Rafael Nadal, flamante vencedor en el master de Indian Wells, humilde y generoso en la victoria, educado siempre y lleno de orgullo por ser español, es el mejor modelo a seguir de la España actual, un ejemplo mejor que los "héroes" de basura, generalmente proxenetas, macarras, putas, traidores y chivatos, que nos ofrece la televisión inmoral que nos obligan a ver. Nadal es una imagen de éxito, eficacia y honradez, forjada en el esfuerzo y el sacrificio, insólita y necesaria en un país al que se le escapan sus valores por las grietas, que se siente azotado por el despilfarro del poder, la arrogancia, el mal gobierno, la envidia, la corrupción, la delincuencia y la pérdida de confianza.
Comprobada la pavorosa escasez de decencia, esfuerzo, sacrificio y éxito que padece España, las madres españolas deberían colocar un poster de Nadal en el dormitorio de sus hijos e hijas, una imagen estimulante y ejemplar que debería también presidir el despacho de Su Majestad, las sedes de Génova y Ferraz, el salón del Consejo de Ministros, el Parlamento, el Senado y hasta el dormitorio donde yacen ZP y Sonsoles.
Tengo un amigo, profesor universitario de derecho, que opina que es más digno para una sociedad democrática soportar a un tirano que a una oligarquía que gobierna mal. Aplicando su tesis a España, dice que sería menos humillante para un demócrata español ser gobernado por un tirano que por la partitocracia degradada que nos malgobierna, nos engaña y nos conduce hacia el desempleo y la pobreza, autodenominándose "democracia".
Cuenta que la democracia clásica de Atenas solía elegir a un tirano (dictador) en tiempos de guerra o en medio de crisis agudas, tal vez como la que ahora vive España, cuando el gobierno demostraba su incapacidad para superar los problemas, cuando la sociedad, dividida y confusa, no sabía adoptar decisiones importantes o cuando el pueblo necesitaba un liderazgo fuerte porque el drama sobrevolaba sus cabezas. La República de Roma también recurrió a la dictadura en tiempos difíciles y designó como dictadores "salvadores" a gente tan famosa como Mario, Sila y Julio César.
La figura del "dictador" está maldita en democracia, quizás porque a los políticos les conviene estigmatizar a los dictadores, pero, realmente, un dictador es menos lesivo para un pueblo digno que una oligocracia o que un falso demócrata que conduce a la nación hacia la perdición. Contrariamente a lo que dicen nuestros políticos, la tiranía no es la antítesis de la democracia, sino un recurso que puede ser también democrático, aunque excepcional, apropiado para tiempos muy difíciles. Al fin y al cabo, cuando el dictador es elegido por el pueblo soberano, esa elección es formalmente democrática. La dictadura de Primo de Rivera es un ejemplo a considerar. Fue elegido casi por consenso general porque España estaba postrada, y los socialistas colaboraron entonces con el dictador de manera estrecha y entusiasta.
Lo contrario de la democracia, según los griegos clásicos y la inmensa mayoría de los filósofos y pensadores políticos, no es la tiranía ni la dictadura, sino la oligocracia, precisamente lo que hoy tenemos en España: un gobierno de los poderosos organizados, que suplanta al pueblo y que gobierna anteponiendo los intereses propios a los de la comunidad.
Si algún día España, ante la incapacidad de sus pésimos gobernantes, mal llamados "demócratas", se viera obligada a elegir a un "dictador" para que le libere de la corrupción, adelgace el monstruoso Estado insostenible que la "democracia" nos ha impuesto y nos devuelva los valores perdidos, el orgullo y el futuro que nos han arrebatado los politicastros, me gustaría que se pareciera a Rafael Nadal.
