Después de las elecciones autonómicas y municipales de mayo de 2007, con victoria parcial del Partido Popular y unos resultados globales muy confusos, muchos dirigentes socialistas sugirieron a Zapatero que adelantara las elecciones generales al otoño de 2007 para aprovechar la bonanza económica y para evitar que la recuperación de la oposición, ya evidente, tomara cuerpo.
Pero Zapatero, exhibiendo su característica seguridad, respondió que había que agotar la legislatura y que la crisis económica nunca afectaría a la economía española.
Hoy, la crisis le ha estallado a Zapatero en pleno rostro, en vísperas de las elecciones, demostrando que es un estratega de pacotilla y amenazando con excluirle de lo que él más desea: la élite del poder.
Muchos de sus compañeros de viaje están indignados ante el error del líder, cuya irracional seguridad le ha llevado a meterse de lleno en un callejón sin salida y a poner en serio peligro una victoria electoral que en otoño de 2007 habría sido casi segura.
La indignación en las filas socialistas es enorme y la resistencia a Zapatero crece a medida que el horizonte de su poder se oscurece. Muchos socialistas marginados por el "zaoaterismo" afilan las navajas para clavarlas el día después, si pierden las elecciones.
Madie sabe por qué Zapatero dijo "no" al adelanto electoral, una decisión incomprensible si se tiene en cuenta que el propio ZP había expresado ante sus íntimos el miedo a que una crisis económica pusiera en peligro la bien trazada estrategia para continuar cuatro años más en el gobierno. Quizás la clave del enigma esté en que Zapatero está perdiendo su proverbial confianza y que en el fondo de su alma es ya un tipo acobardado e inseguro, que duda de su suerte y de la eficacia de sus golpes de efecto.
Zapatero no quería que los españoles votaran en un ambiente dominado por la crisis porque sabe que el elector tiende a vengarse del gobierno cuando se siente inseguro y pierde la confianza en el futuro.
La estrategia de negar la evidencia de la crisis, puesta en práctica por Zapatero, Solbes y los demás miembros de su adulador gobierno, ya no puede sostenerse después del hundimiento de la bolsa del lunes 21 de enero. El batacazo bursatil se agrega a una cadena de evidencias demoledoras, entre las que destacan el encarecimiento de la vida, la subida de las hipotecas, el aumento del desempleo y la caida en barrena del consumo y de la confianza de los ciudadanos en el futuro.
Aunque no le guste, Zapatero se jugará el 9 de marzo su futuro en unas elecciones que estarán marcadas por el miedo y la angustia generados por la crisis.
Pero Zapatero, exhibiendo su característica seguridad, respondió que había que agotar la legislatura y que la crisis económica nunca afectaría a la economía española.
Hoy, la crisis le ha estallado a Zapatero en pleno rostro, en vísperas de las elecciones, demostrando que es un estratega de pacotilla y amenazando con excluirle de lo que él más desea: la élite del poder.
Muchos de sus compañeros de viaje están indignados ante el error del líder, cuya irracional seguridad le ha llevado a meterse de lleno en un callejón sin salida y a poner en serio peligro una victoria electoral que en otoño de 2007 habría sido casi segura.
La indignación en las filas socialistas es enorme y la resistencia a Zapatero crece a medida que el horizonte de su poder se oscurece. Muchos socialistas marginados por el "zaoaterismo" afilan las navajas para clavarlas el día después, si pierden las elecciones.
Madie sabe por qué Zapatero dijo "no" al adelanto electoral, una decisión incomprensible si se tiene en cuenta que el propio ZP había expresado ante sus íntimos el miedo a que una crisis económica pusiera en peligro la bien trazada estrategia para continuar cuatro años más en el gobierno. Quizás la clave del enigma esté en que Zapatero está perdiendo su proverbial confianza y que en el fondo de su alma es ya un tipo acobardado e inseguro, que duda de su suerte y de la eficacia de sus golpes de efecto.
Zapatero no quería que los españoles votaran en un ambiente dominado por la crisis porque sabe que el elector tiende a vengarse del gobierno cuando se siente inseguro y pierde la confianza en el futuro.
La estrategia de negar la evidencia de la crisis, puesta en práctica por Zapatero, Solbes y los demás miembros de su adulador gobierno, ya no puede sostenerse después del hundimiento de la bolsa del lunes 21 de enero. El batacazo bursatil se agrega a una cadena de evidencias demoledoras, entre las que destacan el encarecimiento de la vida, la subida de las hipotecas, el aumento del desempleo y la caida en barrena del consumo y de la confianza de los ciudadanos en el futuro.
Aunque no le guste, Zapatero se jugará el 9 de marzo su futuro en unas elecciones que estarán marcadas por el miedo y la angustia generados por la crisis.
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