Nuestros políticos se obsesionan por cambiar las leyes y por dejar su huella en la historia, por reformar los estatutos y la Constición, cuando parece evidente que el país no necesita tanto cambiar sus leyes como respetar las que existen. Ya lo decía Julio Anguita cuando lideraba a los comunustas españoles: "la autentica revolución en España seria cumplir la Constitución".
La Constitución garantiza derechos que los políticos escatiman a los ciudadanos y ocurre lo mismo con los Estatutos que han sido reformados. La Constitución garantiza el derecho a una vivienda digna, mientras que cientos de miles de jóvenes no pueden abandonar los hogares paternos porque no pueden comprar esa vivienda garantizada por la Carta Magna. La Constitución garantiza a los ciudadanos el derecho a votar y a elegir a sus representantes, pero son los partidos los que eleboran las listas cerradas y bloqueadas, lo que significa que son los partidos y no los ciudadanos, los que realmente eligen, una violación más de la Constitución de la que nadie habla. El Estatuto Andaluz, que se ha sustituido porque los políticos dicen que está superado, garantizaba "la consecución del pleno empleo", "la superación de todos los desequilibrios económicos, sociales y culturales" y "el desarrollo industrial armónico de Andalucía", mientras la realidad demuestra que los andaluces estamos el la cabeza del desempleo, de los desequilibrios y del subdesarrollo industrial.
Las leyes vigentes prohiben el robo y la corrupción en el sector público, delitos que existen y que, en el 90 por ciento de los casos, ni siquiera llegan a conocerse, lo que los convierte en delitos impunes. También hablan de la existencia de la sociedad civil y de la participación de los ciudadanos en la política, pero, en realidad, la sociedad civil está en estado de coma y los ciudadanos han sido marginados de la política, que es ejercida como monopolio por los partidos.
La igualdad garantizada por la Constitución no existe, ni siquiera la igualdad de oportunidades, que es lo mínimo que se despacha en igualdad, dentro de un sistema democrático. Los enchufados son legión y los que juegan con ventaja, todavía más numerosos. El poder coloca, beneficia y premia a sus parientes y amigos con total impunidad. Tampoco existen otras garantías como la igualdad ante la ley o ante la muerte, porque en ambos casos influye la cantidad de dinero y de amigos que tenga el que demanda justicia o el paciente.
En fin, que tiene razón Julio Anguita y que la gran revolución pendiente de España es, sencillamente, el cumplimiento de la ley. La revolución que el país necesita es la de lo obvio: que exista la democracia, que los políticos no roben, que seamos iguales, que podamos votar en libertad, que no nos mientan, que podamos tener una vivienda digna... y un largo etcétera.
La Constitución garantiza derechos que los políticos escatiman a los ciudadanos y ocurre lo mismo con los Estatutos que han sido reformados. La Constitución garantiza el derecho a una vivienda digna, mientras que cientos de miles de jóvenes no pueden abandonar los hogares paternos porque no pueden comprar esa vivienda garantizada por la Carta Magna. La Constitución garantiza a los ciudadanos el derecho a votar y a elegir a sus representantes, pero son los partidos los que eleboran las listas cerradas y bloqueadas, lo que significa que son los partidos y no los ciudadanos, los que realmente eligen, una violación más de la Constitución de la que nadie habla. El Estatuto Andaluz, que se ha sustituido porque los políticos dicen que está superado, garantizaba "la consecución del pleno empleo", "la superación de todos los desequilibrios económicos, sociales y culturales" y "el desarrollo industrial armónico de Andalucía", mientras la realidad demuestra que los andaluces estamos el la cabeza del desempleo, de los desequilibrios y del subdesarrollo industrial.
Las leyes vigentes prohiben el robo y la corrupción en el sector público, delitos que existen y que, en el 90 por ciento de los casos, ni siquiera llegan a conocerse, lo que los convierte en delitos impunes. También hablan de la existencia de la sociedad civil y de la participación de los ciudadanos en la política, pero, en realidad, la sociedad civil está en estado de coma y los ciudadanos han sido marginados de la política, que es ejercida como monopolio por los partidos.
La igualdad garantizada por la Constitución no existe, ni siquiera la igualdad de oportunidades, que es lo mínimo que se despacha en igualdad, dentro de un sistema democrático. Los enchufados son legión y los que juegan con ventaja, todavía más numerosos. El poder coloca, beneficia y premia a sus parientes y amigos con total impunidad. Tampoco existen otras garantías como la igualdad ante la ley o ante la muerte, porque en ambos casos influye la cantidad de dinero y de amigos que tenga el que demanda justicia o el paciente.
En fin, que tiene razón Julio Anguita y que la gran revolución pendiente de España es, sencillamente, el cumplimiento de la ley. La revolución que el país necesita es la de lo obvio: que exista la democracia, que los políticos no roben, que seamos iguales, que podamos votar en libertad, que no nos mientan, que podamos tener una vivienda digna... y un largo etcétera.
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