Cuando un ministro, para más inri de Justicia, como Fernández Bermejo, reconoce públicamente que la ley que regula el uso de las banderas no se cumple "ni se va a cumplir", la solvencia y la credibilidad de la democracia se desmoronan y los ciudadanos tienen derecho a pensar que la ley no es igualitaria y que la Justicia no es más que una herramienta represiva al servicio de las castas dominantes.
Cuando un gobierno elegido por el pueblo para que cumpla y haga cumplir la ley se desentiende de ese deber, la democracia deja de serlo y la dignidad de ese gobierno desciende hasta las cloacas.
Ante ese panorama democráticamente rastrero, la ciudadanía que lo tolera sin indignación ni rebeldía adquiere su nada despreciable cuota de culpa.
La sumisión y la cobardía tienen un límite en democracia, aunque en España parezcan no tenerlo.
La "Guerra de las Banderas" exhibe ante los ojos de los españoles un espectáculo siniestro e indecente que afecta a territorios catalanes, navarros y vascos donde no impera la ley y donde dominan los terroristas y sus amigos.
Si un gobierno consiente eso, no merece respeto ciudadano porque convierte el ordenamiento jurídico que da sentido al Estado en una verdadera pocilga.
Cuando un gobierno elegido por el pueblo para que cumpla y haga cumplir la ley se desentiende de ese deber, la democracia deja de serlo y la dignidad de ese gobierno desciende hasta las cloacas.
Ante ese panorama democráticamente rastrero, la ciudadanía que lo tolera sin indignación ni rebeldía adquiere su nada despreciable cuota de culpa.
La sumisión y la cobardía tienen un límite en democracia, aunque en España parezcan no tenerlo.
La "Guerra de las Banderas" exhibe ante los ojos de los españoles un espectáculo siniestro e indecente que afecta a territorios catalanes, navarros y vascos donde no impera la ley y donde dominan los terroristas y sus amigos.
Si un gobierno consiente eso, no merece respeto ciudadano porque convierte el ordenamiento jurídico que da sentido al Estado en una verdadera pocilga.
Comentarios: