El rey pronunció su famoso discurso del 3 de octubre de 2017 porque España lo necesitaba, en contra de la opinión de Rajoy
Si el 3 de octubre de 2017 el rey plantó cara al órdago independentista catalán y frenó en seco aquella miserable rebelión, ¿por qué no hace ahora lo mismo, cuando el peligro de España es mayor?
¿Por qué el rey no interviene ahora y permite, con su pasividad y silencio, que el gobierno culmine sus agresiones a la justicia, la Constitución y la paz? En pocas semanas de gobierno, Pedro Sánchez ha roto demasiadas cosas: la igualdad entre las regiones de España, beneficiando injustamente a catalanes y vascos en detrimento de otras autonomías, haciendo que la deslealtad y la violación de las leyes sean premiadas, al mismo tiempo que ha castigado, con alma miserable y revanchismo anticonstitucional, a los andaluces y murcianos con restricciones económicas, sólo por haber derrotado al socialismo. Pero ha roto sobre todo dos ideas cruciales: que la democracia es un sistema válido y que España es un país decente.
Contemplar impotentes lo que está haciendo el gobierno de Sánchez y escenas como la arrogancia de un tal Rufián, que pone en jaque al país cuando apenas representa un puñado de votos, es un suplicio y una humillación insoportable. Millones de españoles buscan con angustia una salida o la llegada de un socorro. En la calle se habla de una intervención de la Unión Europea o de una rebelión de los jueces, como ocurrió en Italia, cuando los jueces y magistrados de Manos Limpias borraton a los partidos corruptos del mapa, que acabe con las suciedades y abusos del poder político, pero sobre todo se mira hacia el rey, que es también capitán general de los ejércitos, siempre con la esperanza de que intervenga de nuevo y restablezca la decencia, como hizo el 3 de octubre de 2017, cuando los catalanes ponían en peligro la convivencia y la paz.
Ayer, en un bar de Sevilla, escuché como un hombre, indignado, se preguntaba ¿Nos va a dejar tirados como su bisabuelo Alfonso XIII? y agregaba "Es ahora, más que nunca, cuando los españoles necesitamos a nuestro Rey y que se cumpla nuestra Constitución".
Sufrimos cuando contemplamos impotentes el retroceso económico que provoca la política errónea del gobierno; cuando asistimos al injusto y brutal espectáculo de un gobierno que premia a los desleales y castiga a los españoles fieles y decentes; cuando los aliados del gobierno desprecian y humillan a la monarquía y con ella a todos los que nos sentimos representados en el rey; cuando nos escandalizamos y asqueamos de las mentiras del ministro Ábalos; cuando el imperio de la ley parece ausente; cuando se cometen tropelías con impunidad, como el nombramiento de una Fiscal General sectaria e inapropiada; cuando se prepara una subida de impuestos que, sin la menor duda, arruinará todavía más la economía; cuando se castiga a regiones por el simple hecho de no haber votado socialista; cuando el control gubernamental de los medios de comunicación se hace obsceno y contemplamos como hay verdades que se ocultan y mentiras que se repiten hasta producir asco; cuando se margina y se persigue a los enemigos del poder; cuando se utiliza Hacienda para intimidar y perseguir a los disidentes; cuando se alimentan los peores monstruos y fantasmas del país, como el independentismo, la deslealtad de vascos y catalanes nacionalistas, el revanchismo y el odio.
El desamparo que sentimos es angustioso y esa angustia muchas veces es el preludio de locuras y violencias. No entendemos que el sistema político español parece no tener recursos para defenderse de los malvados. Tampoco entendemos como los grandes poderes del Estado y sus instituciones permiten que los miserables ganen una batalla tras otra, sin que nadie de un puñetazo en la mesa y devuelva a España la justicia, la dignidad y la decencia que nos arrebatan cada día un poco más. Y entendemos menos todavía que la ciudadanía no se rebele contra el mal que nos invade y nos hace doblar la rodilla.
Y nos preguntamos ¿Por qué el rey no puede defender a España y a los españoles que le defendemos a él?
El reciente espectáculo bochornoso en el Congreso, donde los enemigos de España y amigos de Sánchez rechazaron al rey y lo humillaron, ha terminado de colmar el vaso. Ese Rufián rufianesco despreciando a la Corona y exhibiendo un poder que sólo tiene porque el socialismo traidor se lo delega es demasiado fuerte para los españoles.
¿Está su Majestad pensando en irse, como hizo Alfonso XIII? Que sepa que si se marcha es probable que vuelvan las chekas, Paracuellos y la sangre, derramada por los que odian agazapados.
El mundo entero se ríe ya de la cobardía española, los mismos que temblaban en los siglos XVI y XVII ante nuestro valor indómito. Hoy, en el mundo, los protagonistas de chistes de cobardes siempre son españoles, que hemos desplazado a los italianos.
¿Necesitamos un Blas de Lezo o un Gran Capitán para arreglar ésto? ¿No hay ningún español con valor y decencia suficientes para recuperar la dignidad y evitar que la chusma política escupa sobre la Constitución, queme retratos del rey, abuchee nuestro himno y se limpie los mocos con nuestra bandera? ¿No hay ninguno por aquí cerca dispuesto a cumplir con su deber de salvar la patria?
Nos sentimos abandonados y en manos de lo peor de la nación, sin que nos defiendan los que tienen el deber de hacerlo.
Nos espera la tarea de salvar a España, pero todos parecen haber desertado.
Francisco Rubiales
¿Por qué el rey no interviene ahora y permite, con su pasividad y silencio, que el gobierno culmine sus agresiones a la justicia, la Constitución y la paz? En pocas semanas de gobierno, Pedro Sánchez ha roto demasiadas cosas: la igualdad entre las regiones de España, beneficiando injustamente a catalanes y vascos en detrimento de otras autonomías, haciendo que la deslealtad y la violación de las leyes sean premiadas, al mismo tiempo que ha castigado, con alma miserable y revanchismo anticonstitucional, a los andaluces y murcianos con restricciones económicas, sólo por haber derrotado al socialismo. Pero ha roto sobre todo dos ideas cruciales: que la democracia es un sistema válido y que España es un país decente.
Contemplar impotentes lo que está haciendo el gobierno de Sánchez y escenas como la arrogancia de un tal Rufián, que pone en jaque al país cuando apenas representa un puñado de votos, es un suplicio y una humillación insoportable. Millones de españoles buscan con angustia una salida o la llegada de un socorro. En la calle se habla de una intervención de la Unión Europea o de una rebelión de los jueces, como ocurrió en Italia, cuando los jueces y magistrados de Manos Limpias borraton a los partidos corruptos del mapa, que acabe con las suciedades y abusos del poder político, pero sobre todo se mira hacia el rey, que es también capitán general de los ejércitos, siempre con la esperanza de que intervenga de nuevo y restablezca la decencia, como hizo el 3 de octubre de 2017, cuando los catalanes ponían en peligro la convivencia y la paz.
Ayer, en un bar de Sevilla, escuché como un hombre, indignado, se preguntaba ¿Nos va a dejar tirados como su bisabuelo Alfonso XIII? y agregaba "Es ahora, más que nunca, cuando los españoles necesitamos a nuestro Rey y que se cumpla nuestra Constitución".
Sufrimos cuando contemplamos impotentes el retroceso económico que provoca la política errónea del gobierno; cuando asistimos al injusto y brutal espectáculo de un gobierno que premia a los desleales y castiga a los españoles fieles y decentes; cuando los aliados del gobierno desprecian y humillan a la monarquía y con ella a todos los que nos sentimos representados en el rey; cuando nos escandalizamos y asqueamos de las mentiras del ministro Ábalos; cuando el imperio de la ley parece ausente; cuando se cometen tropelías con impunidad, como el nombramiento de una Fiscal General sectaria e inapropiada; cuando se prepara una subida de impuestos que, sin la menor duda, arruinará todavía más la economía; cuando se castiga a regiones por el simple hecho de no haber votado socialista; cuando el control gubernamental de los medios de comunicación se hace obsceno y contemplamos como hay verdades que se ocultan y mentiras que se repiten hasta producir asco; cuando se margina y se persigue a los enemigos del poder; cuando se utiliza Hacienda para intimidar y perseguir a los disidentes; cuando se alimentan los peores monstruos y fantasmas del país, como el independentismo, la deslealtad de vascos y catalanes nacionalistas, el revanchismo y el odio.
El desamparo que sentimos es angustioso y esa angustia muchas veces es el preludio de locuras y violencias. No entendemos que el sistema político español parece no tener recursos para defenderse de los malvados. Tampoco entendemos como los grandes poderes del Estado y sus instituciones permiten que los miserables ganen una batalla tras otra, sin que nadie de un puñetazo en la mesa y devuelva a España la justicia, la dignidad y la decencia que nos arrebatan cada día un poco más. Y entendemos menos todavía que la ciudadanía no se rebele contra el mal que nos invade y nos hace doblar la rodilla.
Y nos preguntamos ¿Por qué el rey no puede defender a España y a los españoles que le defendemos a él?
El reciente espectáculo bochornoso en el Congreso, donde los enemigos de España y amigos de Sánchez rechazaron al rey y lo humillaron, ha terminado de colmar el vaso. Ese Rufián rufianesco despreciando a la Corona y exhibiendo un poder que sólo tiene porque el socialismo traidor se lo delega es demasiado fuerte para los españoles.
¿Está su Majestad pensando en irse, como hizo Alfonso XIII? Que sepa que si se marcha es probable que vuelvan las chekas, Paracuellos y la sangre, derramada por los que odian agazapados.
El mundo entero se ríe ya de la cobardía española, los mismos que temblaban en los siglos XVI y XVII ante nuestro valor indómito. Hoy, en el mundo, los protagonistas de chistes de cobardes siempre son españoles, que hemos desplazado a los italianos.
¿Necesitamos un Blas de Lezo o un Gran Capitán para arreglar ésto? ¿No hay ningún español con valor y decencia suficientes para recuperar la dignidad y evitar que la chusma política escupa sobre la Constitución, queme retratos del rey, abuchee nuestro himno y se limpie los mocos con nuestra bandera? ¿No hay ninguno por aquí cerca dispuesto a cumplir con su deber de salvar la patria?
Nos sentimos abandonados y en manos de lo peor de la nación, sin que nos defiendan los que tienen el deber de hacerlo.
Nos espera la tarea de salvar a España, pero todos parecen haber desertado.
Francisco Rubiales
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