Se podría escribir una enciclopedia de la infamia política con lo que los ciudadanos españoles estamos descubriendo y aprendiendo en la horrorosa campaña electoral del 2007, una etapa para olvidar, nada enaltecedora, plagada de indignidades y reveladora de la enorme degradación que envuelve a la democracia española.
Los españoles hemos sabido, gracias a esta campaña y a las insensatas acusaciones mutuas de los políticos, que todos los grandes partidos políticos españoles están en la corrupción, que roban y engañan a sus electores. También hemos descubierto que el gobierno lleva años reuniéndose con los asesinos etarras para pactar y que ha mentido a los ciudadanos sobre sus negociaciones con ETA al menos media docena de veces, incluso en sede parlamentaria, donde las mentiras del poder público son aun más ignominiosas.
Pero no termina ahí la cascada de descubrimientos vergonzantes, porque hemos conocido, entre otras muchas "lindezas" y "fechorías", a un candidato socialista de Madrid que, además de ser sospechoso de corrupciones económicas desde la oficina económica de La Moncloa, es un moroso municipal, a un candidato de la derecha madrileña que parece haber hecho "favores" a una hermosa mujer implicada en la corrupción de Marbella, o cómo el gobierno municipal de Sevilla enseñaba a sus interlocutores y amigos, vía fax, la mejor manera de "birlar" dinero público sin dejar rastro.
Los electores hemos respirado el hedor de las cloacas políticas, durante la campaña, con una nitidez desconocida. Los políticos, enfrascados en una vergonzosa lucha por el poder que protagonizan sin decoro, han convertido la actual campaña electoral, que debería servir para ilusionar y ganar la confianza de los ciudadanos, en todo un festival de irregularidades, corrupciones, cuchilladas y vilezas, protagonizadas por los distintos partidos políticos y líderes.
Lo único positivo del bochornoso espectáculo es que, gracias al bajo nivel ético y estético de la política española, el ciudadano ha podido comprobar el altísimo grado de la degeneración política que padecemos y conocer secretos y comportamientos que harian ruborizarse al propio Al Capone.
La campaña electoral para las autonómicas y municipales de 2007 pasará a la historia como una vulgar guerra en la que los partidos políticos, ayudados por sus medios afines y sometidos, olvidaron la grandeza del servicio a la comunidad y la dimensión ejemplarizante que conlleva el liderazgo, mientras se arrojaban excrementos unos a otros en presencia de unos ciudadanos a los que ya han perdido el respeto.
Los españoles hemos sabido, gracias a esta campaña y a las insensatas acusaciones mutuas de los políticos, que todos los grandes partidos políticos españoles están en la corrupción, que roban y engañan a sus electores. También hemos descubierto que el gobierno lleva años reuniéndose con los asesinos etarras para pactar y que ha mentido a los ciudadanos sobre sus negociaciones con ETA al menos media docena de veces, incluso en sede parlamentaria, donde las mentiras del poder público son aun más ignominiosas.
Pero no termina ahí la cascada de descubrimientos vergonzantes, porque hemos conocido, entre otras muchas "lindezas" y "fechorías", a un candidato socialista de Madrid que, además de ser sospechoso de corrupciones económicas desde la oficina económica de La Moncloa, es un moroso municipal, a un candidato de la derecha madrileña que parece haber hecho "favores" a una hermosa mujer implicada en la corrupción de Marbella, o cómo el gobierno municipal de Sevilla enseñaba a sus interlocutores y amigos, vía fax, la mejor manera de "birlar" dinero público sin dejar rastro.
Los electores hemos respirado el hedor de las cloacas políticas, durante la campaña, con una nitidez desconocida. Los políticos, enfrascados en una vergonzosa lucha por el poder que protagonizan sin decoro, han convertido la actual campaña electoral, que debería servir para ilusionar y ganar la confianza de los ciudadanos, en todo un festival de irregularidades, corrupciones, cuchilladas y vilezas, protagonizadas por los distintos partidos políticos y líderes.
Lo único positivo del bochornoso espectáculo es que, gracias al bajo nivel ético y estético de la política española, el ciudadano ha podido comprobar el altísimo grado de la degeneración política que padecemos y conocer secretos y comportamientos que harian ruborizarse al propio Al Capone.
La campaña electoral para las autonómicas y municipales de 2007 pasará a la historia como una vulgar guerra en la que los partidos políticos, ayudados por sus medios afines y sometidos, olvidaron la grandeza del servicio a la comunidad y la dimensión ejemplarizante que conlleva el liderazgo, mientras se arrojaban excrementos unos a otros en presencia de unos ciudadanos a los que ya han perdido el respeto.
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