El viaje anual a La Meca se convierte en un trágico y macabro suceso. Ayer, recogieron pisoteados más de quinientos muertos, hoy, han resultado destrozados y heridos casi seiscientos. Es un rito triste y tremendo en el que el previsible fanatismo ha de concienciar a los dirigentes a tomar medidas de seguridad y salvaguardar las vidas.
En La Meca se celebrado el ritual de castigo a Satán, que marca el primer día de la fiesta musulmana, de Aid al Adha, inicio del peregrinaje anual que finaliza con el sacrificio de innumerables corderitos para las cenas islámicas. Este rito obliga a lanzar siete pedruscos diarios en tres momentos del día, durante tres días, contra cada uno de los tres pilares en que, creen, se apareció Satán a Abraham, a su mujer y al hijo. Para castigarlo, le tiraron, en cada ocasión siete piedras. Y, según la tradición musulmana, Alá le pidió a Abraham el sacrificio de su hijo, no Isaac, sino Ismael, padre de los pueblos árabes, habido con la esclava Agar.
En la actualidad, el sacrificio satánico que permiten Arabia Saudí y la fe islámica a los peregrinos de La Meca no está en los rediles, sino en los desgraciados creyentes que caen y espiran, como tributo anual, baja las sandalias de las avalanchas de criaturas.
La doctrina de Mahoma, que surge tardíamente en pleno desierto, como resultado de un prurito personal, es el resultado de una componenda de la cercana religión judaica y otras influencias; fue el intento de plasmar una reforma de libros y textos sagrados anteriores al Corán. Así, el propio profeta asegura en sus “aleyas” que todo el contenido de la revelación que recibió de Alá, su Dios, le había sido antes desvelado a Abraham, Ismael, Isaac, Jacob, Moisés y Jesús. Al examinar las concordancias y las divergencias en el relato sobre Adán y Eva, entre la Biblia y el Corán, se constata que ambos textos coinciden en que las tentaciones de Satanás acarrearon su caída. Pero, frente al Génesis que cuenta la tentación de Eva por la serpiente, el Corán la centra en los dos, hombre y mujer, sin hacer referencia al reptil. Y en la Biblia, el Hijo, Víctima Propiciatoria, derrama su sangre, a causa del pecado original, en reconciliación de la humanidad con Dios, mientras, en el Corán, Dios no exige un sacrificio cruento del hombre para conceder la salvación y el perdón, sólo se reclama el sacrificio de animales.
Mahoma hubo de montar su mensaje sobre unas bases atractivas para captar adeptos, subyugar voluntades, y, refundidas las conciencias con incentivos, someter y dominar, Islam, curiosamente, significa Sumisión; la yihad o guerra “santa”, responde a la idea de expansión y conquista por el sometimiento. El musulmán no desciende nunca; no trata de comprender ni de condescender; no se integra, no deja nunca sus usos y costumbres, exigen con tesón y prepotencia que sean los otros los que se adapten a sus “derechos” y creencias. Por ello, lucha con denuedo en la guerra, entregando su propia vida o se inmola en ofrenda con las bombas en el pecho. Parte del argumento de que el Islam es la culminación de las otras religiones monoteístas, por lo que, en lugar de considerar su integración, los musulmanes han dibujado ya su proyecto de salvación de Europa y constituido una forma muy elaborada de presentar la actual crisis europea y el papel que el Islam puede tener en ella.
Camilo Valverde Mudarra
En La Meca se celebrado el ritual de castigo a Satán, que marca el primer día de la fiesta musulmana, de Aid al Adha, inicio del peregrinaje anual que finaliza con el sacrificio de innumerables corderitos para las cenas islámicas. Este rito obliga a lanzar siete pedruscos diarios en tres momentos del día, durante tres días, contra cada uno de los tres pilares en que, creen, se apareció Satán a Abraham, a su mujer y al hijo. Para castigarlo, le tiraron, en cada ocasión siete piedras. Y, según la tradición musulmana, Alá le pidió a Abraham el sacrificio de su hijo, no Isaac, sino Ismael, padre de los pueblos árabes, habido con la esclava Agar.
En la actualidad, el sacrificio satánico que permiten Arabia Saudí y la fe islámica a los peregrinos de La Meca no está en los rediles, sino en los desgraciados creyentes que caen y espiran, como tributo anual, baja las sandalias de las avalanchas de criaturas.
La doctrina de Mahoma, que surge tardíamente en pleno desierto, como resultado de un prurito personal, es el resultado de una componenda de la cercana religión judaica y otras influencias; fue el intento de plasmar una reforma de libros y textos sagrados anteriores al Corán. Así, el propio profeta asegura en sus “aleyas” que todo el contenido de la revelación que recibió de Alá, su Dios, le había sido antes desvelado a Abraham, Ismael, Isaac, Jacob, Moisés y Jesús. Al examinar las concordancias y las divergencias en el relato sobre Adán y Eva, entre la Biblia y el Corán, se constata que ambos textos coinciden en que las tentaciones de Satanás acarrearon su caída. Pero, frente al Génesis que cuenta la tentación de Eva por la serpiente, el Corán la centra en los dos, hombre y mujer, sin hacer referencia al reptil. Y en la Biblia, el Hijo, Víctima Propiciatoria, derrama su sangre, a causa del pecado original, en reconciliación de la humanidad con Dios, mientras, en el Corán, Dios no exige un sacrificio cruento del hombre para conceder la salvación y el perdón, sólo se reclama el sacrificio de animales.
Mahoma hubo de montar su mensaje sobre unas bases atractivas para captar adeptos, subyugar voluntades, y, refundidas las conciencias con incentivos, someter y dominar, Islam, curiosamente, significa Sumisión; la yihad o guerra “santa”, responde a la idea de expansión y conquista por el sometimiento. El musulmán no desciende nunca; no trata de comprender ni de condescender; no se integra, no deja nunca sus usos y costumbres, exigen con tesón y prepotencia que sean los otros los que se adapten a sus “derechos” y creencias. Por ello, lucha con denuedo en la guerra, entregando su propia vida o se inmola en ofrenda con las bombas en el pecho. Parte del argumento de que el Islam es la culminación de las otras religiones monoteístas, por lo que, en lugar de considerar su integración, los musulmanes han dibujado ya su proyecto de salvación de Europa y constituido una forma muy elaborada de presentar la actual crisis europea y el papel que el Islam puede tener en ella.
Camilo Valverde Mudarra