
Por esto, requirió a los obispos que pongan una «singular atención a los jóvenes y a las familias, en orden a conseguir la mayor calidad y la mejor formación escolar, resorte fundamental para las nuevas generaciones»; y subrayó la importancia de «unir siempre la fe con la vida en la educación de “una conciencia cristiana firme para resistir las lisonjas del consumismo».
Terminó, el Papa, elogiando el «reciente florecimiento de vocaciones al sacerdocio y a la vida consagrada, particularmente, a partir de 1990, fecha, en que, al único seminario que permaneció abierto durante la dictadura, se han añadido cinco más». Invitó a la Iglesia a «intensificar la oración y a continuar comprometiéndose con decisión, para ayudar a las familias a enfrentar los retos del presente».
Europa necesita reafirmar sus pilares esenciales, su cultura y costumbres tradicionales y fundamentar los valores cristianos que construyeron su identidad. Debe defender el cristianismo y la libertad frente a otras creencias y modismos desestabilizadores, consciente de que su secular evolución cultural se sustenta en el cristianismo, en el humanismo y en la libertad de la sociedad.
No debe olvidar, que la avalancha de inmigración ilegal, que presiona en su empuje, por todas las fronteras, representa un problema grave. Europa siempre ha tenido gobernantes fuertes en momentos críticos; hoy desgraciadamente se percibe una falta de liderazgo fuerte que dé respuesta a todos los escollos. Dirigentes que entiendan que el futuro de todas sus gentes será mejor, si mantiene sus principios intangibles y procura el florecimiento de su ser viejo y siempre nuevo.
Camilo Valverde Mudarra