El proyecto político que está concibiendo Macarena Olona, después de romper con la jerarquía monolítica de VOX, aspira a ser lo que VOX quiso ser cuando nació, pero que dejó de ser cuando tocó poder. Macarena sabe que lo que le dio un vigor irresistible a aquel VOX de los comienzos fue su oposición al sistema podrido que gobierna España, a la corrupción, al reparto obsceno de poder entre derechas e izquierdas y la voluntad de cambiarlo todo para devolver a España la dignidad, la decencia, la justicia y la democracia perdidas. Y quiere relanzar aquel espíritu rompedor, capaz de cautivar tanto a las derechas como a las izquierdas porque lo que había que salvar era España, su prosperidad, su futuro, su dignidad y su libertad.
Macarena tiene claro que su público y su fuerza nacen del pueblo y apela a ese pueblo, completamente al margen de la política oficial, lejos de las derechas y las izquierdas, de los nacionalismos, de las filias y de las fobias y del reparto indecente del poder, el dinero y los privilegios. También tiene claro que los partidos políticos al uso encierran en su alma la semilla de la corrupción y el verticalismo destructor. Sabe que el gran drama de los viejos partidos es que se alejan de la sociedad y del pueblo para convertirse en un club exclusivo de elitistas alienados obsesionados por el poder. Basta mirar al PSOE, al PP , a los partidos nacionalistas y cada día más a VOX para darse cuenta de que ese análisis es correcto e impecable.
Ella no quiere ser la Meloni española, ni líder de una derecha radical, sino la chispa que encienda una mecha nueva e inédita, la del pueblo lanzado hacia el poder sin un partido que lo constriña, lo encuadre, lo esclavice y lo convierta en maquinaria corrompida.
El reto es duro, complejo y tan difícil que existen serias dudas de que ella pueda gestionarlo con eficacia, pero también es fascinante, sobre todo porque abre nuevas vías de participación y protagonismo ciudadano en un mundo del que los ciudadanos han sido expulsados, saturado de políticos profesionalizados y enrocados en el poder y los privilegios, de suciedades, de compromisos inconfesables, de mentiras y de jerarquías inamovibles.
Olona sabe que hay millones de españoles frustrados que esperan algo parecido a lo que ella prepara para incorporarse a la tarea de mejorar este mundo y que se niegan a hacerlo en las filas de los actuales partidos, corrompidos y llenos de suciedades y trucos.
Si logra conectar con esa masa de indignados y españoles que piensan y sienten dolor y asco ante la actual política, habrá triunfado y, además, habrá abierto un camino nuevo en el que la regeneración, imposible en el actual espectro político, sí es posible.
Macarena Olona no ha revelado en sus comparecencias nada de lo que se dice en este artículo, pero sí ha dejado caer trocitos del puzle y ha mostrado indicios que permiten, conociendo a la persona, deducir fácilmente que camino va a tomar y que valores defenderá.
Las estadísticas dicen que puede arrastrar a la mitad del antiguo VOX y a millones de frustrados de la derecha, la izquierda y la ciudadanía indignada que rechaza participar en la sucia orgía de la política española.
Ojalá triunfe porque su éxito será una puerta inmensa abierta a la esperanza en un mundo podrido que apesta ya demasiado.
Francisco Rubiales
Macarena tiene claro que su público y su fuerza nacen del pueblo y apela a ese pueblo, completamente al margen de la política oficial, lejos de las derechas y las izquierdas, de los nacionalismos, de las filias y de las fobias y del reparto indecente del poder, el dinero y los privilegios. También tiene claro que los partidos políticos al uso encierran en su alma la semilla de la corrupción y el verticalismo destructor. Sabe que el gran drama de los viejos partidos es que se alejan de la sociedad y del pueblo para convertirse en un club exclusivo de elitistas alienados obsesionados por el poder. Basta mirar al PSOE, al PP , a los partidos nacionalistas y cada día más a VOX para darse cuenta de que ese análisis es correcto e impecable.
Ella no quiere ser la Meloni española, ni líder de una derecha radical, sino la chispa que encienda una mecha nueva e inédita, la del pueblo lanzado hacia el poder sin un partido que lo constriña, lo encuadre, lo esclavice y lo convierta en maquinaria corrompida.
El reto es duro, complejo y tan difícil que existen serias dudas de que ella pueda gestionarlo con eficacia, pero también es fascinante, sobre todo porque abre nuevas vías de participación y protagonismo ciudadano en un mundo del que los ciudadanos han sido expulsados, saturado de políticos profesionalizados y enrocados en el poder y los privilegios, de suciedades, de compromisos inconfesables, de mentiras y de jerarquías inamovibles.
Olona sabe que hay millones de españoles frustrados que esperan algo parecido a lo que ella prepara para incorporarse a la tarea de mejorar este mundo y que se niegan a hacerlo en las filas de los actuales partidos, corrompidos y llenos de suciedades y trucos.
Si logra conectar con esa masa de indignados y españoles que piensan y sienten dolor y asco ante la actual política, habrá triunfado y, además, habrá abierto un camino nuevo en el que la regeneración, imposible en el actual espectro político, sí es posible.
Macarena Olona no ha revelado en sus comparecencias nada de lo que se dice en este artículo, pero sí ha dejado caer trocitos del puzle y ha mostrado indicios que permiten, conociendo a la persona, deducir fácilmente que camino va a tomar y que valores defenderá.
Las estadísticas dicen que puede arrastrar a la mitad del antiguo VOX y a millones de frustrados de la derecha, la izquierda y la ciudadanía indignada que rechaza participar en la sucia orgía de la política española.
Ojalá triunfe porque su éxito será una puerta inmensa abierta a la esperanza en un mundo podrido que apesta ya demasiado.
Francisco Rubiales
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