El inesperado y unánime rechazo mundial al golpe de Estado perpetrado en Honduras ha puesto de manifiesto que existe ya un nuevo orden mundial que rechaza cualquier golpe de Estado, aunque, como ocurre en Honduras, se perpetre contra un presidente que ha demostrado ser indigno de representar y gobernar a su pueblo.
Lo que está ocurriendo con Honduras parece revelar la existencia de acuerdos entre los gobiernos, alcanzados en secreto y sin que los ciudadanos hayan sido consultados ni informados, para apoyarse mutuamente y para impedir que cualquiera de ellos pueda ser depuesto.
Los que se unieron para derrocar en Honduras al presidente de la República, José Manuel (Mel) Zelaya Rosales, jamás imaginaron el repudio mundial que su gesto despertaría, ni las graves consecuencias que se derivarían para Honduras y su pueblo. Inocentes, creyeron que el golpe sería uno más de los muchos tolerados en el planeta, ignorando que los gobiernos han decidido acabar con esa "plaga" para protegerse.
La acción diplomática mundial de rechazo al golpe de Estado de Honduras es inédita y denota un paso importante en la evolución del derecho internacional, que parece no admitir ya cambios forzados en los poderes del Estado y que pretende garantizar la sumisión del poder militar al civil.
Ante ese cambio, sospechosamente adoptado en secreto y sin información, muchos ciudadanos dudan y recelan porque no saben si interpretarlo como una "conspiración" corporativista de los gobiernos y los políticos para protegerse mutuamente o si, realmente, constituye un paso adelante parsa fortalecer las instituciones frente a determinadas agresiones.
Los dirigentes políticos mundiales deben aclarar con urgencia (aunque no lo harán) si esa "protección" incluye también la defensa de los malos gobernantes depuestos por sus propios pueblos, alzados en justa rebeldía contra el mal gobierno, el abuso y la corrupción, un derecho "natural" admitido por la inmensa mayoría de los juristas y reconocido por la Constitución de los Estados Unidos de América.
Ese derecho de los ciudadanos a "echar" a sus gobernantes, aunque hayan sido elegidos en las urnas, cuando pierdan la confianza de las mayorías por su mal gobierno y por haber violado los derechos fundamentales o por comportarse como delincuentes, debe seguir teniendo una vigencia sagrada, sobre todo en democracia.
Reprimirlo es pura tiranía.
Tenemos dudas razonables sobre si el presidente de los hondureños, Mel Zelaya, traspasó esa línea de la traición a su pueblo y a los grandes valores y principios. Su intento de reformar la Constitución para perpetuarse en el poder es sospechoso y parece inspirado por la banda de los nuevos tiranos de América, encabezada por los hermanos Castro Ruz y por el gorila venezolano Chavez. Eliminar la limitación de mandatos presidenciales es el primer paso para trucar el sistema y convertir la democracia en una farsa.
Los poderes e instituciones de Honduras hicieron bien en oponerse a los intentos de tiranía de Zelaya, un presidente ya aliado con los nuevos tiranos americanos, pero cometieron un grave error al utilizar al Ejército para desembarazarse del tirano, en lugar de utilizar las leyes. Su segundo gran error, tan grave que les está separando de los demócratas de todo el mundo, es su nulo respeto a la libertad de prensa en Honduras y la represión desatada contra le verdad y la libre expresión ciudadana.
Para los ciudadanos demócratas del mundo, la reacción planetaria frente al golpe de Honduras, en la que han participado el Sistema de Integración Centroamericana (SICA), que ha sellado las fronteras hondureñas, la Organización de Estados Americanos (OEA), la ONU, la Unión Europea y la mayoría de los países, entre ellos Estados Unidos, sin olvidar al G-8 y al G-20 y otras instituciones, organismos internacionales, está cargada de sospechas y es portadora de grandes inquietudes y amenazas.
¿Es una repugnante conspiración corporativista de los políticos o es un avance del derecho internacional? ¿Se plicará la misma doctrina cuando un pueblo se alce contra el tirano ocupante, como, por ejemplo, en el Tibet? ¿Contra quién se ha configurado el pacto, contra los ejércitos golpistas o contra los ciudadanos?
El Diario independiente El Tiempo de Honduras denuncia que "nunca se había sufrido en Honduras una violación tan profunda y masiva de la libertad de expresión, debido a la intervención gubernamental, ni en las más oscuras épocas de franca dictadura, y que ahora encierra a la sociedad hondureña en una auténtica burbuja, lo cual constituye un caso incuestionable del protagonismo del “latifundio mediático”, en su condición de actor consustancial del golpe de Estado".
