Pensamos que cambiar las costumbres de la sociedad es cosa de grandes esfuerzos ayudados con buenas dosis de coacción. Sin embargo la realidad es muy distinta, para cambiar la sociedad se necesitan dos o tres cosas muy simples y al alcance de todos y lo más importante, sorprendente en estos tiempos de democracia, el cambio no lo realiza una mayoría dialogante sino una minoría intransigente.
Anoche leí un artículo , bastante largo, por eso intento plantear brevemente la idea central y los que se sientan interesados pueden acceder al artículo y analizar todas las implicaciones. El artículo se titula: “El más intolerante gana: la dictadura de las pequeñas minorías”. Y pueden leerlo AQUÍ.
La idea es que un pequeño grupo de un dos o tres por ciento de la población, si se muestra lo suficientemente decidido, consigue lo que se proponga. Veamos un ejemplo, que seguramente no será demasiado claro pero creo que no ofende a nadie. Esto de no ofender a nadie es también clave en el proceso.
Nos vamos a fijar en la comida ecológica. La tenemos en las tiendas, generalmente en un apartado, de forma que todo el mundo sabe exactamente de qué se trata y nadie se la lleva por error, especialmente porque es más cara.
La comida ecológica surge porque hay una minoría que insiste en que la comida normal está llena de tóxicos y necesitamos comer sano.
Principal premisa: a todos nos gusta comer sano. Sin embargo no todos compramos comida ecológica y no lo hacemos por una cuestión de precio. Hoy por hoy estos alimentos son mucho más caros que los demás, por tanto evaluamos si nos compensa el precio con los beneficios.
Pero dado que el mayor costo de los alimentos está en la distribución, incluido el transporte, que es la misma para todos y no en la producción, que es la menor parte, los precios están artificialmente inflados, bastará bajarlos para que todo el mundo consuma comida ecológica y la otra desaparezca.
Y esto se conseguirá cuando un grupo de personas proteste enérgicamente por los elevados precios, diciendo que las tiendas los inflan y si además aportan datos sobre la mínima diferencia que supone la producción sobre el precio final, en muy pocos años los alimentos no ecológicos desaparecerán de las estanterías. Tendremos que una minoría se ha impuesto sobre la inmensa mayoría que al final tendrá que pagar más cara la comida, cosa que no le gustaba a esa mayoría. Pero se resigna porque al fin y al cabo…
El problema se produce cuando los cambios conducen a la aceptación de costumbres que repugnan o que son contrarias al sentir de la mayoría. No tenemos más que ver cómo ha cambiado la sociedad en estos últimos años y darnos cuenta que los cambios siempre los han hecho pequeños grupos muy intransigentes. Si a esto le unimos la complicidad o la dirección de los gobernantes y los medios, la ingeniería social es imparable.
Y la única forma que tiene la sociedad de defenderse, es que la mayoría se vuelva más intransigente que la minoría y eso repugna a nuestra mentalidad democrática. Pero precisamente, las tiranías intransigentes, son las que mantienen las sociedades más o menos sin cambios.
vanlop
Anoche leí un artículo , bastante largo, por eso intento plantear brevemente la idea central y los que se sientan interesados pueden acceder al artículo y analizar todas las implicaciones. El artículo se titula: “El más intolerante gana: la dictadura de las pequeñas minorías”. Y pueden leerlo AQUÍ.
La idea es que un pequeño grupo de un dos o tres por ciento de la población, si se muestra lo suficientemente decidido, consigue lo que se proponga. Veamos un ejemplo, que seguramente no será demasiado claro pero creo que no ofende a nadie. Esto de no ofender a nadie es también clave en el proceso.
Nos vamos a fijar en la comida ecológica. La tenemos en las tiendas, generalmente en un apartado, de forma que todo el mundo sabe exactamente de qué se trata y nadie se la lleva por error, especialmente porque es más cara.
La comida ecológica surge porque hay una minoría que insiste en que la comida normal está llena de tóxicos y necesitamos comer sano.
Principal premisa: a todos nos gusta comer sano. Sin embargo no todos compramos comida ecológica y no lo hacemos por una cuestión de precio. Hoy por hoy estos alimentos son mucho más caros que los demás, por tanto evaluamos si nos compensa el precio con los beneficios.
Pero dado que el mayor costo de los alimentos está en la distribución, incluido el transporte, que es la misma para todos y no en la producción, que es la menor parte, los precios están artificialmente inflados, bastará bajarlos para que todo el mundo consuma comida ecológica y la otra desaparezca.
Y esto se conseguirá cuando un grupo de personas proteste enérgicamente por los elevados precios, diciendo que las tiendas los inflan y si además aportan datos sobre la mínima diferencia que supone la producción sobre el precio final, en muy pocos años los alimentos no ecológicos desaparecerán de las estanterías. Tendremos que una minoría se ha impuesto sobre la inmensa mayoría que al final tendrá que pagar más cara la comida, cosa que no le gustaba a esa mayoría. Pero se resigna porque al fin y al cabo…
El problema se produce cuando los cambios conducen a la aceptación de costumbres que repugnan o que son contrarias al sentir de la mayoría. No tenemos más que ver cómo ha cambiado la sociedad en estos últimos años y darnos cuenta que los cambios siempre los han hecho pequeños grupos muy intransigentes. Si a esto le unimos la complicidad o la dirección de los gobernantes y los medios, la ingeniería social es imparable.
Y la única forma que tiene la sociedad de defenderse, es que la mayoría se vuelva más intransigente que la minoría y eso repugna a nuestra mentalidad democrática. Pero precisamente, las tiranías intransigentes, son las que mantienen las sociedades más o menos sin cambios.
vanlop
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