Cuando el elemento decisivo de un sistema de gobierno es el partido político y cuando el poder está controlado por los partidos y no por los ciudadanos, ese régimen debe denominarse "Partitocracia" y no "Democracia". La democracia es el gobierno del pueblo, mientras que la partitocracia es el gobierno de los partidos políticos.
España reune todos las condiciones técnicas y científicas para ser considerada una "Partitocracia" pura: partidos políticos ultrapoderosos que se apoderan del Estado e infiltran los poderes básicos, prevalencia del partido sobre el ciudadano, ocupación o control, por los partidos, de la sociedad civil y de las grandes instituciones que necesitan ser libres (universidades, medios de comunicación, sindicatos, religiones, etc) y una estructura legal, incluyendo una ley electoral, que beneficia a los partidos políticos más que a los ciudadanos, entre otras.
Uno de los rasgos característicos de la Partitocracia es que son los partidos y no los ciudadanos los que en realidad eligen a los representantes democráticos. En España (y en otros muchos países aparentemente democráticos), esa usurpación del derecho ciudadano al voto se consigue por medio de las listas cerradas y bloqueadas, elaboradas por los partidos, que son en realidad los que eligen, mientras que el ciudadano no puede elegir a las personas que le representan sino a los partidos que deben o no ocupar el gobierno.
Otro rasgo clave de la Partitocracia es la dictadura interna de los partidos, gobernados con mano de hierro por élites que no practican la democracia interna y que exigen de los militantes y, sobre todo, de los aspirantes a ocupar altos puestos, lealtad, sumisión y obediencia ciega. Esa dictadura interna de los partidos ha llevado a muchos teóricos del pensamiento político a formular una pregunta inquietante: ¿Cómo pueden gobernar una democracia partidos que son adictos a la dictadura y al autoritarismo en su funcionamiento interno?
La designación por Zapatero de su "amigo" Miguel Sebastián como candidato a la Alcaldía de Madrid, realizada a pesar de las advertencias del PSM, es una manifestación típica de la partitocracia española, en la que el líder domina siempre sobre las personas y las razones.
La Partitocracia no sólo degrada la democracia hasta destruirla, sino que genera también efectos perversos y nocivos que la sociedad padece: dispara el clientelismo, empobrece el debate porque los aspirantes a líderes no se arriesgan a decir la verdad, estimula la mediocridad, otorga vía libre a la corrupción y hace que muchos políticos se aferren a sus puestos porque en ellos han encontrado una forma de vida bien pagada y cargada de privilegios.
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España reune todos las condiciones técnicas y científicas para ser considerada una "Partitocracia" pura: partidos políticos ultrapoderosos que se apoderan del Estado e infiltran los poderes básicos, prevalencia del partido sobre el ciudadano, ocupación o control, por los partidos, de la sociedad civil y de las grandes instituciones que necesitan ser libres (universidades, medios de comunicación, sindicatos, religiones, etc) y una estructura legal, incluyendo una ley electoral, que beneficia a los partidos políticos más que a los ciudadanos, entre otras.
Uno de los rasgos característicos de la Partitocracia es que son los partidos y no los ciudadanos los que en realidad eligen a los representantes democráticos. En España (y en otros muchos países aparentemente democráticos), esa usurpación del derecho ciudadano al voto se consigue por medio de las listas cerradas y bloqueadas, elaboradas por los partidos, que son en realidad los que eligen, mientras que el ciudadano no puede elegir a las personas que le representan sino a los partidos que deben o no ocupar el gobierno.
Otro rasgo clave de la Partitocracia es la dictadura interna de los partidos, gobernados con mano de hierro por élites que no practican la democracia interna y que exigen de los militantes y, sobre todo, de los aspirantes a ocupar altos puestos, lealtad, sumisión y obediencia ciega. Esa dictadura interna de los partidos ha llevado a muchos teóricos del pensamiento político a formular una pregunta inquietante: ¿Cómo pueden gobernar una democracia partidos que son adictos a la dictadura y al autoritarismo en su funcionamiento interno?
La designación por Zapatero de su "amigo" Miguel Sebastián como candidato a la Alcaldía de Madrid, realizada a pesar de las advertencias del PSM, es una manifestación típica de la partitocracia española, en la que el líder domina siempre sobre las personas y las razones.
La Partitocracia no sólo degrada la democracia hasta destruirla, sino que genera también efectos perversos y nocivos que la sociedad padece: dispara el clientelismo, empobrece el debate porque los aspirantes a líderes no se arriesgan a decir la verdad, estimula la mediocridad, otorga vía libre a la corrupción y hace que muchos políticos se aferren a sus puestos porque en ellos han encontrado una forma de vida bien pagada y cargada de privilegios.
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