Tenga usted cuidado, señor Obama, y medite con calma sus movimientos porque está usted a punto de cometer errores dramáticos para su país, los Estados Unidos, y para la causa mundial de la libertad. Esa izquierda europea a la que usted se acerca con incauta admiración es una quimera y lo que queda de ella está tan deteriorada que acaba de ser vapuleada por los ciudadanos en las elecciones del 7 de junio.
Debería ser usted menos ingenuo, señor Obama, y saber que la izquierda europea que admira, aquella que supo construir el "Estado de derecho" y apoyar a los ciudadanos más humildes y desprotegidos, es hoy un espejismo marketiniano que ya no existe y que ha sido suplantada por otra izquierda que ya no encarna la esperanza sino el ansia de poder, que convive con la corrupción y la indecencia, que no cree en la democracia y que se ha especializado en cobrar impuestos altos y gastar dinero a manos llenas.
Sea usted consciente de que esos mismos asesores que en su discurso de El Cairo le llevaron hasta el ridículo histórico y le envolvieron en el engaño y en la complacencia pacifista al distorsionar la verdad sobre Al-Andalus, contraponiendo su nunca existente tolerancia con una inquisición que nació cinco siglos más tarde, son los mismos que ahora sobrevaloran y le están "vendiendo" una izquierda europea idílica que sólo existe ya en la literatura de propaganda y en las mentes soñadoras de algunos jóvenes idealistas.
Siga usted, señor Obama, si quiere, los pasos de esa quimera, pero hágalo consciente de que los ciudadanos europeos han dejado de creer en ella y que, cansados de ser engañados y hartos de contemplar como los líderes de esa izquierda abandonan los viejos valores, se despojan de su armadura ética y se alían con el privilegio, la corrupción y el disfrute desmedido del poder, han decidido rechazarla en las urnas el pasado 7 de junio, castigándola por sus traiciones y convirtiéndola en una fuerza parlamentaria decadente y en declive.
Imite usted, si lo desea, al español Zapatero, al que algunos de sus asesores describen como un joven reformista, soñador y audaz, dispuesto a cambiar el futuro, pero sepa que ese dirigente español también perdió las elecciones del 7 de junio porque su pueblo, por fortuna, ha empezado a descubrir que estaba siendo engañado por una conspiración de sonrisas falsas, buenismo hueco, promesas sustentadas en mentiras y un malgobierno terrorífico que, disfrazado de progreso, conduce a España hacia la pobreza, la derrota y el fracaso histórico como nación.
Ojalá continúe usted encarnando el espíritu libre y pionero de los Estados Unidos de América y siga luchando por liquidar las injusticias y los desmanes. No abandone usted jamás su hermoso sueño de cambiar el mundo desde el corazón del Imperio, pero no cometa el error fatal de inspirarse, para hacerlo, en un modelo fracasado. No siga usted los pasos de aquellos que ya han traicionado y frustrado la esperanza de los más limpios y honrados demócratas de Europa.
Debería ser usted menos ingenuo, señor Obama, y saber que la izquierda europea que admira, aquella que supo construir el "Estado de derecho" y apoyar a los ciudadanos más humildes y desprotegidos, es hoy un espejismo marketiniano que ya no existe y que ha sido suplantada por otra izquierda que ya no encarna la esperanza sino el ansia de poder, que convive con la corrupción y la indecencia, que no cree en la democracia y que se ha especializado en cobrar impuestos altos y gastar dinero a manos llenas.
Sea usted consciente de que esos mismos asesores que en su discurso de El Cairo le llevaron hasta el ridículo histórico y le envolvieron en el engaño y en la complacencia pacifista al distorsionar la verdad sobre Al-Andalus, contraponiendo su nunca existente tolerancia con una inquisición que nació cinco siglos más tarde, son los mismos que ahora sobrevaloran y le están "vendiendo" una izquierda europea idílica que sólo existe ya en la literatura de propaganda y en las mentes soñadoras de algunos jóvenes idealistas.
Siga usted, señor Obama, si quiere, los pasos de esa quimera, pero hágalo consciente de que los ciudadanos europeos han dejado de creer en ella y que, cansados de ser engañados y hartos de contemplar como los líderes de esa izquierda abandonan los viejos valores, se despojan de su armadura ética y se alían con el privilegio, la corrupción y el disfrute desmedido del poder, han decidido rechazarla en las urnas el pasado 7 de junio, castigándola por sus traiciones y convirtiéndola en una fuerza parlamentaria decadente y en declive.
Imite usted, si lo desea, al español Zapatero, al que algunos de sus asesores describen como un joven reformista, soñador y audaz, dispuesto a cambiar el futuro, pero sepa que ese dirigente español también perdió las elecciones del 7 de junio porque su pueblo, por fortuna, ha empezado a descubrir que estaba siendo engañado por una conspiración de sonrisas falsas, buenismo hueco, promesas sustentadas en mentiras y un malgobierno terrorífico que, disfrazado de progreso, conduce a España hacia la pobreza, la derrota y el fracaso histórico como nación.
Ojalá continúe usted encarnando el espíritu libre y pionero de los Estados Unidos de América y siga luchando por liquidar las injusticias y los desmanes. No abandone usted jamás su hermoso sueño de cambiar el mundo desde el corazón del Imperio, pero no cometa el error fatal de inspirarse, para hacerlo, en un modelo fracasado. No siga usted los pasos de aquellos que ya han traicionado y frustrado la esperanza de los más limpios y honrados demócratas de Europa.
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