Los venezolanos, dando un ejemplo a muchas democracias degradadas con tendencias autoritarias, han derrotado los sueños totalitarios del gorila rojo Hugo Chávez, que quería reformar la constitución para poder ser reelegido sin limitación alguna.
El Bloque del No se acreditó el triunfo en el referendo de reforma constitucional y derrotó la propuesta del presidente Chávez. El Bloque del NO obtuvo el 50,71% contra el 49,29% del bloque del Sí. La abstención fue de 44 por ciento.
El resultado electoral eliminó por ahora la vía constitucional para una nueva reelección de Chávez, una vez que termine su actual mandato en 2012. Apenas el viernes, el presidente cerró la campaña electoral afirmando que estaba listo para gobernar hasta 2050.
Sin embargo, es digna de ser destacada la paradoja de que esa posibilidad de ser reelegido sin límites que Chávez reclamaba y que su pueblo le ha negado la poseen líderes de democracias europeas que se consideran avanzadas, como la española. De hecho, Rodríguez Zapatero podría ser reelegido mientras viva.
Basta comparar lo que Chávez pretendía alcanzar en Venezuela con los poderes desmesurados de algunos presidentes de democracias europeas, como es el caso de España, para advertir que las democracias europeas están degradadas y que el poder de los gobiernos no ha parado de crecer, tornándose tan agobiante como antidemocrático. Hasta el derecho a expropiar en casos extremos, antes de la intervención judicial, reclamado por la reforma de Chávez y criticado por los demócratas venezolanos, es un poder que algunas democracias europeas degradadas poseen o reclaman.
Otra de las críticas que se vierten contra Chávez es su desfachatez al pretender cambiar una ley fundamental, como es la Constitución, mediante un referendum que se decidirá por mayoría simple, cuando la tendencia democrática mundial recomienda que las grandes leyes sólo puedan cambiarse mediante mayorías muy cualificadas, de por lo menos dos tercios de los votos. Sin embargo, en España, Zapatero ha cambiado leyes tambien fundamentales, como los estatutos de Cataluña y Andalucía, mediante sendos referendums que también requerían mayoría simple, con el agravante de que, finalmente, fueron vergonzosamente aprobados por apenas un tercio del electorado.
Para vergüenza de los españoles, hay demasiados aspectos en la democracia española que son inferiores en calidad a los de la denigrada democracia venezolana.
El Bloque del No se acreditó el triunfo en el referendo de reforma constitucional y derrotó la propuesta del presidente Chávez. El Bloque del NO obtuvo el 50,71% contra el 49,29% del bloque del Sí. La abstención fue de 44 por ciento.
El resultado electoral eliminó por ahora la vía constitucional para una nueva reelección de Chávez, una vez que termine su actual mandato en 2012. Apenas el viernes, el presidente cerró la campaña electoral afirmando que estaba listo para gobernar hasta 2050.
Sin embargo, es digna de ser destacada la paradoja de que esa posibilidad de ser reelegido sin límites que Chávez reclamaba y que su pueblo le ha negado la poseen líderes de democracias europeas que se consideran avanzadas, como la española. De hecho, Rodríguez Zapatero podría ser reelegido mientras viva.
Basta comparar lo que Chávez pretendía alcanzar en Venezuela con los poderes desmesurados de algunos presidentes de democracias europeas, como es el caso de España, para advertir que las democracias europeas están degradadas y que el poder de los gobiernos no ha parado de crecer, tornándose tan agobiante como antidemocrático. Hasta el derecho a expropiar en casos extremos, antes de la intervención judicial, reclamado por la reforma de Chávez y criticado por los demócratas venezolanos, es un poder que algunas democracias europeas degradadas poseen o reclaman.
Otra de las críticas que se vierten contra Chávez es su desfachatez al pretender cambiar una ley fundamental, como es la Constitución, mediante un referendum que se decidirá por mayoría simple, cuando la tendencia democrática mundial recomienda que las grandes leyes sólo puedan cambiarse mediante mayorías muy cualificadas, de por lo menos dos tercios de los votos. Sin embargo, en España, Zapatero ha cambiado leyes tambien fundamentales, como los estatutos de Cataluña y Andalucía, mediante sendos referendums que también requerían mayoría simple, con el agravante de que, finalmente, fueron vergonzosamente aprobados por apenas un tercio del electorado.
Para vergüenza de los españoles, hay demasiados aspectos en la democracia española que son inferiores en calidad a los de la denigrada democracia venezolana.
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