Al violar los derechos fundamentales a informar y a ser informados, el nuevo gobierno hondureño se equipara al menos al lamentable presidente Zelaya, que, por su traición y agresión a la democracia, no es merecedor de representar y gobernar al noble pueblo de Honduras.
Lo que está ocurriendo con Honduras parece revelar la existencia de acuerdos entre los gobiernos, alcanzados en secreto y sin que los ciudadanos hayan sido consultados ni informados, para apoyarse mutuamente y para impedir que cualquiera de ellos pueda ser depuesto.
Los que se unieron para derrocar en Honduras al presidente de la República, José Manuel (Mel) Zelaya Rosales, jamás imaginaron el repudio mundial que su gesto despertaría, ni las graves consecuencias que se derivarían para Honduras y su pueblo. Inocentes, creyeron que el golpe sería uno más de los muchos tolerados en el planeta, ignorando que los gobiernos han decidido acabar con esa "plaga" para protegerse.
La acción diplomática mundial de rechazo al golpe de Estado de Honduras es inédita y denota un paso importante en la evolución del derecho internacional, que parece no admitir ya cambios forzados en los poderes del Estado y que pretende garantizar la sumisión del poder militar al civil.
Ante ese cambio, sospechosamente adoptado en secreto y sin información, muchos ciudadanos dudan y recelan porque no saben si interpretarlo como una "conspiración" corporativista de los gobiernos y los políticos para protegerse mutuamente o si, realmente, constituye un paso adelante parsa fortalecer las instituciones frente a determinadas agresiones.
Los dirigentes políticos mundiales deben aclarar con urgencia (aunque no lo harán) si esa "protección" incluye también la defensa de los malos gobernantes depuestos por sus propios pueblos, alzados en justa rebeldía contra el mal gobierno, el abuso y la corrupción, un derecho "natural" admitido por la inmensa mayoría de los juristas y reconocido por la Constitución de los Estados Unidos de América.
Ese derecho de los ciudadanos a "echar" a sus gobernantes, aunque hayan sido elegidos en las urnas, cuando pierdan la confianza de las mayorías por su mal gobierno y por haber violado los derechos fundamentales o por comportarse como delincuentes, debe seguir teniendo una vigencia sagrada, sobre todo en democracia.
Reprimirlo es pura tiranía.
Tenemos dudas razonables sobre si el presidente de los hondureños, Mel Zelaya, traspasó esa línea de la traición a su pueblo y a los grandes valores y principios. Su intento de reformar la Constitución para perpetuarse en el poder es sospechoso y parece inspirado por la banda de los nuevos tiranos de América, encabezada por los hermanos Castro Ruz y por el gorila venezolano Chavez. Eliminar la limitación de mandatos presidenciales es el primer paso para trucar el sistema y convertir la democracia en una farsa.
Los poderes e instituciones de Honduras hicieron bien en oponerse a los intentos de tiranía de Zelaya, un presidente ya aliado con los nuevos tiranos americanos, pero cometieron un grave error al utilizar al Ejército para desembarazarse del tirano, en lugar de utilizar las leyes. Su segundo gran error, tan grave que les está separando de los demócratas de todo el mundo, es su nulo respeto a la libertad de prensa en Honduras y la represión desatada contra le verdad y la libre expresión ciudadana.
Para los ciudadanos demócratas del mundo, la reacción planetaria frente al golpe de Honduras, en la que han participado el Sistema de Integración Centroamericana (SICA), que ha sellado las fronteras hondureñas, la Organización de Estados Americanos (OEA), la ONU, la Unión Europea y la mayoría de los países, entre ellos Estados Unidos, sin olvidar al G-8 y al G-20 y otras instituciones, organismos internacionales, está cargada de sospechas y es portadora de grandes inquietudes y amenazas.
¿Es una repugnante conspiración corporativista de los políticos o es un avance del derecho internacional? ¿Se plicará la misma doctrina cuando un pueblo se alce contra el tirano ocupante, como, por ejemplo, en el Tibet? ¿Contra quién se ha configurado el pacto, contra los ejércitos golpistas o contra los ciudadanos?
El Diario independiente El Tiempo de Honduras denuncia que "nunca se había sufrido en Honduras una violación tan profunda y masiva de la libertad de expresión, debido a la intervención gubernamental, ni en las más oscuras épocas de franca dictadura, y que ahora encierra a la sociedad hondureña en una auténtica burbuja, lo cual constituye un caso incuestionable del protagonismo del “latifundio mediático”, en su condición de actor consustancial del golpe de Estado".
Al violar los derechos fundamentales a informar y a ser informados, el nuevo gobierno hondureño se equipara al menos al lamentable presidente Zelaya, que, por su traición y agresión a la democracia, no es merecedor de representar y gobernar al noble pueblo de Honduras.
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