Todos los paises democraticos, sin excepción, deberian limitar la permanencia en los altos cargos a dos legislaturas, como máximo.
Aristóteles, conocedor de la potencia contaminante y corruptora del poder, ya recomendaba en la Grecia clásica que los cargos públicos no durasen mucho, en algunos casos un sólo día o, como mucho, una semana. Sólo algunos cargos especializados y de alto nivel, como los de Estratego o Arconte, podían durar más, pero en ningún caso más de un año.
El referendum convocado recientemente por Hugo Chávez en Venezuela fue rechazado por los electores, sobre todo porque eliminaba el límite de permanencia en el poder del presidente, que, según la nueva Constitución, podría ser reelegido eternamente. "Estoy dispuesto a ser presidente hasta 2050", dijo unos días antes de la votación, equivocándose con su arrogancia y moviendo miles de votos en su contra. Por esa pretensión, afortunadamente rechazada, le llamaron tirano y calificaron su reforma constitucional como un "golpe de Estado antidemocrático".
Sin embargo, en España, un país que se siente una democracia avanzada, lo que pretendía Chávez en Venezuela lo disfrutan los presidentes y altos cargos, que en modo alguno tienen limitada su permanencia en el poder y, de hecho, pueden ser reelegidos hasta su muerte.
Para regenerar la democracia y hacerla más auténtica y justa, España debería introducir con urgencia la limitación del disfrute del poder a un máximo de dos legislaturas. No es el único cambio que necesita la democracia española, pero sí es un cambio importante.
José María Áznar pretendió introducir esa norma y renunció a presentarse después de ocho años en el poder, pero sus sucesores le desprestigian como déspota, ignorando aquella lección de democracia que él practicó.
La falta de esa limitación del poder en España permite que la política se desprestigie peligrosamente, que la corrupción y el clientelismo florezcan de manera enfermiza y que se produzcan casos tan escandalosos y negativos para la democracia como los de Fraga en Galicia, Manuel Chaves en Andalucía, Rodríguez Ibarra en Extremadura y Jordi Pujol en Cataluña. De esos cuatro "dinosaurios", sólo uno sigue dominando en las praderas eternas del poder: el andaluz Chaves, con casi veinte años en la presidencia de la Junta. Y se dispone a ser nuevamente reelegido en 2008.
Consciente de que la limitación de los mandatos es popular y querida por la ciudadanía, el oportunista José Bono ha anunciado que quizás Zapatero no se presente para un tercer mandato. Una dádiva, un regalo al pueblo, cuando debería ser un deber.
Aristóteles, conocedor de la potencia contaminante y corruptora del poder, ya recomendaba en la Grecia clásica que los cargos públicos no durasen mucho, en algunos casos un sólo día o, como mucho, una semana. Sólo algunos cargos especializados y de alto nivel, como los de Estratego o Arconte, podían durar más, pero en ningún caso más de un año.
El referendum convocado recientemente por Hugo Chávez en Venezuela fue rechazado por los electores, sobre todo porque eliminaba el límite de permanencia en el poder del presidente, que, según la nueva Constitución, podría ser reelegido eternamente. "Estoy dispuesto a ser presidente hasta 2050", dijo unos días antes de la votación, equivocándose con su arrogancia y moviendo miles de votos en su contra. Por esa pretensión, afortunadamente rechazada, le llamaron tirano y calificaron su reforma constitucional como un "golpe de Estado antidemocrático".
Sin embargo, en España, un país que se siente una democracia avanzada, lo que pretendía Chávez en Venezuela lo disfrutan los presidentes y altos cargos, que en modo alguno tienen limitada su permanencia en el poder y, de hecho, pueden ser reelegidos hasta su muerte.
Para regenerar la democracia y hacerla más auténtica y justa, España debería introducir con urgencia la limitación del disfrute del poder a un máximo de dos legislaturas. No es el único cambio que necesita la democracia española, pero sí es un cambio importante.
José María Áznar pretendió introducir esa norma y renunció a presentarse después de ocho años en el poder, pero sus sucesores le desprestigian como déspota, ignorando aquella lección de democracia que él practicó.
La falta de esa limitación del poder en España permite que la política se desprestigie peligrosamente, que la corrupción y el clientelismo florezcan de manera enfermiza y que se produzcan casos tan escandalosos y negativos para la democracia como los de Fraga en Galicia, Manuel Chaves en Andalucía, Rodríguez Ibarra en Extremadura y Jordi Pujol en Cataluña. De esos cuatro "dinosaurios", sólo uno sigue dominando en las praderas eternas del poder: el andaluz Chaves, con casi veinte años en la presidencia de la Junta. Y se dispone a ser nuevamente reelegido en 2008.
Consciente de que la limitación de los mandatos es popular y querida por la ciudadanía, el oportunista José Bono ha anunciado que quizás Zapatero no se presente para un tercer mandato. Una dádiva, un regalo al pueblo, cuando debería ser un deber.
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