P.D.: Ya percibo a algunos lectores obtusos de Voto en Blanco (la verdad es que, por fortuna, hay pocos obtusos) rasgándose las vestiduras y afirmando que estoy reclamando una dictadura, cuando lo único que he hecho es repetir lo que han afirmado los filósofos y pensadores de todos los tiempos: que lo contrario de la democracia es la oligocracia y que peor que un dictador es un oligarca inepto al frente de un país que se desmorona. Al fin y al cabo, un dictador puede ser una opción popular o un paréntesis motivado por las circunstancias, pero un oligarca en el poder es siempre una enfermedad grave del sistema.
Comprobada la pavorosa escasez de decencia, esfuerzo, sacrificio y éxito que padece España, las madres españolas deberían colocar un poster de Nadal en el dormitorio de sus hijos e hijas, una imagen estimulante y ejemplar que debería también presidir el despacho de Su Majestad, las sedes de Génova y Ferraz, el salón del Consejo de Ministros, el Parlamento, el Senado y hasta el dormitorio donde yacen ZP y Sonsoles.
Tengo un amigo, profesor universitario de derecho, que opina que es más digno para una sociedad democrática soportar a un tirano que a una oligarquía que gobierna mal. Aplicando su tesis a España, dice que sería menos humillante para un demócrata español ser gobernado por un tirano que por la partitocracia degradada que nos malgobierna, nos engaña y nos conduce hacia el desempleo y la pobreza, autodenominándose "democracia".
Cuenta que la democracia clásica de Atenas solía elegir a un tirano (dictador) en tiempos de guerra o en medio de crisis agudas, tal vez como la que ahora vive España, cuando el gobierno demostraba su incapacidad para superar los problemas, cuando la sociedad, dividida y confusa, no sabía adoptar decisiones importantes o cuando el pueblo necesitaba un liderazgo fuerte porque el drama sobrevolaba sus cabezas. La República de Roma también recurrió a la dictadura en tiempos difíciles y designó como dictadores "salvadores" a gente tan famosa como Mario, Sila y Julio César.
La figura del "dictador" está maldita en democracia, quizás porque a los políticos les conviene estigmatizar a los dictadores, pero, realmente, un dictador es menos lesivo para un pueblo digno que una oligocracia o que un falso demócrata que conduce a la nación hacia la perdición. Contrariamente a lo que dicen nuestros políticos, la tiranía no es la antítesis de la democracia, sino un recurso que puede ser también democrático, aunque excepcional, apropiado para tiempos muy difíciles. Al fin y al cabo, cuando el dictador es elegido por el pueblo soberano, esa elección es formalmente democrática. La dictadura de Primo de Rivera es un ejemplo a considerar. Fue elegido casi por consenso general porque España estaba postrada, y los socialistas colaboraron entonces con el dictador de manera estrecha y entusiasta.
Lo contrario de la democracia, según los griegos clásicos y la inmensa mayoría de los filósofos y pensadores políticos, no es la tiranía ni la dictadura, sino la oligocracia, precisamente lo que hoy tenemos en España: un gobierno de los poderosos organizados, que suplanta al pueblo y que gobierna anteponiendo los intereses propios a los de la comunidad.
Si algún día España, ante la incapacidad de sus pésimos gobernantes, mal llamados "demócratas", se viera obligada a elegir a un "dictador" para que le libere de la corrupción, adelgace el monstruoso Estado insostenible que la "democracia" nos ha impuesto y nos devuelva los valores perdidos, el orgullo y el futuro que nos han arrebatado los politicastros, me gustaría que se pareciera a Rafael Nadal.
P.D.: Ya percibo a algunos lectores obtusos de Voto en Blanco (la verdad es que, por fortuna, hay pocos obtusos) rasgándose las vestiduras y afirmando que estoy reclamando una dictadura, cuando lo único que he hecho es repetir lo que han afirmado los filósofos y pensadores de todos los tiempos: que lo contrario de la democracia es la oligocracia y que peor que un dictador es un oligarca inepto al frente de un país que se desmorona. Al fin y al cabo, un dictador puede ser una opción popular o un paréntesis motivado por las circunstancias, pero un oligarca en el poder es siempre una enfermedad grave del sistema.
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