España votó al PP para librarse de aquel PSOE de Felipe González que llegó a avergonzar por su impudicia. Más tarde se votó al PSOE de ZP para vengar la arrogante prepotencia del PP de José María Aznar. Ahora, para castigar al peligroso Zapatero, irresponsable y disgregador, mucha gente independiente y honrada está dispuesta a votar de nuevo al PP.
Lo malo de este juego inutil y poco democrático de venganzas y castigos es que el sistema se deteriora cada vez más, hasta que un día llegue un loco y gane las elecciones, como ocurrió en Italia y en Alemania con Mussolini y Hítler, respectivamente, ambos apoyados electoralmente por masas que odiaban a los políticos tradicionales, corruptos e inútiles.
Si esto que vivimos en España es democracia, que venga Dios y lo vea. Democracia no es únicamente castigar o premiar a un partido en las urnas cada cuatro años. Democracia es un estilo de vida lleno de complejidades, de valores y de equilibrios, que responde a la voluntad ciudadana de vivir en común, en libertad y en armonía.
En la mayoría de los paises occidentales y, por supuesto, en España, se producen fallos básicos y faltan rasgos fundamentales sin los cuales la democracia queda desvirtuada y convertida en una despreciable oligocracia: los poderes del Estado dejan de funcionar con independencia y vigilándose mutuamente; los ciudadanos no pueden controlar eficazmente al gobierno; la prensa deja de ser libre y no puede actuar como controladora del poder político; la sociedad civil está debilitada, casi en estado de coma, y ha dejado de tener la fuerza necesaria para servir de contrapeso al poder político, etc.
Sin esos rasgos fundamentales y sin ciudadanos, las democracias actuales son rehenes de unos partidos políticos que las controlan y dominan ilegítimamente a través de elites profesionales privilegiadas.
En las actuales circunstancias, ni siquiera el derecho ciudadano al voto libre está garantizado. Las listas cerradas y bloqueadas que se ofrecen al ciudadano en las urnas le arrebatan su derecho a elegir, porque son los partidos los que han elegido antes a los que forman parte de esas listas, que el ciudadano sólo puede aceptar o rechazar.
La conclusión correcta no es, como predica la derecha, que hay que castigar a Zapatero en las urnas, sino que es urgente reformar el sistema para que no pueda acoger a más Zapateros y solocarlos en la cúspide del poder.
Cuando la democracia ha sido desvirtuada, degradada y transformada en una oligocracia de partidos, la obligación del ciudadano es la rebeldía democrática, que consiste en recuperar el control del sistema para obligar a los poderes a restaurar la democracia arrebatada.
Castigar a un partido votando al contrario no arregla nada porque, como demuestra la experiencia española, el que llega suele superar al anterior en prepotencia, arrogancia y obsesión por el privilegio y el dominio. La solución no es otra que luchar por la regeneración del sistema mediante el descrédito de las castas dominantes, la abstención, el voto en blanco o cualquier otra manifestación de rebeldía democrática.
¿Es que la gente ha olvidado ya la lección histórica que representó la rebelión de Franco contra la República? La verdad de lo que ocurrió, aunque la izquierda pretenda enterrarla bajo un estercolero de mentiras, es que la política estaba tan desprestigiada y corrompida que cuando se produjo el "alzamiento" medio país aplaudió de alegría.
Si la manarquía de Alfonso XIII y la República hubieran apostado seriamente por la auténtica democracia, Franco no habría tenido ninguna oportunidad de victoria.
Lo malo de este juego inutil y poco democrático de venganzas y castigos es que el sistema se deteriora cada vez más, hasta que un día llegue un loco y gane las elecciones, como ocurrió en Italia y en Alemania con Mussolini y Hítler, respectivamente, ambos apoyados electoralmente por masas que odiaban a los políticos tradicionales, corruptos e inútiles.
Si esto que vivimos en España es democracia, que venga Dios y lo vea. Democracia no es únicamente castigar o premiar a un partido en las urnas cada cuatro años. Democracia es un estilo de vida lleno de complejidades, de valores y de equilibrios, que responde a la voluntad ciudadana de vivir en común, en libertad y en armonía.
En la mayoría de los paises occidentales y, por supuesto, en España, se producen fallos básicos y faltan rasgos fundamentales sin los cuales la democracia queda desvirtuada y convertida en una despreciable oligocracia: los poderes del Estado dejan de funcionar con independencia y vigilándose mutuamente; los ciudadanos no pueden controlar eficazmente al gobierno; la prensa deja de ser libre y no puede actuar como controladora del poder político; la sociedad civil está debilitada, casi en estado de coma, y ha dejado de tener la fuerza necesaria para servir de contrapeso al poder político, etc.
Sin esos rasgos fundamentales y sin ciudadanos, las democracias actuales son rehenes de unos partidos políticos que las controlan y dominan ilegítimamente a través de elites profesionales privilegiadas.
En las actuales circunstancias, ni siquiera el derecho ciudadano al voto libre está garantizado. Las listas cerradas y bloqueadas que se ofrecen al ciudadano en las urnas le arrebatan su derecho a elegir, porque son los partidos los que han elegido antes a los que forman parte de esas listas, que el ciudadano sólo puede aceptar o rechazar.
La conclusión correcta no es, como predica la derecha, que hay que castigar a Zapatero en las urnas, sino que es urgente reformar el sistema para que no pueda acoger a más Zapateros y solocarlos en la cúspide del poder.
Cuando la democracia ha sido desvirtuada, degradada y transformada en una oligocracia de partidos, la obligación del ciudadano es la rebeldía democrática, que consiste en recuperar el control del sistema para obligar a los poderes a restaurar la democracia arrebatada.
Castigar a un partido votando al contrario no arregla nada porque, como demuestra la experiencia española, el que llega suele superar al anterior en prepotencia, arrogancia y obsesión por el privilegio y el dominio. La solución no es otra que luchar por la regeneración del sistema mediante el descrédito de las castas dominantes, la abstención, el voto en blanco o cualquier otra manifestación de rebeldía democrática.
¿Es que la gente ha olvidado ya la lección histórica que representó la rebelión de Franco contra la República? La verdad de lo que ocurrió, aunque la izquierda pretenda enterrarla bajo un estercolero de mentiras, es que la política estaba tan desprestigiada y corrompida que cuando se produjo el "alzamiento" medio país aplaudió de alegría.
Si la manarquía de Alfonso XIII y la República hubieran apostado seriamente por la auténtica democracia, Franco no habría tenido ninguna oportunidad de victoria.
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