Asistí la noche del lunes 3 de siciembre, en el Alfonso XIII de Sevilla, a la presentación de la Asociación para el Progreso de la Dirección (APD). Ante la flor y nata del empresariado andaluz, intervino, para cerrar el acto, José Antonio Griñán, consejero de Economía y Hacienda de la Junta de Andalucía. Estupefactos, muchos de los presentes nos sorprendimos ante la catarata de medias verdades, tergiversaciones, desenfoques y confusiones que ese político volcaba sobre la audiencia. ¿Creería que somos imbéciles?
Dijo que Andalucía llevaba 14 años creciendo sin parar y convergiendo con España y Europa, pero no explicó por qué extraña razón seguimos en la cola; afirmó que Andalucía es la región que crea más empresas, pero no dijo por qué Andalucía es la región de España con el tejido empresarial más débil; informó que Andalucía crea más empleos femeninos que Gran Bretaña, pero ocultó el dato clave de que en Gran Bretaña ya apenas se crean porque las mujeres trabajan desde hace décadas; que Andalucía es la autonomía que más empleos crea, pero no explicó por qué extraño misterio seguimos siendo los reyes del paro; negó que Andalucía fuera la tierra de las subvenciones y, para demostrarlo, proporcionó un extraño dato sobre ayudas a las personas por parte del gobierno, como si las ayudas y las subvenciones fueran lo mismo.
Pero cuando más murmullos de sorpresa y rechazo cosechó el consejero es cuando afirmó, tajante, que "la creación en España del Estado de las Autonomías había sido un auténtico éxito". A mi lado, una empresaria comentó: "hemos creado un Estado monstruo, multiplicando por veinte la burocracia gubernamental y tenemos dos autonomías que quieren abandonar España ¿Es eso un exito?"
Puro triunfalismo y ni una palabra sobre el cierre de empresas, del fenómeno de la deslocalización, que flagela la economía andaluza, de nuestro terrible problema de fracaso escolar o del abrumador peso del Estado en la sociedad andaluza, un Estado poco sostenible, probablemente la que tiene mayor densidad de funcionarios, asesores, políticos, enchufados y servidores del poder en toda la Unión Europea.
Después, en el cóctel, muchos hablamos de lo que habñiamos escuchado, para algunos mentiras, para otros inexactitudes e informaciones interesadas. Yo defendí la tesis de que Griñán es un buen tipo, uno de los mejores consejeros de Chaves, y que probablemente creía que decía la verdad cuando hablaba, pero que tal vez la clave esté en que existen en Andalucía "mentiras oficiales", creadas en los gabinetes de análisis y de prensa de la Junta, que, de tanto repetirse, se han convertido en el lenguaje del poder.
Alguien me respondió: "No le estás haciendo un favor porque cuando los políticos mienten sin saberlo es que el deterioro del poder ha alcanzado niveles muy preocupantes". Un empresario del sector medioambiental, con un punto de humor, comentó: "No son mentirosos sino apologetas de la mentira".
Personalmente, creo que Griñán creía decir la verdad cuando hablaba. El problema es que una cosa es "la verdad" y otra muy distinta "la verdad del poder". Los políticos, endogámicos, cada día más alejados de la sociedad y encerrados en sus torreones de poder y de privilegios, son ya incapaces de conocer otra verdad que la que genera y fabrica el propio poder en el que viven.
Todo un drama para la democracia... y para la verdad.
Dijo que Andalucía llevaba 14 años creciendo sin parar y convergiendo con España y Europa, pero no explicó por qué extraña razón seguimos en la cola; afirmó que Andalucía es la región que crea más empresas, pero no dijo por qué Andalucía es la región de España con el tejido empresarial más débil; informó que Andalucía crea más empleos femeninos que Gran Bretaña, pero ocultó el dato clave de que en Gran Bretaña ya apenas se crean porque las mujeres trabajan desde hace décadas; que Andalucía es la autonomía que más empleos crea, pero no explicó por qué extraño misterio seguimos siendo los reyes del paro; negó que Andalucía fuera la tierra de las subvenciones y, para demostrarlo, proporcionó un extraño dato sobre ayudas a las personas por parte del gobierno, como si las ayudas y las subvenciones fueran lo mismo.
Pero cuando más murmullos de sorpresa y rechazo cosechó el consejero es cuando afirmó, tajante, que "la creación en España del Estado de las Autonomías había sido un auténtico éxito". A mi lado, una empresaria comentó: "hemos creado un Estado monstruo, multiplicando por veinte la burocracia gubernamental y tenemos dos autonomías que quieren abandonar España ¿Es eso un exito?"
Puro triunfalismo y ni una palabra sobre el cierre de empresas, del fenómeno de la deslocalización, que flagela la economía andaluza, de nuestro terrible problema de fracaso escolar o del abrumador peso del Estado en la sociedad andaluza, un Estado poco sostenible, probablemente la que tiene mayor densidad de funcionarios, asesores, políticos, enchufados y servidores del poder en toda la Unión Europea.
Después, en el cóctel, muchos hablamos de lo que habñiamos escuchado, para algunos mentiras, para otros inexactitudes e informaciones interesadas. Yo defendí la tesis de que Griñán es un buen tipo, uno de los mejores consejeros de Chaves, y que probablemente creía que decía la verdad cuando hablaba, pero que tal vez la clave esté en que existen en Andalucía "mentiras oficiales", creadas en los gabinetes de análisis y de prensa de la Junta, que, de tanto repetirse, se han convertido en el lenguaje del poder.
Alguien me respondió: "No le estás haciendo un favor porque cuando los políticos mienten sin saberlo es que el deterioro del poder ha alcanzado niveles muy preocupantes". Un empresario del sector medioambiental, con un punto de humor, comentó: "No son mentirosos sino apologetas de la mentira".
Personalmente, creo que Griñán creía decir la verdad cuando hablaba. El problema es que una cosa es "la verdad" y otra muy distinta "la verdad del poder". Los políticos, endogámicos, cada día más alejados de la sociedad y encerrados en sus torreones de poder y de privilegios, son ya incapaces de conocer otra verdad que la que genera y fabrica el propio poder en el que viven.
Todo un drama para la democracia... y para la verdad.
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