Franco era visible y claro. Era un dictador benévolo en sus últimos años, que prohibía la política. Luchar contra él era relativamente fácil. Éramos los demócratas contra el dictador que nos prohibía militar en un partido y votar para elegir gobierno. Pero luchar contra Pedro Sánchez es mucho más difícil porque en Sánchez no hay verdad, ni claridad, sino confusión e hipocresía, siempre al servicio de un tiranía encubierta, mil veces más sofisticada y fuerte que la de Franco.
Muchos españoles que vivimos el tardofranquismo pensamos que aquello era mejor que el "sanchismo" y que en aquella España había más decencia, dignidad y futuro.
Con Sánchez han llegado la mentira, el engaño, el miedo y la confusión. No sabemos donde está la diana, ni qué es verdad o qué es mentira. Es un mentiroso consumado, un violador de promesas que ha conseguido que la mentira se contagie como un virus porque mienten los ministros, los medios, los partidos, las instituciones y sus millones de partidarios.
La lucha contra Sánchez implica enfrentarse a gran parte de la poderosa estructura mediática de España, comprada por el poder y vergonzosamente sometida, tras olvidar que la prensa debe controlar al gobierno, no al pueblo, al que debe servir con la verdad en democracia.
Conta Franco uno se sentía parte de un ejército libre y democrático que estaba respaldado por el mundo libre, pero contra Sánchez uno se siente en la soledad y el desamparo, sin comprender por qué la gente limpia, demócrata y decente no se incorpora a la cruzada contra ese tirano, que siempre abusa y engaña.
Luchando contra Franco se tenía el viento de la Historia a favor, pero luchando contra Sánchez uno ni siquiera sabe si hay viento y si habrá Historia.
Después de mucha lucha, frustraciones y decepciones, los demócratas hemos aprendido que la confusión siempre beneficia a los tiranos y a los chorizos. Ellos temen la verdad y la claridad y por eso nos gobiernan desde el miedo y la censura. Son fascistas que se declaran antifascistas. A la dictadura la llaman "república popular" y a la censura "perseguir mentiras". A un mundo donde ellos se atiborran de dinero y privilegio le llaman "igualitario". Al despilfarro le llaman política social y al abuso de poder le llaman "gobernar". Ocultan el nepotismo como "política de empleo público" y cuando no saben gestionar la pandemia se la endilgan a las autonomías. A las críticas que reciben les llaman "bulos". Cuando sus miserias salen a la luz las entierran y las denominan "fake". Se enriquecen en el poder, pero aseguran que están mal pagados. Sus sueldos oficiales no son los reales porque hay otros ingresos secretos. Pero lo peor de todo es que a la tiranía la están llamando democracia. Y todavía es peor que hay millones de esclavos que se creen sus patrañas indecentes. Sus legiones de votantes se nutren de adoradores del Estado, resentidos, totalitarios, envidiosos, engañados, paniaguados, vagos, adictos a las subvenciones, ventajistas, corruptos y militantes que se reparten el botín del poder.
Luchar por la democracia y la libertad contra un liberticida que se envuelve en ropajes democráticos falsos es difícil y una tarea desesperante. Es como disparar contra el aire. A base de mentir y engañar, utilizando desde el poder todos los medios poderosos del Estado y el dinero público, se corre el riesgo de no saber con claridad si es listo o torpe, bueno o malo, un héroe o un demonio. Sólo los que tenemos claro que la democracia, cuando es real, el paradigma del bien común y patria de la libertad, sabemos que Pedro Sánchez es realmente un peligroso liberticida totalitario, sin frenos ni controles, un "killer" sin escrúpulos capaz de destrozar todo lo que se le oponga.
Franco era un dictador con claridad, franqueza y verdad; Pedro esta lleno de hipocresías, engaños y mentiras. Cuando hablaba por radio o televisión, Franco exhibía seguridad y fortaleza, pero Pedro pone cara de santo y casi llora para despertar la adhesión de los débiles y confundidos.
Francisco Rubiales
Muchos españoles que vivimos el tardofranquismo pensamos que aquello era mejor que el "sanchismo" y que en aquella España había más decencia, dignidad y futuro.
Con Sánchez han llegado la mentira, el engaño, el miedo y la confusión. No sabemos donde está la diana, ni qué es verdad o qué es mentira. Es un mentiroso consumado, un violador de promesas que ha conseguido que la mentira se contagie como un virus porque mienten los ministros, los medios, los partidos, las instituciones y sus millones de partidarios.
La lucha contra Sánchez implica enfrentarse a gran parte de la poderosa estructura mediática de España, comprada por el poder y vergonzosamente sometida, tras olvidar que la prensa debe controlar al gobierno, no al pueblo, al que debe servir con la verdad en democracia.
Conta Franco uno se sentía parte de un ejército libre y democrático que estaba respaldado por el mundo libre, pero contra Sánchez uno se siente en la soledad y el desamparo, sin comprender por qué la gente limpia, demócrata y decente no se incorpora a la cruzada contra ese tirano, que siempre abusa y engaña.
Luchando contra Franco se tenía el viento de la Historia a favor, pero luchando contra Sánchez uno ni siquiera sabe si hay viento y si habrá Historia.
Después de mucha lucha, frustraciones y decepciones, los demócratas hemos aprendido que la confusión siempre beneficia a los tiranos y a los chorizos. Ellos temen la verdad y la claridad y por eso nos gobiernan desde el miedo y la censura. Son fascistas que se declaran antifascistas. A la dictadura la llaman "república popular" y a la censura "perseguir mentiras". A un mundo donde ellos se atiborran de dinero y privilegio le llaman "igualitario". Al despilfarro le llaman política social y al abuso de poder le llaman "gobernar". Ocultan el nepotismo como "política de empleo público" y cuando no saben gestionar la pandemia se la endilgan a las autonomías. A las críticas que reciben les llaman "bulos". Cuando sus miserias salen a la luz las entierran y las denominan "fake". Se enriquecen en el poder, pero aseguran que están mal pagados. Sus sueldos oficiales no son los reales porque hay otros ingresos secretos. Pero lo peor de todo es que a la tiranía la están llamando democracia. Y todavía es peor que hay millones de esclavos que se creen sus patrañas indecentes. Sus legiones de votantes se nutren de adoradores del Estado, resentidos, totalitarios, envidiosos, engañados, paniaguados, vagos, adictos a las subvenciones, ventajistas, corruptos y militantes que se reparten el botín del poder.
Luchar por la democracia y la libertad contra un liberticida que se envuelve en ropajes democráticos falsos es difícil y una tarea desesperante. Es como disparar contra el aire. A base de mentir y engañar, utilizando desde el poder todos los medios poderosos del Estado y el dinero público, se corre el riesgo de no saber con claridad si es listo o torpe, bueno o malo, un héroe o un demonio. Sólo los que tenemos claro que la democracia, cuando es real, el paradigma del bien común y patria de la libertad, sabemos que Pedro Sánchez es realmente un peligroso liberticida totalitario, sin frenos ni controles, un "killer" sin escrúpulos capaz de destrozar todo lo que se le oponga.
Franco era un dictador con claridad, franqueza y verdad; Pedro esta lleno de hipocresías, engaños y mentiras. Cuando hablaba por radio o televisión, Franco exhibía seguridad y fortaleza, pero Pedro pone cara de santo y casi llora para despertar la adhesión de los débiles y confundidos.
Francisco Rubiales
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