Cuando los poderes e instituciones de la pequeña y pobre Honduras pararon los pies al presidente Mel Zelaya, empeñado en romper la Constitución y los equilibrios de la democracia hondureña, Zapatero y Moratinos condenaron "el golpe", por entonces incruento, y retiraron de Tegucigalpa al embajador de España, pero ahora guardan un cobarde silencio ante los crímenes de la dictadura comunista china, que acaba de asesinar en Xinjiang a 156 personas, muchas de ellas con disparos en la cabeza.
España, cobardemente, mantiene a su embajador en China porque no se atreve a enfrentase a los poderosos o porque le importa más que sea depuesto un presidente antidemócrata que el asesinato a balazos de 156 ciudadanos por la policía de la dictadura china.
La prensa decente y no sometida de Occidente denuncia la hipocresía y la bajeza de los políticos de las falsas democracias, por su cobardía ante los abusos y crímenes del gigante chino.
La mayoría de los que murieron el domingo en China, durante disturbios interétnicos entre hans e uigures, cayeron a manos de las fuerzas del orden, que causó una masacre al reprimir a los ciudadanos uigures con fuerza desproporcionada.
El cobarde "mutismo" de la comunidad internacional frente a la magnitud de los disturbios en Urumqi, capital de Xinjiang, es repugnante, sobre todo si se compara esa cobardía con la actitud de fuerza exhibida frente a los hondureños que se conjuraron contra un presidente Zelaya que, vendido a los hermanos Castro y al gorila Chavez, quiso desquiciar la estructura legal de la democracia hondureña y eliminar la limitación del poder presidencial, un requisito vital para que exista democracia.
España, cobardemente, mantiene a su embajador en China porque no se atreve a enfrentase a los poderosos o porque le importa más que sea depuesto un presidente antidemócrata que el asesinato a balazos de 156 ciudadanos por la policía de la dictadura china.
La prensa decente y no sometida de Occidente denuncia la hipocresía y la bajeza de los políticos de las falsas democracias, por su cobardía ante los abusos y crímenes del gigante chino.
La mayoría de los que murieron el domingo en China, durante disturbios interétnicos entre hans e uigures, cayeron a manos de las fuerzas del orden, que causó una masacre al reprimir a los ciudadanos uigures con fuerza desproporcionada.
El cobarde "mutismo" de la comunidad internacional frente a la magnitud de los disturbios en Urumqi, capital de Xinjiang, es repugnante, sobre todo si se compara esa cobardía con la actitud de fuerza exhibida frente a los hondureños que se conjuraron contra un presidente Zelaya que, vendido a los hermanos Castro y al gorila Chavez, quiso desquiciar la estructura legal de la democracia hondureña y eliminar la limitación del poder presidencial, un requisito vital para que exista democracia.
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