Muchas botellas de champagne y cava fueron descorchadas en la noche del 4 de mayo, en la que los demócratas y los españoles decentes durmieron cargados de alegría y esperanza, tras descubrir que al monstruo totalitario se le puede derrotar porque la borrachera de poder despótico le ha vuelto imbécil. Sánchez y su brujo personal, Iván Redondo, fueron humillados por la libertad, a pesar de que utilizaron todos los recursos para obtener la victoria en Madrid. Lanzaron a Pablo Iglesias a la refriega, teledirigieron al pobre Gabilondo y utilizaron con generosidad la pólvora pública y las artimañas sucias del pirata, pero de nada les sirvió porque Madrid quería lo único que ellos no podían darle: libertad, prosperidad y esperanza en el futuro.
La primera consecuencia visible de la nueva España que ayer surgió en Madrid es que Pablo Iglesias se va de la política, lo que significa para el país librarse de una agobiante losa de plomo que impedía que la limpieza, la luz y la libertad entraran en la vida de los españoles. Desde que llegó Pablo Iglesias a la política, crecieron el odio, la trampa y la suciedad. Pedro Sánchez, que es de su misma estirpe, lo utilizó como cabeza de turco para que el pueblo lo identificara como el "malo". Hoy, sin el escudero Iglesias, Sánchez no tendrá otro remedio que descubrir ante los españoles toda sus miserias, y carencias democráticas. La huida de Iglesias deja a Sánchez desnudo, en la primera línea de fuego.
A partir de hoy veremos otra España, no sabemos si mejor o peor, pero sin duda más esperanzada y dispuesta a combatir la decadencia, la esclavitud y la pobreza que traen consigo el comunismo y el sanchismo. La ocurrido en Madrid puede y debe provocar una reacción en cadena favorable a la libertad y a la decencia. España puede y debe resurgir.
Sánchez puede reaccionar ante la derrota de dos maneras: la decente y la soberbia. La decente consistiría en rectificar y asumir que los españoles no quieren lo que él les da: alianzas para gobernar con miserables comunistas, golpistas, independentistas y amigos del terrorismo, subidas abusivas de impuestos, opacidad, despilfarro, desempleo, pobreza, corrupción, mucho Estado y mucha tristeza; la soberbia le llevaría a la venganza contra el pueblo que le ha rechazado, a subir todavía más los impuestos, a incrementar el clientelismo, a la compra de más medios de comunicación y a potenciar un gobierno arrogante, oscuro y contrario a la voluntad popular.
La primera opción, la decente, permitirá al PSOE sobrevivir y seguir siendo uno de los grandes partidos españoles, pero si opta por la soberbia, que es la opción típica para un psicópata, no sólo perderá las próximas elecciones sino que condenará al socialismo español a desaparecer, castigado por un pueblo que es capaz de rebelarse cuando se cansa de suciedad y abuso.
Los madrileños demostraron el 4 de mayo ser un pueblo sabio y con valores. Pusieron en un platillo de la balanza las mentiras, abusos, arbitrariedades y retrocesos del sanchismo, además de sus mentiras y falsas promesas, y en el otro platillo colocaron la prosperidad que ha sabido crear Madrid con su liberalismo, libertades activas, bajos impuestos y espíritu emprendedor. Y, lógicamente, Sánchez y su jauría de enemigos de la libertad y de España resultaron derrotados.
Ahora empieza la reconquista. Enrólate porque España, que quiere ser grande, te llama.
Francisco Rubiales
La primera consecuencia visible de la nueva España que ayer surgió en Madrid es que Pablo Iglesias se va de la política, lo que significa para el país librarse de una agobiante losa de plomo que impedía que la limpieza, la luz y la libertad entraran en la vida de los españoles. Desde que llegó Pablo Iglesias a la política, crecieron el odio, la trampa y la suciedad. Pedro Sánchez, que es de su misma estirpe, lo utilizó como cabeza de turco para que el pueblo lo identificara como el "malo". Hoy, sin el escudero Iglesias, Sánchez no tendrá otro remedio que descubrir ante los españoles toda sus miserias, y carencias democráticas. La huida de Iglesias deja a Sánchez desnudo, en la primera línea de fuego.
A partir de hoy veremos otra España, no sabemos si mejor o peor, pero sin duda más esperanzada y dispuesta a combatir la decadencia, la esclavitud y la pobreza que traen consigo el comunismo y el sanchismo. La ocurrido en Madrid puede y debe provocar una reacción en cadena favorable a la libertad y a la decencia. España puede y debe resurgir.
Sánchez puede reaccionar ante la derrota de dos maneras: la decente y la soberbia. La decente consistiría en rectificar y asumir que los españoles no quieren lo que él les da: alianzas para gobernar con miserables comunistas, golpistas, independentistas y amigos del terrorismo, subidas abusivas de impuestos, opacidad, despilfarro, desempleo, pobreza, corrupción, mucho Estado y mucha tristeza; la soberbia le llevaría a la venganza contra el pueblo que le ha rechazado, a subir todavía más los impuestos, a incrementar el clientelismo, a la compra de más medios de comunicación y a potenciar un gobierno arrogante, oscuro y contrario a la voluntad popular.
La primera opción, la decente, permitirá al PSOE sobrevivir y seguir siendo uno de los grandes partidos españoles, pero si opta por la soberbia, que es la opción típica para un psicópata, no sólo perderá las próximas elecciones sino que condenará al socialismo español a desaparecer, castigado por un pueblo que es capaz de rebelarse cuando se cansa de suciedad y abuso.
Los madrileños demostraron el 4 de mayo ser un pueblo sabio y con valores. Pusieron en un platillo de la balanza las mentiras, abusos, arbitrariedades y retrocesos del sanchismo, además de sus mentiras y falsas promesas, y en el otro platillo colocaron la prosperidad que ha sabido crear Madrid con su liberalismo, libertades activas, bajos impuestos y espíritu emprendedor. Y, lógicamente, Sánchez y su jauría de enemigos de la libertad y de España resultaron derrotados.
Ahora empieza la reconquista. Enrólate porque España, que quiere ser grande, te llama.
Francisco Rubiales
Comentarios: