La política española ha estado dominada por los caciques durante gran parte de los siglos XIX y XX. La alternancia en el poder de conservadores y liberales era caciquismo y el comportamiento de las derechas ganadoras durante el Franquismo también lo era. Pero, aunque parecía imposible, el caciquismo también funciona en esta etapa de falsa democracia: los alcaldes y altos cargos han practicado y practican en la actualidad el peor caciquismo, creando un clientelismo repugnante y otorgando puestos de trabajo, contratos, subvenciones y todo tipo de favores, como en el pasado, a cambio de votos.
Aunque el caciquismo es un mal endémico de la política española, incluso en este tecnológico y sofisticado siglo XXI, nadie lo ha practicado con mayor intensidad y descaro que los grandes partidos políticos y cargos públicos, que han trasladado al resto de la nación unas prácticas corruptas y deleznables, muy extendidas en la Andalucía del atraso y el desempleo que construyeron los socialistas en los últimos cuarenta años.
La utilización de la Moncloa para hacer campaña electoral es caciquismo moderno, como lo es también utilizar los medios públicos y la prensa sometida para ganar las elecciones o presionar a los otros poderes para que ayuden en la victoria popular. Engañar y manipular a los ciudadanos es caciquismo, como lo es también privarles de la verdad y de la información que necesitan para adoptar decisiones correctas. Otorgar contratos públicos a los amigos, cobrar comisiones, dar subvenciones a los amigos, colocar a los que tienen carnet de partido y otras muchas prácticas habituales en la nauseabunda política actual de España son expresiones del caciquismo más letal, como lo es también aguantar el desafío mafioso y violento del independentismo catalán sin ofenderlos demasiado para que, cuando llegue la hora, aporten los votos necesarios para presidir el gobierno.
Lo más grave del caciquismo no es que genere esclavitud y que hunde la economía, sino que es también corrupto, debilita a las naciones y envilece todo lo que toca.
El 9 de octubre publicaba el diario ABC, a todo trapo, una historia que demuestra que el caciquismo socialista sigue gozando todavía de una salud de hierro en Andalucía. En ese artículo puede comprobarse que casi nada ha cambiado en la política española desde los tiempos de Cánovas del Castillo y Sagasta o desde aquellos tiempos de pobreza extrema que precedieron a la guerra civil de 1936.
El diario ABC sostiene que el modelo clientelar de obtención de votos a cambio de prebendas siempre fue una constante del PSOE en Andalucía, pero ahora, además, después de la salida del poder del socialismo, se puede acreditar con documentación y pruebas.
Hay cientos de expertos y analistas convencidos de que el clientelismo y el caciquismo (no el buen gobierno) han sido la piedra angular que ha sostenido el poder socialista en Andalucía, durante casi cuatro décadas.
El dominio de la Andalucía rural ha sido abrumador por parte del PSOE. La derecha, con esfuerzo, conseguía a veces ganar en las ciudades, pero nunca consiguió ganar en los pueblos, sobre todo en aquellos mas pobres y atrasados. Allí, los líderes del PSOE han comprado voluntades y votos a cambio de puestos de trabajo, ayudas, contratos y, sobre todo, peonadas agrícolas.
En su información sobre los métodos socialistas de compra de votos, el diario ABC dice que "el modus operandi instalado durante años en localidades andaluzas para la compra de votos para el PSOE resulta tan escalofriante como escandaloso. Es un modo de corrupción decimonónico, anclado en la mejor tradición del caudillismo rural, del nepotismo arbitrario y del caciquismo en su máxima extensión".
Andalucía, además de ser la tierra más corrupta de Europa y una de las más atrasadas, ha sido también la más cobarde y esclava, ya que ha padecido opresión brutal y decimonónica durante décadas, sin que nadie protestara y sin que los métodos esclavizadores empleados por los nuevos caciques con carné de partido fueran denunciados.
Hasta Pedro Sánchez se apunta a la corriente caciquil en Andalucía al prometer en su último mitin electoral que bajará el numero de peonadas exigidas para cobrar ayudas en los pueblos, como forma de compensar a Andalucía de los estragos que causan los aranceles de Donal Trump.
