Por Francisco Rubiales
Ante esta situación, aprender a utilizar Internet eficazmente es una obligación ineludible para aquellos que están interesados en la lucha por un mundo mejor. Pero todavía existe una obligación mayor para los demócratas: cuidar la red, alimentarla, hacerla crecer, prestigiarla e impedir que sea controlada y manipulada.
El destino de Internet está en juego y su papel en el mundo futuro dependerá del éxito o fracaso de las fuerzas que pugnan por potenciarla o por debilitarla. Es probable que la victoria sonría a quien demuestre mayor capacidad y eficacia en su utilización. Si vencen los grandes intereses corporativos empeñados en someterla, entonces Internet será un medio más al servicio del gran mercado del entretenimiento, el ocio y la comunicación. Si fuera el Estado y sus gestores quienes aprendieran antes a extraer de Internet sus casi infinitas posibilidades, Internet será pronto un territorio limitado y bajo control, cuyos núcleos mas rápidos y eficientes estarán reservados a los recursos favoritos del Estado: el ejército, los servicios secretos, la propaganda, etc. Pero si son la ciudadanía y la sociedad civil quienes consiguen protegerla y utilizarla con mayor maestría, entonces la red de redes será un importante recurso democratizador, una pieza de extraordinaria importancia al servicio de las libertades, de la regeneración de la vida cívica y de la construcción de un mundo nuevo y mejor.
¿Cómo preservar Internet y mantenerlo libre y eficiente? Hay muchas respuestas a esta pregunta, tantas como medidas a adoptar en defensa de la red: desde alimentar su utilización científica hasta convertirla en un instrumento de comunicación imprescindible para la vida moderna, pasando por apoyar sus vertientes comercial e informativa.
Publicar un periódico electrónico, animar un foro, editar un blog o abrir una biblioteca a la red son medidas defensivas de enorme eficacia, sobre todo si se hancen desde la libertad. Pero, sin duda, la estrategia más eficaz para blindar Internet será la de potenciarla como pieza clave de una democracia electrónica que debe imponerse. Es más, con la defensa de la democracia electrónica se conseguirán dos objetivos al mismo tiempo y por el precio de uno: el blindaje de Internet y, lo que es todavía más importante, la regeneración de la postrada vida política y su adaptación no traumática a los cambios que se avecinan.
Sin embargo, es necesario aclarar que el propio concepto de democracia electrónica ya está contaminado y sometido a confusión. Para muchos políticos, interesados en que todo cambie para que todo permanezca igual, la democracia electrónica consistiría en votar a través de la red y en realizar trámites administrativos como el pago de impuestos o la obtención de licencias a través de Internet. Sin embargo, la verdadera democracia electrónica consiste, sobre todo, en aprovechar las oportunidades que ofrecen las nuevas tecnologías para la permanente participación de los ciudadanos en la toma de decisiones, sin dilación, con la eficacia y determinación que permiten los sistemas on line, incluyendo el derecho ciudadano a controlar de manera efectiva a sus representantes políticos.
Cualquier otro concepto de democracia electrónica en el siglo XXI es una trampa y una estafa política.
Fin
Ante esta situación, aprender a utilizar Internet eficazmente es una obligación ineludible para aquellos que están interesados en la lucha por un mundo mejor. Pero todavía existe una obligación mayor para los demócratas: cuidar la red, alimentarla, hacerla crecer, prestigiarla e impedir que sea controlada y manipulada.
El destino de Internet está en juego y su papel en el mundo futuro dependerá del éxito o fracaso de las fuerzas que pugnan por potenciarla o por debilitarla. Es probable que la victoria sonría a quien demuestre mayor capacidad y eficacia en su utilización. Si vencen los grandes intereses corporativos empeñados en someterla, entonces Internet será un medio más al servicio del gran mercado del entretenimiento, el ocio y la comunicación. Si fuera el Estado y sus gestores quienes aprendieran antes a extraer de Internet sus casi infinitas posibilidades, Internet será pronto un territorio limitado y bajo control, cuyos núcleos mas rápidos y eficientes estarán reservados a los recursos favoritos del Estado: el ejército, los servicios secretos, la propaganda, etc. Pero si son la ciudadanía y la sociedad civil quienes consiguen protegerla y utilizarla con mayor maestría, entonces la red de redes será un importante recurso democratizador, una pieza de extraordinaria importancia al servicio de las libertades, de la regeneración de la vida cívica y de la construcción de un mundo nuevo y mejor.
¿Cómo preservar Internet y mantenerlo libre y eficiente? Hay muchas respuestas a esta pregunta, tantas como medidas a adoptar en defensa de la red: desde alimentar su utilización científica hasta convertirla en un instrumento de comunicación imprescindible para la vida moderna, pasando por apoyar sus vertientes comercial e informativa.
Publicar un periódico electrónico, animar un foro, editar un blog o abrir una biblioteca a la red son medidas defensivas de enorme eficacia, sobre todo si se hancen desde la libertad. Pero, sin duda, la estrategia más eficaz para blindar Internet será la de potenciarla como pieza clave de una democracia electrónica que debe imponerse. Es más, con la defensa de la democracia electrónica se conseguirán dos objetivos al mismo tiempo y por el precio de uno: el blindaje de Internet y, lo que es todavía más importante, la regeneración de la postrada vida política y su adaptación no traumática a los cambios que se avecinan.
Sin embargo, es necesario aclarar que el propio concepto de democracia electrónica ya está contaminado y sometido a confusión. Para muchos políticos, interesados en que todo cambie para que todo permanezca igual, la democracia electrónica consistiría en votar a través de la red y en realizar trámites administrativos como el pago de impuestos o la obtención de licencias a través de Internet. Sin embargo, la verdadera democracia electrónica consiste, sobre todo, en aprovechar las oportunidades que ofrecen las nuevas tecnologías para la permanente participación de los ciudadanos en la toma de decisiones, sin dilación, con la eficacia y determinación que permiten los sistemas on line, incluyendo el derecho ciudadano a controlar de manera efectiva a sus representantes políticos.
Cualquier otro concepto de democracia electrónica en el siglo XXI es una trampa y una estafa política.
Fin
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