Algún día, en las grandes escuelas mundiales de marketing político se estudiará el caso Zapatero como un modelo de lo que no debe hacerse en política y de cómo es posible dilapidar la esperanza y un enorme caudal de apoyo político en un tiempo record.
El apoyo electoral de la sociedad española a Zapatero, que empezó siendo cercano a los diez puntos de ventaja tras la derrota del PP en las elecciones del 2004, se esfuma a pasos agigantados, hasta el punto de que las encuestas superan ya el empate técnico y reflejan una ligera ventaja de los populares.
Ningún jefe de gobierno español, desde la muerte de Franco, había dilapidado su capital electoral en tan poco tiempo como Zapatero. Felipe González resistió 14 años en la Moncloa y José María Aznar 8, quizás porque voluntariamente quiso limitar a dos legislaturas su mandato, pero ZP amenaza con caer en sólo 4 años, si sigue acumulando fracasos y dilapidando la enorme confianza que depositaron en él los españoles después del decepcionante segundo mandato de José María Aznar y de los traumáticos atentados del 11 de marzo de 2004.
Todos los observadores y analistas creimos entonces que el PP, noqueado tras su inesperada derrota de 2004 y desprestigiado ante el electorado, tardaría mucho tiempo en recuperarse, pero un Zapatero torpe e inexperto le está inyectando oxígeno y suero a diario.
ZP se vanagloria ante sus correligionarios de ser un tipo con suerte que nunca pierde. Sin embargo, desde que llegó a la Moncloa no ha ganado una sola batalla importante y ha cosechado derrotas en todas y cada una de las líneas maestras de su gobierno: nuevas alianzas exteriores; Estatuto de Cataluña; reformas en el Estado de las Autonomías, proceso de negociación con ETA y la reciente del Estatuto andaluz, donde el electorado ha dado la espalda a su socio Chaves, que tendrá que gobernar Andalucía con una ley cuya legitimidad democrática está en duda.
Los expertos y analistas políticos temen que, ante una opinión pública que comienza a darle la espalda, la reacción de Zapatero, más débil que nunca y urgentemente necesitado de recuperar su prestigio, sea la de intensificar su vía errática, ignorar el drama del atentado de Barajas y hacer todavía más concesiones a ETA para conseguir "como sea" un éxito en su llamado "proceso de paz", que ahora necesita para sobrevivir como político.
El apoyo electoral de la sociedad española a Zapatero, que empezó siendo cercano a los diez puntos de ventaja tras la derrota del PP en las elecciones del 2004, se esfuma a pasos agigantados, hasta el punto de que las encuestas superan ya el empate técnico y reflejan una ligera ventaja de los populares.
Ningún jefe de gobierno español, desde la muerte de Franco, había dilapidado su capital electoral en tan poco tiempo como Zapatero. Felipe González resistió 14 años en la Moncloa y José María Aznar 8, quizás porque voluntariamente quiso limitar a dos legislaturas su mandato, pero ZP amenaza con caer en sólo 4 años, si sigue acumulando fracasos y dilapidando la enorme confianza que depositaron en él los españoles después del decepcionante segundo mandato de José María Aznar y de los traumáticos atentados del 11 de marzo de 2004.
Todos los observadores y analistas creimos entonces que el PP, noqueado tras su inesperada derrota de 2004 y desprestigiado ante el electorado, tardaría mucho tiempo en recuperarse, pero un Zapatero torpe e inexperto le está inyectando oxígeno y suero a diario.
ZP se vanagloria ante sus correligionarios de ser un tipo con suerte que nunca pierde. Sin embargo, desde que llegó a la Moncloa no ha ganado una sola batalla importante y ha cosechado derrotas en todas y cada una de las líneas maestras de su gobierno: nuevas alianzas exteriores; Estatuto de Cataluña; reformas en el Estado de las Autonomías, proceso de negociación con ETA y la reciente del Estatuto andaluz, donde el electorado ha dado la espalda a su socio Chaves, que tendrá que gobernar Andalucía con una ley cuya legitimidad democrática está en duda.
Los expertos y analistas políticos temen que, ante una opinión pública que comienza a darle la espalda, la reacción de Zapatero, más débil que nunca y urgentemente necesitado de recuperar su prestigio, sea la de intensificar su vía errática, ignorar el drama del atentado de Barajas y hacer todavía más concesiones a ETA para conseguir "como sea" un éxito en su llamado "proceso de paz", que ahora necesita para sobrevivir como político.
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