Cambian los tiempos y las personas, pero la opresión y el abuso de poder siguen establecidos, no sólo en el corazón de la pobre y desgraciada Andalucía, sino extendido, ampliado y sofisticado, en el resto de la sociedad española, practicado por una clase política ávida de poder y dinero e infectada de corrupción y abuso de poder.
Francisco Rubiales
Aunque el caciquismo es un mal endémico de la política española, incluso en este tecnológico y sofisticado siglo XXI, nadie lo ha practicado con mayor intensidad y descaro que los grandes partidos políticos y cargos públicos, que han trasladado al resto de la nación unas prácticas corruptas y deleznables, muy extendidas en la Andalucía del atraso y el desempleo que construyeron los socialistas en los últimos cuarenta años.
La utilización de la Moncloa para hacer campaña electoral es caciquismo moderno, como lo es también utilizar los medios públicos y la prensa sometida para ganar las elecciones o presionar a los otros poderes para que ayuden en la victoria popular. Engañar y manipular a los ciudadanos es caciquismo, como lo es también privarles de la verdad y de la información que necesitan para adoptar decisiones correctas. Otorgar contratos públicos a los amigos, cobrar comisiones, dar subvenciones a los amigos, colocar a los que tienen carnet de partido y otras muchas prácticas habituales en la nauseabunda política actual de España son expresiones del caciquismo más letal, como lo es también aguantar el desafío mafioso y violento del independentismo catalán sin ofenderlos demasiado para que, cuando llegue la hora, aporten los votos necesarios para presidir el gobierno.
Lo más grave del caciquismo no es que genere esclavitud y que hunde la economía, sino que es también corrupto, debilita a las naciones y envilece todo lo que toca.
El 9 de octubre publicaba el diario ABC, a todo trapo, una historia que demuestra que el caciquismo socialista sigue gozando todavía de una salud de hierro en Andalucía. En ese artículo puede comprobarse que casi nada ha cambiado en la política española desde los tiempos de Cánovas del Castillo y Sagasta o desde aquellos tiempos de pobreza extrema que precedieron a la guerra civil de 1936.
El diario ABC sostiene que el modelo clientelar de obtención de votos a cambio de prebendas siempre fue una constante del PSOE en Andalucía, pero ahora, además, después de la salida del poder del socialismo, se puede acreditar con documentación y pruebas.
Hay cientos de expertos y analistas convencidos de que el clientelismo y el caciquismo (no el buen gobierno) han sido la piedra angular que ha sostenido el poder socialista en Andalucía, durante casi cuatro décadas.
El dominio de la Andalucía rural ha sido abrumador por parte del PSOE. La derecha, con esfuerzo, conseguía a veces ganar en las ciudades, pero nunca consiguió ganar en los pueblos, sobre todo en aquellos mas pobres y atrasados. Allí, los líderes del PSOE han comprado voluntades y votos a cambio de puestos de trabajo, ayudas, contratos y, sobre todo, peonadas agrícolas.
En su información sobre los métodos socialistas de compra de votos, el diario ABC dice que "el modus operandi instalado durante años en localidades andaluzas para la compra de votos para el PSOE resulta tan escalofriante como escandaloso. Es un modo de corrupción decimonónico, anclado en la mejor tradición del caudillismo rural, del nepotismo arbitrario y del caciquismo en su máxima extensión".
Andalucía, además de ser la tierra más corrupta de Europa y una de las más atrasadas, ha sido también la más cobarde y esclava, ya que ha padecido opresión brutal y decimonónica durante décadas, sin que nadie protestara y sin que los métodos esclavizadores empleados por los nuevos caciques con carné de partido fueran denunciados.
Hasta Pedro Sánchez se apunta a la corriente caciquil en Andalucía al prometer en su último mitin electoral que bajará el numero de peonadas exigidas para cobrar ayudas en los pueblos, como forma de compensar a Andalucía de los estragos que causan los aranceles de Donal Trump.
Cambian los tiempos y las personas, pero la opresión y el abuso de poder siguen establecidos, no sólo en el corazón de la pobre y desgraciada Andalucía, sino extendido, ampliado y sofisticado, en el resto de la sociedad española, practicado por una clase política ávida de poder y dinero e infectada de corrupción y abuso de poder.
Francisco Rubiales
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